Sarachito Campero y la herencia del Carnaval en Yesera Centro
Una tradición de casi 500 años mantiene viva la identidad cultural de esta comunidad tarijeña.



En la comunidad de Yesera Centro, ubicada en el departamento de Tarija, el Carnaval de Tentación es un legado de casi cinco siglos que se mantiene vivo a través de las máscaras de los diablos, piezas que simbolizan la resistencia y la identidad de un pueblo que preserva sus raíces en el tiempo. Gracias a una conversación con Rosario Condori Altamirano, comunaria de Yesera Centro y mascarera, rescatamos algunos datos de esta festividad.
Origen de una tradición
La máscara más antigua es la “máscara mayor”, pero desde hace más de 100 años, ha recibido el nombre de “Sarachito Campero”, en honor al personaje histórico vinculado a la fundación de la universidad en Tarija: Juan Misael Saracho Campero. Tal asociación surgió cuando los pobladores observaron las formas y maneras de este personaje, quien se reunía con los patrones de las haciendas, como la de Víctor Navajas, y era percibido como una figura de autoridad muy estricta.
El arte de las máscaras
Inicialmente, las máscaras eran talladas en madera, y con el tiempo se exploraron otras técnicas. Recientemente, el profesor Carlos Condori, un artesano e investigador, introdujo la idea de fabricar máscaras con papel con bolsas de cemento endurecido con engrudo y masilla. Posteriormente, se experimentó con aluminio reciclado de ollas viejas y otros materiales como la fibra de vidrio.
Cada máscara tiene un nombre y una identidad propia que le es otorgada por quienes la usan el a festividad. Así, algunas de las más conocidas son la de “El Narigón” y “Blancanieves”. Actualmente, existen al menos 14 máscaras registradas, incluyendo la del Diablo Mayor.
El Carnaval de Tentación
A diferencia del carnaval en la ciudad de Tarija, el Carnaval de Tentación de Yesera Centro se celebra una semana después, enmarcado en un complejo ritual. Todo comienza el domingo de carnaval con la “velada de las máscaras”, donde se rinde homenaje a los espíritus y se pide protección para que la festividad transcurra en armonía. Se ofrecen chicha, singani y pan, en un acto de comunión con los ancestros y la Pachamama.
Al domingo siguiente, se lleva a cabo el “desentierro del Diablo” en la posa del Calicanto, un lugar mítico donde, según la tradición, se escuchaban los cantos de una sirena. El sonido del erque y el bombo a la distancia, complementan el momento en que los diablos, vestidos con todos sus colores, recorren la comunidad en una procesión de música y baile.
El momento más significativo ocurre cuando el Diablo Mayor se dirige a los asistentes y les reprende en tono festivo. Finalmente, el martes de Tentación los diablos regresan y las máscaras se resguardan hasta el siguiente año.
El guardián de las máscaras
El portador de la máscara del Diablo Mayor es elegido por su antigüedad y compromiso con la festividad, encargándose de organizar a los diablos y garantizar el cumplimiento de las normas del Carnaval. Quienes incumplen las reglas, pueden ser castigados por el Diablo Mayor, quien ejerce su autoridad con chicote y campana.