Derramando vida: el regreso de “Minina” a la pintura
Esta es la entrevista del regreso de María del Carmen Bernal, mejor conocida como “Minina”, a la faena del arte.
Uno de sus profesores de arte le dijo, “nunca hables más de lo que hablan tus cuadros”. Pero María del Carmen Bernal tiene algo que decir después de 10 años ausente de las galerías. Su labor se detuvo a causa de un accidente cerebrovascular (ACV). Se tomó el tiempo necesario para recuperarse con la ayuda del tratamiento, la familia y “el Padre Todopoderoso, la fuente de inspiración más importante de mi vida”.
Aunque tuvo la dicha de evadir cualquier secuela, la sobreviviente tuvo que enfrentar el miedo de volver a pintar, un miedo paralizante que le hizo sentir que ya no había nada más que dar. Josué, su hijo, tuvo la fuerza para mostrarle un camino curioso. Atento a las nuevas tendencias, le habló a su madre acerca del pouring, una técnica pictórica en la que se usan aditivos especiales para añadir fluidez a la pintura, creando obras a partir de vertidos, derrames y goteos; “la abstracción más pura, si se vale”, dice “Minina”.
En su juventud, la tupiceña partió a La Paz para estudiar Pintura en la Universidad Mayor de San Andrés. Tuvo la dicha de ser alumna de Roberto Valcárcel, Gastón Ugalde, Teresa Gisbert de Mesa, Pedro Querejazu y Walter Solón Romero. De todos ellos aprendió la capacidad para experimentar cosas nuevas. “Yo no soy artista, soy pintora. Para ser artista hay que surcar grandes espacios de conocimiento, y yo sigo aprendiendo”, dice.
Con esa humildad, aceptó la propuesta de Josué para reencontrarse con la pintura. Nada que demostrar, sólo dejar que los fluidos corran por el soporte, “se detienen de pronto, deciden buscar nuevos senderos y se acumulan creando texturas. Se funden dando lugar a nuevos colores”. Así produjo una buena cantidad de obras abstractas, formas puras, si se quiere, sin títulos, sin más que sus profundas emociones. Hasta que un día, en medio de uno de esos derrames, se encontró con una mariposa, ese viejo símbolo de la transformación. Y entonces “Minina” volvió a pintar.
Pura Cepa (PC). ¿Desde cuándo pinta?
María del Carmen Bernal (MCB). Desde que era muy chiquitita. Cuando tenía 15 años, en lugar de ir a la piscina, a las fiestas, me quedaba pintando con un buen amigo que tengo, Alfonso Claros, pintor acuarelista. Pintábamos toda la tarde, dedicábamos todos los días. Es algo que me gusta mucho, me encuentro feliz cuando pinto. Aunque no venda un cuadro, no me importa.
PC. Tiene más de 40 años pintando, pero ha parado 10 años. ¿Por qué?
MCB. A los 57 años hice una exposición, y tres años después, exactamente a mis 60 años, he tenido un ACV. Gracias a Dios, no me quedó ninguna secuela, pero sí un terrible temor a enfrentarme a la pintura. Tengo un hijo que es un luchador, me dice, ‘no puedes dejar de pintar, tienes que volver’. Me empezó a alentar, y poco a poco, con los fluidos del pouring, mezclando colores, haciendo chorrear y demás, empecé a incursionar, y he adquirido la seguridad para volver.
PC. ¿En qué momento encontró esa seguridad?
MCB. Fue en ese cuadro que parece fuego y las mariposas salen de ahí. Es la conjunción de las dos cosas, lo abstracto y lo figurativo.
PC. Precisamente llama la atención que en “Resiliencia”, su exposición de regreso a la pintura, hay obras abstractas, collage, simbolismo con objetos, y cuadros más figurativos. ¿A qué se debe esa variedad?
MCB. Es la expresión de mi corazón. Yo no pinto con el intelecto, pinto con los sentimientos. Las emociones que tengo, las expreso. Si lo ves, no es sólo figurativo. Esto no es un árbol, aunque lo parece.
PC. ¿Antes pintaba en estilo abstracto, o lo comenzó a trabajar con la técnica del pouring?
MCB. Si. Con esta técnica, no, pero ha sido el paso para volver a todo lo demás, al collage, a lo figurativo. Roberto Valcárcel me ha ayudado mucho a salir del esquema, nos daba talleres experimentales, ‘usen todo, clavos, basura, todo lo que puedan’, y eso me ayudaba a salir del caballete, del colorcito y el soporte. Siempre mi vida ha sido una constante búsqueda, nunca me he quedado tranquila con lo que pintaba. Me gusta mucho buscar, investigar, aprender, porque se aprende cada día un poquito. Yo tenía miedo de tomar el pincel. No es que no podía, el temor me lo impedía. Y con el pouring yo no intervenía. Eran chorreaduras, la pintura se pintaba sola. Fue el paso para volver a hacer los cuadros que expresan mis sentimientos.
PC. ¿Por qué no hay títulos en sus cuadros?
MCB. Quiero que la gente le ponga su propio título. No me gusta condicionar. Si pongo “fuego”, todos van a ver fuego. Pero, ¿qué despierta en el espectador? Tal vez fuego, tal vez soledad, tal vez muerte. No sé, eso es algo muy personal.
PC. Tiene un cuadro favorito entre los abstractos. ¿Por qué lo elige?
MCB. Porque tiene craquelado, texturas, arena, fluido, hasta tiene hoja de oro. Toda esa conjunción me llama la atención, sobre todo el relieve. Los azules y las difuminaciones que tiene en el fondo, como neblina, me evocan tristeza. Pero al mismo tiempo, esos primeros planos de textura, esos craquelados, me vuelven a la vida, a la cosa más tangible. Es una conjunción entre lo efímero y lo tangible en lo duradero.
PC. En algunas de sus obras con collage usa páginas de Léon Bloy. ¿Qué influencia tiene ese autor en su pintura?
MCB. Soy parte de Raíces Hebreas. Antes éramos una iglesia cristiana muy grande, con casi 700 miembros. Yo era pastora. Pero, gracias al Padre, hemos llegado a comprender muchas cosas que estaban erradas en la iglesia cristiana que no seguían al pie de la letra la Palabra en un estudio profundo.
PC. ¿Cómo cuáles?
MCB. Como el rapto pretribulacional, por ejemplo, que no se va a dar. Los cristianos y los que hemos nacido de nuevo en Cristo vamos a pasar parte de la tribulación cuando la ira de Satanás se desate, no cuando se desate la ira de Dios. Ahí vamos a ser librados de las pruebas que Satanás va a mandar, pero la iglesia no lo entiende. La Palabra, a través de la Torah, y los diez mandamientos, no son nada más para los judíos. Jesucristo dijo, ‘yo no he venido a abolir la Ley, yo he venido a cumplirla’. Cuando él habló, y cuando Pablo predicó y enseñó, todavía no había Nuevo Testamento. ¿En qué escritura se inspiraban? En la Torah, lo que los judíos guardaban. Nosotros cumplimos, no al pie de la letra, porque necesitamos de Jesucristo para ser salvos, pero también tenemos que andar en santidad guardando los mandamientos y, entre esos, guardamos el sábado, lo apartamos y lo dedicamos solamente a leer la Palabra, a escuchar la oración, a congregarnos, a todo lo espiritual. No comemos cerdo, porque es un mandamiento perpetuo no comer comida inmunda. Pero hemos sido lavados con la sangre de Cristo, creemos en Cristo. Para nosotros es fundamental. Lo que hacemos es estudiar la Palabra, no sólo el Nuevo Testamento. Desde Génesis hasta Apocalipsis. Y no guiarnos por interpretaciones de teólogos, sino por la Palabra. Si queremos una explicación, en la Palabra está. Todo lo que ves en el Nuevo Testamento, estaba escrito en el Antiguo. Dicen, ‘Jesucristo ha venido a predicar el amor, y en el Antiguo Testamento es pura Ley’. Pero si lees Levítico 19, es puro amor. No maldecirás al sordo, no andarás husmeando entre tu pueblo, ejercerás misericordia, es amor. No dice la palabra amor, pero te ordena andar de esa manera, en amor.
PC. ¿Qué opina de lo que está pasando en Medio Oriente?
MCB. No estoy de acuerdo con la muerte de tantas personas. El origen de los palestinos es también Abraham. Lamentablemente, han confundido las cosas, y el pueblo elegido, nos guste o no, es Israel. Pero el sionismo, eso ya es otra cosa. Los judíos ahora no creen en Cristo, y tienen que convertirse porque están siguiendo solamente la Ley. Necesitan volver a Cristo y ser lavados con su sangre para ser salvos. Ahora sólo son practicantes de religión, nada más.
Un apunte sobre el ACV
Se trata de una patología de inicio súbito, tiempo dependiente, que produce la muerte de 2 millones de neuronas por minuto, por lo que su tratamiento inmediato es prioritario. Los principales factores de riesgo que pueden desencadenar un ACV son la hipertensión arterial, la diabetes, el tabaquismo, el colesterol alto y el alcoholismo. Según la Organización Mundial de la Salud, en el mundo cada año lo sufren 15 millones de personas, de las cuáles sólo un tercio sobrevive y logra una recuperación satisfactoria.