María Galindo y el valor de la ternura
Desmitificación de narrativas, espiritualidad, palabra, dolor, trabajo, feminismo, educación, alimentación y, cómo no, política.



La última ciudad capital en Bolivia en la que se mostró “Revolución Puta”, el más reciente trabajo audiovisual de María Galindo, fue Tarija. No por un motivo especial, “el problema fue concuasar agendas”, dijo en una entrevista exclusiva con Pura Cepa, y explicó que los dos días de proyección del documental/performance con lleno total del Teatro de la Casa de la Cultura se deben a la colaboración de las Mochas Copleras y el Colectivo Angirü.
Ella y su equipo vienen de gestionar caprichos patronales en las capitales de lo que era la vieja media luna. “Hay un sentimiento de que tienen la llave de las puertas del cielo, que pueden cerrar el sol y que no salga para el proletariado. Los patrones se sienten envalentonados”, dice María y denuncia que Edson Hurtado, del Centro de la Cultura Plurinacional en Santa Cruz, les negó el espacio “por rivalidad, por envidia del trabajo que hacemos y la convocatoria que tenemos”.
En Sucre, un supuesto colaborador generó una situación crítica al decir que el centro cultural La Sombrerería también se había negado, cosa que fue desmentida por los funcionarios en presencia de Galindo un día antes de la proyección anunciada. “Se portaron muy bien una vez que llegué, y llenamos La Sombrerería, que es un gran centro cultural, pero está sin vida”.
Estas situaciones confirman que el saber de las trabajadoras sexuales de Bolivia, poéticamente condensado en una pieza audiovisual de menos de una hora, tiene un efecto irresistible. Y estas situaciones se vuelven anecdóticas en la perspectiva de la lucha que María lleva adelante desde hace más de 30 años junto a Mujeres Creando, de la cual “Revolución Puta” es la semilla más nueva, y ya fue sembrada con ternura perseverante.

Pura Cepa (PC). “Revolución Puta” propone una nueva narrativa en lugar de criticar la que ya existe.
María Galindo (MG). Hay que cambiar las narrativas alrededor de los cuerpos, las narrativas verbales, las metáforas. Estoy convencida que el pene es un órgano que le pertenece a la puta, por excelencia, porque lo manejan con una destreza mayor que el supuesto portador.
PC. ¿En el sentido de un chamanismo sexual?
MG. Si. Quiero decirte que estas mujeres son mis hermanas, mis comadres, compañeras de fiesta y cotidianidad. No las busco para hacer una película. Nuestra complicidad da una película como resultado. Ahora, yo sé que todos los sectores laborales tienen sus ritos propios, pero si hay uno eminentemente ritual, son ellas. Los ritos que ves en la película, los cumplen permanentemente. No he querido hacer un exotismo, sino que el rito está incorporado a su propio discurso. Por eso, el encuentro sexual con una puta es un encuentro ritual donde ellas hacen de la seducción un rito performativo, teatral. Pueden hacerte creer que te aman y te adoran, que eres el más bello y el más potente del mundo, porque te están vendiendo ese rito. Ellas son tremendamente rituales, y practican un sexo ritual.
PC. En las culturas orientales hay cosas como el tantra, y se trafica abiertamente la sabiduría sexual.
MG. El saber de las trabajadoras sexuales es un saber negado, no siempre por ellas mismas, pero definitivamente por la sociedad patriarcal, que está dispuesta a reconocer el saber de la campesina, de la madre, de la abuela que sabe cocinar, por supuesto los saberes académicos de unos y otros. Pero un saber negado, menospreciado, imposible de ser enunciado es el saber de la puta, y es porque es un saber estratégico para derrotar al patriarcado. Sin ellas, no hay feminismo, no hay despatriarcalización.

PC. ¿Cómo se transformaría la sociedad con ese conocimiento liberado?
MG. Se desmitificaría el cuerpo masculino, el sexo, la doble moral, el matrimonio, la monogamia, muchas cosas. Por eso se le ordena a la puta que se calle, que sea muda. Ese saber liberado está en la película, no en su totalidad, pero sí en su esplendor y su belleza.
No se puede pisotear el dolor de otra persona, porque es el despliegue de una energía que debe encontrar sanación.
PC. ¿Cuál es tu vínculo con lo espiritual?
MG. Yo soy una mujer atea, no tengo dioses. De otro lado, se podría decir que soy politeísta, porque tengo sacralidades. Para mí, la palabra es algo sagrado. No puedes levantar la palabra en vano. No puedes decir, voy a hacer, voy a ir, voy a hablar contigo, y luego no responder a lo dicho. Yo honro la palabra y para mí tiene un valor sagrado. El día que no honre mi palabra, me callo. Hay muchas cosas muy sagradas para mí. La amistad es un vínculo sagrado. La naturaleza tiene una magia y me impone un respeto sagrado, pero no está vinculado a una visión monoteísta. El dolor es algo muy sagrado. No se puede pisotear el dolor de otra persona, porque es el despliegue de una energía que debe encontrar una solución y una sanación. Si se pisotea, explota y revienta todos nuestros corazones, y se desata el odio. De esas cosas, estoy muy consciente. Yo soy una buena manejadora de energías. Mi programa no es de comunicación verbal, es de comunicación corporal.
PC. Eres una persona solitaria, con rutinas, ¿cómo es tu trabajo con la palabra?
MG. Esta gira me ha destruido mucho mis hábitos, no me da tiempo. Si vieras la agenda que Tarija me ha impuesto. Acabo de cerrarla porque no dan las horas del día, y no dejo de dimensionarla porque me parece muy interesante. Yo necesito soledad, pensar, escribir, estudiar cotidianamente. Normalmente, cuando estoy en una cierta cotidianidad, me reservo un espacio para estudiar, para descansar, para mi trabajo manual. Yo limpio mi casa, cocino la comida que como, lavo mi ropa, atiendo a mis animales. Necesito estar en silencio. Entonces, son cuestiones que atesoro mucho y me gusta tener el tiempo para eso.
PC. ¿Qué estudias últimamente?
MG. Me gusta mucho estudiar historia. Tengo una torre de 20 libros esperándome. Saco uno, lo leo, lo termino y saco el siguiente. También pillo un libro interesante y lo sumo a esa torre, pero no me puede vencer. No puede volverse una torre de 50 libros. Siempre estoy estudiando, soy muy polifacética para estudiar, me gusta mucho todo lo que se refiere a la historia de las mujeres, que hay muy poco, y todo lo que se refiere a comprender las raíces coloniales de nuestra sociedad, porque es una de las claves fundamentales para desmontar ese colonialismo. Tarija, por ejemplo, es asquerosamente colonial, por eso puede estar aconteciendo un genocidio pasivo y no pasa nada. Estudio de todo, Hay un pensamiento feminista mundial prolífico. Acabo de terminar el libro de una nigeriana, Oyèrónkẹ́ Oyěwùmí, titulado “La invención de las mujeres. Una perspectiva africana sobre los discursos occidentales del género”. La verdad es que el vínculo con África está muy roto.
Me gusta mucho estudiar las raíces coloniales de nuestra sociedad, porque es una de las claves fundamentales para desmontar ese colonialismo.
PC. ¿Y cómo percibes el movimiento feminista en Bolivia?
MG. No creo mucho en el movimiento. El feminismo no es único ni homogéneo, es múltiple, diverso. Me parece que las Mochas Copleras son un colectivo tremendamente sano y tarijeño, y seguramente hay muchas otras, pero en su generalidad, los colectivos feministas son muy homogéneos, chicas jóvenes, universitarias, que han sido cooptadas por las ONGs para que sean voceras del supuesto deseo de la despenalización del aborto, pero no van a generar la revolución feminista porque son prolongaciones de una agenda neoliberal, contrarrevolucionaria y monotemática. El rato que una mujer efectivamente tiene que abortar, esos colectivos no están para respaldar ese aborto. O cuando hay que llevar adelante un proceso por feminicidio, desaparecen. Analizar el feminismo en Bolivia a través de los colectivos de mujeres jóvenes es un error y no hay suficiente discusión. Por eso yo hablo del feminismo intuitivo, y en Bolivia es gigante, masivo. No se llama a sí mismo feminismo. Es una composición de mujeres que están movilizándose por miles de motivos en todo el país, en la economía, en la calle, en los mercados, las universidades, entre las trabajadoras sexuales o con oficios sumamente originales, y están desafiando con su cuerpo y su cotidiano todos los parámetros que te puedas imaginar, las estructuras de la familia, los mandatos patriarcales de la sexualidad, la división sexual del trabajo, el sistema de justicia, el sistema educativo. Es maravilloso. Las mujeres necesitamos un hilo que nos hilvane para generar un tejido conectado. Es el único problema, estamos desconectadas unas de otras porque todavía no nos atrevemos a dar un salto más. He estado en Llallagua, en Uncía hay un colectivo de mujeres dispuestas a desafiar los patrones patriarcales de la propia minería, pero todavía no se atreven a desafiar el orden gubernamental del país. Es un límite sutil que falta atravesar.

PC. ¿Qué falta para que suceda?
MG. Es un proceso histórico que se está dando subterráneamente. Las mujeres no estamos avanzando a pasos gigantes, sino de a poquito, y vivimos en un sabotaje constante, económico, político, tenemos poco tiempo libre, cargamos unilateralmente con la crianza, una de las tareas más fatigosas que hay. Muchas de esas mujeres tienen grandes saberes que no se reconocen, y han tenido poco acceso a la educación. Esa carencia, las mujeres la experimentan como algo que intimida. El Estado, el saber académico, el doctorcito, el aparato judicial, les intimida. Hay un momento en que estas mujeres van a desmitificar todo eso. Mi trabajo es de desmitificación masiva. A través mío, muchas mujeres van desmitificando estructuras, pero no porque lo haga de forma maternalista, sino por identidad. “Si esta loca, gorda, pinche gritona puede hacerlo, ¿por qué no yo?”. Es un proceso histórico que se va a dar, y yo lo estoy empujando con mucha clarividencia. No sé si lo voy a ver o no, pero no me importa. Yo estoy disfrutando de este proceso.
PC. ¿Qué opinas de la reforma educativa?
MG. Es como la reforma de la justicia, que se anuncia para que todo siga igual. El magisterio es uno de los gremios más decadentes, se justifican todo entre ellos. Botar un maestro violador es prácticamente imposible. Las instituciones educativas son bancarias, autoritarias, anacrónicas, racistas, clasistas, homofóbicas. Acabo de estar esta mañana con un joven que tiene parálisis cerebral y la universidad “Juan Misael Saracho” no lo recibió. El trato que se da a las personas con discapacidades es algo que no deberíamos aceptar en una institución pública, porque están pagadas por el pueblo. Deberían ser las primeras en dar un buen trato, pero te amarran al banco, te tratan como un mueble, y te convierten en objeto de mofa. Sin embargo, la escuela sigue siendo el instrumento de esperanza para la niñez y la juventud. En Bolivia, la gente que más esperanza tiene, opta por sacar el bachillerato o una carrera técnica, aunque sea en colegio nocturno. El problema no es la genialidad de la reforma, es que no hay voluntad en el magisterio. Están peleando por sus reivindicaciones sectoriales, que las respeto, no se debería jubilar un militar con el 100% de un salario, pero sí una maestra. Si tú y yo sabemos leer, se lo debemos a una maestra, y ese conocimiento me va a ser útil hasta el fin de mis días. Entonces, deberían poder jubilarse con el 100% de su salario, pero hay que hacer una negociación importante. Les vamos a bajar la luna, a cambio de que lo hagan también con sus estudiantes.
Hay ternura en cada esquina, en cada pliegue, en cada detalle.
PC. ¿Qué valor le das a la ternura en lo político y lo social?
MG. Es imprescindible. Probablemente es la mayor expresión poética. Es lo que acaba con el utilitarismo, porque la ternura no puede ser funcionalizada. Y nuestra sociedad boliviana, Tarija, La Paz, El Alto, Santa Cruz, Oruro, Bermejo, Yapacaní, donde vayas, si hay algo que es capaz de producir es ternura, para dar y regalar. Hay ternura en cada esquina, en cada pliegue, en cada detalle. A mí, me alimenta esa ternura, me sostiene. Quizás yo no soy capaz de generar ternura. Con el tiempo, con las luchas, me he ido volviendo una mujer muy áspera, y prácticamente eso es inevitable, porque mi lucha no es fácil, mi cotidiano me demanda un gasto inmenso de energía. En ese sentido lo digo, pero estoy rodeada de ternura, y soy capaz de inspirar ternura.

PC. ¿Qué importancia tiene la soberanía alimentaria?
MG. Es fundamental. Nosotras tenemos una maestra en Mujeres Creando, Emiliana Quispe, oriunda del Lago Titicaca. Ha construido una propuesta gastronómica muy interesante, el buffet andino amazónico, lleno de tubérculos, estéticamente hermoso. Vas de los morados a los ocres y mostazas, con cosas absolutamente desconocidas, salsas, ajíes. Ella nos enseña a diferenciar, y cuando veo ese buffet, como sin parar. Nuestros estómagos están colonizados. Si vamos a seguir manejando arroz blanco, azúcar blanca, harina blanca y pollo, además de enfermarnos y terminar con el ecosistema, vamos a ser gobernados por la agroindustria cruceña. En La Paz estamos colonizados por esos productos. No es saludable. Bolivia tiene que cambiar de dieta, y ese es un cambio revolucionario fundamental. En Tarija hay más variedad, no sé si es la generosidad del valle que ofrece una mesa muy variada, pero hay ruptura de la hegemonía de esa dieta. Los mercados tienen para ofrecer una variedad muy interesante de productos oriundos de la tierra. En La Paz, Oruro, Santa Cruz, el pollo frito en aceites utilizados tres, cuatro veces, el arroz, el azúcar, la harina, gobiernan la mesa. Nos han colonizado el estómago. Los pitos de cereales andinos, los maíces, los colores, son fundamentales y hay que recuperar esa cocina. Son nutritivos, más sanos, y nos permiten tener una relación distinta con la tierra. No tenemos para qué comer tanta carne porque tenemos un montón de cereales ricos en proteínas.
PC. ¿Qué opinas del federalismo?
MG. Es una boludez gigante, lo mismo que el estado central. Lo dice Camacho, Reyes Villa, Paz Zamora y su hijito, ellos creen que la propuesta del federalismo va a replantear la estructura de gobierno en Bolivia. Se dijo lo mismo de las autonomías y de la plurinacionalidad, pero la costra colonial oligárquica de Bolivia puede funcionalizar cualquiera de esas cosas a su estructura de poder. Cambia la retórica y la estructura es la misma. Veamos la República Federal Argentina. Por un lado, tienes una ciudad estado como Buenos Aires que se come a las regiones, pero un gobernador Morales que se está cargando la Constitución para negociar el litio a costa del agua de la región, sin participación de los pueblos indígenas. Para mí, el federalismo es una falsa discusión que es capaz de encubrir las estructuras de poder, un ilusionismo político sobre las matrices productivas de la explotación de los recursos. Bolivia tiene que ir a un modelo agroecológico. Estamos en un modelo ecocida, rentista, de extracción de materias primas, y eso tiene un límite… Lo dejamos aquí.