La revolución no será viralizada: acerca de “Revolución Puta” de Mujeres Creando
Vinieron con sus matracas y aprendimos a vivir.
“Revolución Puta” es un documental/performance de 52 minutos en el que María Galindo, Cristina Fernández, Celeste y las trabajadoras sexuales de la Organización de Mujeres en Situación de Prostitución (OMESPRO) condensan 20 años de experiencias de lucha para destilar una obra audiovisual que, con un lenguaje radical, directo y poético, prende fuegos.
De narrativa intempestiva, impecable y llena de ternura, “Revolución Puta” propone un descenso en cuatro partes, desde las alturas de la doble moral, arrancando en la ciudad de El Alto, gran ironía, con una deriva en la ciudad de Santa Cruz, y acabando en el corazón colonial de la ciudad de La Paz, la Plaza Mayor de San Francisco.
Durante el viaje, las autoras nos ofrecen una reflexión sobre la naturaleza del trabajo en la sociedad capitalista y neoliberal, entregan lecciones para esposas y novias, comparten el momento en que Cristina pone punto final a su trabajo sexual y reparte una herencia invaluable, y queman, finalmente, la efigie de un Estado proxeneta.
La pieza se presentó en el Teatro de la Casa de la Cultura de Tarija el 18 y 19 de octubre, gracias a la gestión del colectivo feminista Mochas Copleras. En ambas ocasiones, el teatro se llenó, y luego de las proyecciones, Celeste, Cristina y María entablaron conversaciones con la asistencia, logrando una de las pocas cosas que nos quedan en la sociedad de la era tecnológica: poner el cuerpo y encontrarnos.
Illimani con tacones
Aunque no está lejos el tiempo en que Bolivia era vista como una estampa altiplánica con llamas, una imagen reductiva, arquetípica y prostituida, “Revolución Puta” la recoge y nos devuelve la postal con tacones rojos para mostrar a los bolivianos y al mundo que el país es parte de un mercado mundial en el que unos compran, o más bien toman, y otros venden de todo a cambio de un poco menos de miseria.
Es en este país y en este contexto donde Galindo y las trabajadoras realizan un exorcismo de sí mismas y de la sociedad para desterrar al fantasma puritano y colonial de la hipocresía moral patriarcal. Y sucede así desde el momento mismo de la convocatoria: una entrada muy barata, un encuentro inescapable. Promover la reunión de voces y cuerpos es un acto revolucionario.
“Podemos hacer cosas maravillosas y dejar de comer migajas del suelo, que es lo que está pasando con las mujeres bolivianas”
No es posible mirar “Revolución Puta” desde un celular. Esta revolución no será transmitida por redes sociales, no será viralizada. Será sembrada en la realidad, paso a paso, lenta pero segura como una comparsa de carnaval. Hay que asistir a las salas, al llamado, escuchar su música y sus palabras, su poesía, y hacerlas cuerpo en nuestra propia carne. Hay que buscar su sabiduría incluso más allá de lo que se presenta en la pantalla porque, desde su altura y su simpleza, cala y revela más preguntas que respuestas.
“¿Cuál es la diferencia entre su trabajo y el mío?”
Para mí, la respuesta obvia era que yo no comercio con mi cuerpo. Y esa era más o menos la respuesta de todos los hombres interpelados por la cofradía pagana de la OMESPRO, gremio que usó la cama para adornar su matraca, un símbolo que nos identifica a todos, porque todas y todos tenemos una cama.
María contó que la frase en la matraca debía decir “Que la vergüenza cambie de bando”. El artesano equivocó una letra y acabó con “banda”. Pero eso no importa, “porque cuando eres violada, cuando eres acosada, cuando han matado a tu hija, cuando eres una madre que está criando las wawas que el padre ha abandonado, te hacen sentir la vergüenza a ti”. Que la vergüenza cambie de bando y de banda, así habrá una diferencia menos.
La respuesta parece obvia cuando se cree que las trabajadoras sexuales tienen un solo oficio, o que el primer trabajo que realizan es el trabajo sexual. Pero ellas son como cualquiera de nosotros, personas de muchos oficios. Hay maestras, enfermeras, abogadas, comerciantes o peluqueras que también son trabajadoras sexuales.
Cristina, y cualquiera de nosotros, ha visto “profesionales con título vendiendo mocochinchi y pacumutu en las calles. Mucha gente se está dedicando al trabajo sexual, también los varones. Se ocultan, igual que nosotras, pero hay”. Una diferencia menos, y para verla hay que acabar con la doble moral. “Revolución Puta” pone en primer plano una situación no sólo gremial, sino sistémica; no sólo de alcance local, sino mundial: no hay trabajo.
María recordó que el proletariado de principios del siglo XX consiguió las 8 horas de trabajo, la seguridad social y el contrato, “pero hay que volverlo a repetir mil veces, porque en todo este problema hay una trampa”. En la era tecnológica, cualquier oficio se enfrenta a la incertidumbre, pero no hay lugar en el mundo en el que un sistema político haya resuelto la relación con las trabajadoras sexuales.
La trampa consiste en creer que hay muchas diferencias entre esa labor y cualquier otra, y sostenerlas desde la moral, los valores, o la religión. Celeste dijo que esta obra es un acto político “desde lo más bajo, para que ya no haya diferencias. Basta de decir que yo soy puta y tú eres profesional. Hay que unirnos en toda Bolivia, y por qué no, en todos los países”.
La respuesta me pareció obvia. Pero hay que escuchar bien la pregunta para entender que esa obviedad es una mentira, porque en este sistema de cosas, llámese patriarcado, neoliberalismo global, cielo en la tierra o como se quiera, todos comerciamos nuestro tiempo, que es, a fin de cuentas, lo mismo.
¿Hay que esperar la jubilación para hacer la revolución?
Como dijo María, “la película nació de la frustración”. Tras 20 años de lucha organizada y repetitiva, llegó el cansancio y la inspiración para decir las cosas de otra manera, para resignificar el discurso propio y la palabra que toda mujer ha escuchado en su vida, porque “no hay ninguna mujer a la que no le hayan dicho puta, o hija de puta”. Entonces, todos lo somos: hijos, acusadores y acusados. Pero si no nos gusta esa verdad, ¿qué hacemos? ¿Se trata de un problema del satanizado movimiento feminista?
“La vida es una sola y tengo que disfrutar. Cuando me muera, nada voy a llevar”
María dijo que los hombres somos incapaces de poner el cuerpo en la lucha y la vida cotidiana porque estamos en una sociedad patriarcal. “Si no lo pones, no puedes sentir tu vulnerabilidad, tu dolor, tu pequeñez, tu absurdo. Tienes que recuperar tu cuerpo y ponerlo en la lucha. Partir de ti mismo. Tú eres el problema”. Parece ponemos el cuerpo cuando hay elecciones, pero ¿qué elegimos? ¿Cuántas personas estaríamos haciendo las cosas que hacemos si pudiéramos elegir con total libertad?
“La película trata sobre el saber de las mujeres trabajadoras sexuales, que hay que comunicar a las mujeres bolivianas”, dijo Galindo. Pero tiene mucho más que decirnos a todos. “Revolución Puta” es una semilla de transformación que se viene sembrando y regando este año por todas las capitales bolivianas y algunas ciudades del mundo, a pesar del atrincheramiento de las afectividades y sensibilidades machistas. Ojalá que no tengan que pasar otros 20 años para escuchar, actuar y recoger sus frutos.
Ficha técnica
Revolución Puta, 52 minutos, Bolivia, 2023.
Trabajadoras sexuales de la OMESPRO La Paz y Santa Cruz: intérpretes, protagonistas, performers y guionistas.
María Galindo: dirección, guionización a partir de una construcción colectiva, dirección de performance, diseño de vestuario, decorados y movimiento de cámara.
Danitza Luna: diseño escenográfico.
Devi Beatrix, Óscar Rea: coreografías.
Rafael Venegas: cámara.
Sergio Calero: musicalización.
Kumbia Queers: música y producción de “Himno De Las Putas”, a partir de una letra creada en colectividad.
Transparaíso Cine, Mujeres Creando, OMESPRO La Paz, OMESPRO Santa Cruz: producción.