Samadi Valcárcel, trenzando lenguajes en la escena teatral
La actriz y directora de teatro tiene casi dos décadas de recorrido, a pesar de todo y todos.



Ella pone el cuerpo para darle carne y voz a las muchas Antígonas de la obra que produjo con su compañía, Teatro Feroz, en complicidad con la compañía Mímesis Teatro. En esta entrevista, Samadi Valcárcel se enfoca en la comprensión y práctica que tiene del teatro y sus lenguajes. Que sea de provecho.
Pura Cepa (PC). ¿Cómo era tu experiencia teatral en Bolivia antes de irte a Buenos Aires y ahora que has vuelto?
Samadi Valcárcel (SV). En 2006, empecé con “Mujer Prohibida”, una obra que hablaba de los cautiverios de la mujer y tiene que ver con estos temas de género. Tenía un director demasiado dictador, nunca podía montar mis obras, siempre terminaba siendo su asistente. La estrené en 2010 con Teatro Feroz. Hice dos obras más y dije, “quiero realmente trabajar y vivir de esto”. En 2013, me fui a la Escuela Metropolitana de Arte Dramático. Me quedé ahí, luego hice una especialización en Teatro de objetos, interactividad y nuevos medios. Volví para presentar “Escuchando a Radiohead te escupo mi corazón”, que había ganado el PIU. Dije, “la presento y me vuelvo”. Luego vinieron los problemas del 2019 y el Covid, todo junto. Pensé que iban a ser unos meses, pero fue un montón de tiempo. Empecé de nuevo, básicamente. Así conocí a Israel y Katy, y encontré otras formas de hacer teatro.
Cuando haces teatro, la inconformidad te mueve. Si estás bien, no haces teatro.
PC. ¿Ahora estás bien acá?
SV. No, nunca estás bien. Cuando haces teatro, la inconformidad te mueve. Si estás bien, no haces teatro. Al menos lo veo así, es mi lenguaje, mi forma de mostrar mis incomodidades. En el sentido creativo, estoy empezando a encontrar personas muy interesantes para trabajar, que tienen una mirada muy diferente del teatro tradicional, y esas personas me llaman la atención para aventurarnos a hacer otro tipo de cosas.
PC. ¿Cómo te encuentras con la interdisciplinariedad?
SV. Escogí ir a Buenos Aires porque es uno de los pocos lugares en Latinoamérica donde se trabaja con el cuerpo. La dramaturgia del actor tiene que ver con lo corporal y lo espacial. Para mí, si tienes un actor sentado hablando una hora, es la cosa más aburrida del mundo. Cuando dirijo, soy muy visual porque dirijo desde el cuerpo, no desde la palabra, desde lo que corporalmente me resuena y me sirve. Puras instrucciones a los actores, puras necesidades visuales, una proyección, que la actriz corra mientras dice. Yo no me considero dramaturga porque no tengo formación, y porque mi escritura está pensada desde la dirección. Entiendo que es un error escribir lo que quiero ver, pero lo he aceptado y he dicho, “así yo soy y así es como me interesa abordar el teatro”. No me interesan mucho las palaras. Y la Katy (Bustillos) es lo inverso. Ahí hemos encontrado el complemento para escribir una obra entre las dos, y es mi primera experiencia escribiendo una obra con alguien más.
PC. ¿Cómo deciden usar a Antígona para hablar y qué de lo tuyo está en esa obra?
SV. Desde changuita he querido hacer ese texto, pero faltaba edad. Ya veníamos explorando el tema desde la pandemia. Ahí surgió una primera versión que es “La cuchara de Antígona”. Pero ahora, en mi caso, en relación al texto, me replanteaba mucho el tema del trabajo y la mujer, cómo es su rol en el trabajo, la explotación laboral y demás temas. Y, por otro lado, las partes más biodramáticas, donde la actriz empieza a hablar acerca de su vida y cómo es ser actriz o directora de teatro, surgieron con un poco de mi vida ficcionada para que no sea una queja, sino una obra de teatro. ¿Cómo sería una Antígona en el presente, cuáles serían las revoluciones de una Antígona contemporánea? Están en el trabajo, en la familia, en el cuidado de las personas que tiene que mantener. Y en el área teatral, queríamos que sean mujeres las que nos dirijan, como una forma de reivindicar el rol de la mujer y decir que podemos dirigir, escribir, poner la escena, componer la música. Ahí realmente nos hemos hermanado, y “Antígonas” es eso, estas mujeres que somos en las artes teatrales.
PC. ¿Qué es para ti el lenguaje del teatro?
SV. Es un gesto. No necesitas construir un muro. Haces un gesto, y la gente entiende que está ahí. Yo te digo, “tengo un globo”, y tú me crees, porque lo hago así. El teatro va a los niños que nosotros tenemos, tanto de quienes actuamos como de quienes vemos. Cuando yo actúo, siento liberada a mi niña, y cuando veo al público pienso que son los niños que creen en la historia que estoy contando. En el teatro se hace un gesto y se genera convención y complicidad. A mí me dicen que en mis obras siempre aparecen proyecciones, objetos, un actor hablando en butacas. Pero es mi forma de entender el teatro, es la convención que quiero entregar, que esta línea entre realidad y ficción es tan difusa que puede desaparecer. Por eso, cuando veo un teatro muy teatral, digo “ah, es teatro”, o cuando es muy performático, “no te creo”, porque necesito ese juego entre ficción y realidad. Y ese es mi lenguaje.
Es mi forma de entender el teatro, es la convención que quiero entregar, que esta línea entre realidad y ficción es tan difusa que puede desaparecer.
PC. ¿Qué piensas de las nuevas tecnologías y medios, como la inteligencia artificial, para crear lenguaje en el teatro?
SV. Súper interesante. Cuando comenzó la pandemia, nos cuestionamos esto de la pantalla y el teatro, pero el experimento fue con el lenguaje, cómo se introduce a nosotros, cómo empezamos a decir lo que decimos por chat, por ejemplo, x2, GIFs, palabras que ya son parte de nuestro lenguaje. Y en la escritura teatral es interesante pensar cómo ver un GIF teatral. Es parte de esta dimensión digital y cómo incorporarla sin perder la esencia teatral, porque eso se puede volver audiovisual, cámara plana, y es lo más aburrido del mundo. Pero si hago las dos cosas, estas usando un poco más la tecnología. Es un área que hay que explorar. Me interesa mucho, pero pienso que sigo en la tradición antigua. El teatro nunca muere por la organicidad del actor, por estar ahí en vivo, vernos cara a cara. De tantos siglos atrás que seguimos con esta tradición, y es porque algo pasa cuando estamos presentes, cuando estamos acá, sintiéndonos. Y no pasa en lo virtual, por más que sea la mejor obra del mundo.
PC. En Tarija hay pocos grupos y espacios para el teatro, y prácticamente no hay autores. Con toda tu experiencia interdisciplinaria, ¿qué le dirías a la gente joven que quiere dedicarse al teatro?
SV. Mi bichito antes de irme era la experimentación. Todo es idea, pero cuando lo llevas al plano escénico recién se vuelve algo que sirve o no sirve. Por un lado, no hay que enamorarse de una idea del teatro. Vayan y busquen, hagan un poco de danza, un poco de cine, de plástica, un poco de todo para darse cuenta cuál es el lenguaje de estas artes. A mí, por ejemplo, de la danza me interesa la repetición. De la plástica, el trabajo espacial. Y así voy agarrando elementos para generar mis composiciones multidisciplinarias. Otra forma es invitar a otros artistas y directores. Lo hice ya con “Radiohead”, y es esa necesidad de querer ver qué hay más allá de dos personas sentadas frente a una mesa. ¿Qué se puede hacer con esa mesa, por ejemplo? Una cosa que me encanta es el trabajo con el objeto. Tiene mucha potencia, y en Bolivia no lo usamos. Es un decorado. Si empezamos a darle voz, corporalidad, movimiento, es algo que sorprende. Son pequeñas cosas, experimentación y ensayo, una, y otra, y otra vez, hasta encontrar tu propia poética. Y es difícil porque tiene que ver con tus cicatrices, de alguna forma. Yo hablo del trabajo porque es mi cicatriz. Trabajo en la mañana y en la noche ensayo. Tengo que tratar de balancear estas dos cosas. Trabajo en una institución de prevención de violencia, y estoy ejecutando proyectos, dando talleres, y al mismo tiempo estoy escribiendo sobre estos temas. Tuve una obra anterior, “Pacífico”, que surgió porque hablábamos sobre masculinidades en mi trabajo, y eso derivo en una obra sobre masculinidades alternativas. Espero traerla pronto. Me ha gustado tanto este espacio de Ñandereko que quiero traer todas las obras que tengo. Diría que hay que apoyar este tipo de espacios, independientes, autosostenidos. Se pueden aprovechar para todo tipo de puestas en escena y experimentaciones. Es un espacio muy lindo, de gente joven que está con ganas de generar y tienen su propia propuesta teatral. La parte que gestiona la cultura en nuestro país debería generar unos bonos específicos para espacios como este. En La Paz, se han unido los espacios privados alternativos, y están pidiendo un apoyo a su actividad autogestionada, pues son parte de la cultura y la dinamizan.