Día Mundial del Teatro
La ruta hacia el Teatro Tarijeño
En Tarija no hay teatro, hay teatralidades. Y la teatralidad nos hace ver cómo son las cosas y apreciarlas por lo que son; nos da la posibilidad de elegir creer.



El teatro es, por una parte, el edificio, la arquitectura, el espacio donde se asiste para ver y escuchar una historia, el espacio para encontrarse. Por otra parte, siguiendo a la profesora Josette Féral, el teatro es un arte, un oficio, hecho de mímesis y teatralidad: es decir, de una voluntad de copiar o reproducir aquello que en comunidad consideramos como cierto o real, y esto incluye también lo que nace puramente de lo imaginario; y de una codificación lúdica de maneras, significados y simbolismos que dota a los actores e intérpretes de las herramientas para desplegar esa copia ante los espectadores, para contarles el relato, y que, a su vez, brinda a los espectadores la clave para aceptar tal relato como algo posible, como algo en lo que se puede elegir creer.
Tenemos entonces la carne marcada para la faena: espectadores que conocen o descubren una teatralidad que codifica una construcción que mima o alude a una realidad que los actores o intérpretes buscan convenir en el escenario. Esas son las partes. Eso es, a grandes rasgos, el circuito del teatro, su vaivén cognitivo.
Sabiendo y suponiendo esto, ¿qué teatro podemos ver hoy en Tarija?
Escenario
¿Dónde hacemos teatro? Es el Día Mundial del Teatro, el ITI (Instituto Internacional del Teatro, por sus siglas en inglés) le pidió a un griego (Theodoros Terzopoulos) que escriba el mensaje de este año, que es contundente, y nosotros acá, en Tarija, con un tremendo teatro greco chapaco que, como vemos en la portada de la nota, no ha visto una sola función en años. No lo usamos para nada porque promueve un encuentro en un ruedo que no conocemos y no sabemos usar. Es diferente a nuestra rueda chapaca. ¿Cuál habrá sido la visión de los proyectistas al poner un teatro, de semejante porte, ahí donde fue puesto? ¿Querían crear el gran teatro popular tarijeño?
Luego están el Teatro de la Cultura y el Teatro Salamanca, que de poco sirven a los creadores locales pues los costos de acceso son altos para los niveles de producción que tenemos. Solo algunos grupos, generalmente de afuera, pueden pagar el alquiler, solo para encontrarse con una lista de requerimientos técnicos que no podrán ser satisfechos.

Mientras tanto, los creadores locales sueñan con políticas públicas que abran estos espacios para sembrar teatro, como sea, a mano, a pulmón, mientras lo practican en otros lugares. Las flores necesitan tierra y agua, los cuadros necesitan lienzos y galerías. El teatro necesita formación (para quienes lo hacen y para quienes lo ven), público y escenarios. Y, lamentablemente, los procesos para abrir los espacios que pueden dar pie a un movimiento teatral, como el escenario del Paraninfo Universitario, largamente descuidado, han sido interrumpidos por el burocratismo y la preferencia de los funcionarios por las promesas extranjeras.
Intérpretes
¿Quiénes enseñan el arte de actuar? Las artes y las humanidades son lo último en la historia de la academia tarijeña. En las universidades tarijeñas no se enseña Literatura, Pintura, Danza, Música. Mucho menos se enseña Teatro. Todas estas disciplinas se aprenden por intuición y afición, por tradiciones cerradas y diferenciadas, como “pasatiempos”, como parte de las tradiciones, o también a niveles técnicos en una variedad de institutos y agrupaciones que hacen el gran esfuerzo de dar a Tarija otras formas de expresión.
Por ello, y en general, las actrices y actores tarijeños que vemos en nuestros escenarios todavía flotan en la incertidumbre, pues no tienen el peso suficiente del conocimiento de la escena, de su lienzo propio. Sus gestos son como los trazos de alguien que casi nunca ha tomado un lápiz y se le pide un retrato, más allá de que este sea realista o grotesco.

Por supuesto, hay retazos de historia, hay entornos, como lo que fue la Escuela de Formación para Instructores de Teatro Popular. Hace dos años, se habló en este suplemento sobre algunas líneas, creadoras y creadores que han abierto sus caminos. Hoy, se recuerda la escuela de Julián “Chiquis” Cartagena, y se puede referir a figuras como Ronald Millares y Ana Rosario Choque. Hay grupos, como Itaú, Jësaete, Oráculo, Epopeya. Y también, a su manera, con sus escuelas, hacen caminos Andrés Grau y Martín Leis.
Mímesis
¿Qué es de lo que nos habla el teatro tarijeño? No tenemos mucha idea, y tenemos años y años de historia teatral olvidada en esta tierra. ¿Quién recuerda las obras de Federico Ávila Ávila, Alberto Sánchez Rossel, José Quiroga Laime o Jorge Antelo Vidaurre? Quizá ya no están los que puedan relatar alguna puesta en escena de sus textos teatrales, obras de teatro social para hablar de lo justo y lo injusto, obras de teatro para la escuela rural, para que los estudiantes adquieran la capacidad de leer el alma del tiempo y la psicología de los semejantes. Esos son algunos rastros de un teatro chapaco, propiamente hablando, aunque fuera uno de voluntad demasiado aleccionadora, demasiado volcado hacia la moral.
Claro, Tarija nunca ha sido un referente de dramaturgia en Bolivia. Acá se ha cultivado más la poesía, el cuento, la canción, que no necesariamente son formas literarias que propician el diálogo, el conflicto, el pensamiento. Es decir, son formas que producen objetos artísticos que pueden ser apreciados por motivos y elementos muy distintos de los que suelen configurar una obra de teatro.

Entonces, hoy, no tenemos autores. No demasiados. Los referidos Choque y Millares, Sadid Arancibia y Juan Villa, por ejemplo, hacen sus esfuerzos y configuran el panorama actual de creación de una dramaturgia local. Es decir, son quienes están escribiendo teatro en Tarija, un teatro que de alguna manera habla de temas propios, con un lenguaje cercano. Y si falta alguien, una llamada, por favor. Después, no hay quien escriba teatro original.
Y entonces encontramos otras esferas en las que se produce teatro: los festivales universitarios y de colegio. El Alemán del Sur, La Salle, Santa Ana, por ejemplo, han hecho sus eventos, y generalmente los cursos escriben sus propias situaciones y las escenifican. En este ámbito, pero en un nivel superior, está el Festival de las Escuelas Normales Superiores, donde los docentes en formación también crean obras de teatro y compiten. Es un evento que se realiza en todos los departamentos de Bolivia, impulsado por el gobierno central. El año pasado, Tarija ganó todo con una obra de teatro hecha puramente en guaraní.
Teatralidad
¿Cuáles son los códigos con los que intérpretes y espectadores construyen narrativas en Tarija? A riesgo de confundir teatralidades con estilos, y de ser reductivo, voy a referir cuatro líneas que he visto:
1. El teatro de museo. Es el que se vale de las grandes referencias de la dramaturgia universal clásica, léase europea, como las obras de Lorca, o las tragedias griegas, para realizar una práctica teatral que, finalmente, resulta anacrónica y alcanza muy poco a dialogar con el público de hoy y las cosas que pueden interpelarlo.
2. El teatro de contrabando. Aquí básicamente vemos obras que han triunfado en otras ciudades de otros países, como Buenos Aires, y que se representan en Tarija como si fueran una novedad, como si se pensara que este es un pueblo donde nadie se entera de lo que pasa en otras partes. Es un teatro que trabaja con cuidado el detalle, que busca replicar con la mayor exactitud posible la interpretación y la escenografía de las puestas en escena que han triunfado, buscando ese mismo sabor. Si copias la receta, la torta no puede salir mal y a todos les va a gustar.


3. El teatro en formación. Se refiere a lo que hablé antes, esas obras que se hacen en colegios y escuelas de profesores, donde el teatro es una herramienta para explorar temas educativos. Es, quizá, la línea donde el teatro tarijeño tiene potencial para investigar nuevas narrativas, un germen de lo que es el teatro como forma de arte.
4. El teatro independiente. Casi ya no existe. Se hace poco, se ve poco. Lo hacen artistas que tienen experticia en el arte de las tablas. Los que vienen de afuera, vienen y se van. Los que hacen acá, muchas veces terminan desistiendo porque las instituciones no apoyan el oficio, ponen trabas, o no se atreven a darle un solo peso a este arte. Y también porque no hay un público formado y ávido de consumir este tipo de código.
Espectadores
Finalmente, algo sobre el público y su falta de fe en el teatro, que se manifiesta en la falta de pago. En realidad, en Tarija hay una marcada preferencia por la teatralidad del calendario festivo chapaco. Es decir, nos gastaremos el dinero en producir y recrear las fiestas marcadas en el año, las que nos cuenta historias que están ya grabadas en nuestro espíritu, esas historias que son mezcla de lo antiguo y lo colonial humano en nosotros: la Adoración del Niño Jesús, el Carnaval con sus compadres y comadres, la Pascua Florida, Chaguaya, Santa Anita, San Roque y su Fiesta Grande, y tantas, tantas más. Pero no vamos a dar nada por las historias que nos interpelen o nos den ternura de una nueva manera.

Entonces, el espectador en Tarija, desde el ciudadano hasta el funcionario, le tiene miedo al teatro, claro, y falta de fe, por supuesto. Presupuesto, cero. Aunque alguna vez se ha usado bien el teatro para contar la Batalla de La Tablada, y el via crucis de cada año es pura teatralidad.
Y, además, ¿cómo vamos a pagar 30 bolivianos por ir a ver una obra de una hora donde unas cuantas personas actúan más o menos, entre una o dos escenografías medio hechas, cuando podemos sincronizarnos con el calendario festivo y asistir a una infinidad de fiestas y teatralidades en las que miles de personas se visten, bailan, cantan, dicen, y podemos sacar el teléfono y filmar lo que sea, y podemos comer lo que sea, y no tenemos que pagar un peso por estar ahí?
Teatro Tarijeño
El calendario de las festividades en Tarija es un rico sustrato para hacer florecer el Teatro Tarijeño, porque es abundante en teatralidades. Y el arte del teatro tiene la capacidad de abrirlas hacia el diálogo, hacia el encuentro, hacia la reflexión a la que nos llamó este año el teatrista griego, Theodoros Terzopoulos, con la voz de Dionisio: “¿De qué se trata todo esto?”.

¿De qué se trata Tarija? ¿Qué es ser chapaco hoy? Son preguntas con tantas respuestas que no importa hallar una sola. Hay que buscarlas en el camino posible del entusiasmo de hacer teatro, un camino que solo tiene un peligro, y es folclorizar el teatro para hacerlo aleccionador, para decir, “somos así”, para moralizar, cerrarnos en la región, evitar todo diálogo.
El teatro también es una ruta por la que nuestra Tarija despojada y sin gas también puede andar. Queremos impulsar la industria del turismo, y el teatro tiene uno de los valores más grandes para recrearnos y contar la historia de lo que somos a los visitantes que llegan con avidez de algo más, de algo significativo, de algo que nos haga parte de un recuerdo indeleble y, aunque sea por un momento, lado a lado con otros que son como nosotros, que nos haga sentir esa certidumbre: “¡Ah, sí! De esto se trata”.
Si quieres saber dónde está el teatro greco chapaco, ahí te va: