Antagónica Furry, la poeta (Parte Dos)
Segunda de dos partes de un especial sobre el arte, la vida y la poesía de esta artista boliviana.



Ella aún no tiene un título para su próximo libro de poesía, pero nos regaló tres de los poemas que incluirá y que publicaremos próximamente, a modo de esperar su decisión. Mientras tanto, continuamos con la segunda parte de una larga conversación con Antagónica Furry en la que entregó imágenes y anécdotas de su cotidiano, su oficio y su genealogía.
Aunque no es necesario tenerlas en cuenta para leerla, dan cuenta de lo medular en su poesía, y seguramente van a reverberar cada vez que visitemos Bypass en pasadizo, del cual, como gesto de la autora, ofrecimos “Fatuo” en la primera parte, y esta segunda cerrará con el breve y contundente “Intervaloscopio”.
POESÍA O MUERTE.

Pura Cepa (PC). En tu poesía, hay disección de cuerpos, postales de erotismo convulsivo, y una cualidad de volcán en plena y abundante supuración. Pero llama la atención la presencia constante de la radio. ¿Cuál es tu relación con ella y la música, y qué género musical deja nacer tu escritura con más benevolencia?
Antagónica Furry (AF). Crecí con música. Es decir, la ponían para todo. Para cocinar, algo nacional o peruano, como unos valses. Para ordenar la casa, zambas o cumbias del recuerdo. Mi vida siempre tuvo un soundtrack. Es involuntario describir qué escucho mientras escribo. No soy una mujer de lo estridente, lo ruidoso, lo serpenteante ni mal versado, por eso no escucho metal ni reggaetón. Prefiero géneros favoritos de algún recinto de abuelos. Como sinestésica que soy, un bonito bolero, por ejemplo, lo asocio al aroma recién horneado de galletas de mamá. Me lleva a algo grato, me gusta.
PC. Sea por circunstancia o política personal, eres una artista que trabaja con procedimientos analógicos, tanto en collage como en escritura. ¿Cuál es tu opinión del arte digital y de las nuevas tecnologías de inteligencia artificial y sus capacidades para crear imágenes y textos artísticos?
AF. Quién sigue mi trayectoria como artista y escritora, sabe que no fluyo en lo digital y sí en lo analógico. Como maestra dando clases de collage, si bien he formado grandes collagistas analógicos por mi clara inclinación a ese campo, nunca desmerecí el trabajo digital de colegas que manejan esa destreza con gran talento. Uso lo digital para publicar mis trabajos, uso redes sociales de la web para que mi obra sea conocida. Tan alejada de lo de hoy por hoy no lo estoy. No me preocupo, más allá de eso.
Si quisiera que me llamen Yannet Delgadillo Sánchez, no tendría ningún sentido el haber creado un seudónimo.
PC. En los medios rara vez se menciona tu nombre legal. ¿Qué opinas de esto?
AF. Amo que no me nombren como en mi certificado de nacimiento. Si quisiera que me llamen Yannet Delgadillo Sánchez, no tendría ningún sentido el haber creado un seudónimo. Las personas a lo largo de su vida anhelan ser recordadas por su nombre de pila, y si es con respeto y cariño no estaría mal. Que al caminar las señalen y digan su nombre, al recibir un premio, al estar enterrados. Hay una especie de gustito en imaginar escenas así. Claramente no es mi caso. Quiero que en vida se me conozca por el nombre de artista que elegí hace ya once años. Y muerta, que nadie se pare a sacarse selfies con mi lápida, ni que sea parte del recorrido por guías mortuorios a turistas, ni que vengan a llorarme colegas o fans sobrevivientes, después de haber buscado mi paterno y materno. Al final, la obra es lo importante, no cómo me llamen.
PC. Una vez te negaron el carnet de artista porque no había collage como categoría en el sistema. ¿Qué otras negaciones has enfrentado?
AF. Tengo muchas anécdotas en mi carrera artística. Está la vez que fui a una reunión informativa sobre la Ley del Artista. Había llegado tarde. Al intentar firmar el acta de asistencia en la fila, se me acerca un señor con una cara seria a decirme, “¡sólo artistas pueden firmar, no oyentes!”, y sólo me lo dijo a mí. Entendí que era personal. Ya llegando a la tarima para poner mi nombre y firma como prueba de conformidad y asistencia, me dicen, “¡sólo artistas, señorita!”. Entonces dije, “¡soy artista!”. Me miró junto a otros con ojos de incredulidad. Al firmar, entre paréntesis puse “Antagónica Furry”. Lo leyeron y me dijeron, “mil disculpas, claro que conocemos tu trabajo”, y me dieron palabras de admiración y no paraban de disculparse. Les pregunté por qué no creían que era artista, y me dijeron, sin exagerar, que las artistas, por usar pintura o materiales que ensucian, no andan bien vestidas ni con tacos. Se rieron y me abrazaron, ya que me iba. En otras palabras, debía estar con ropa sucia, manchada, para ser considerada, legalmente ante el gremio, una artista. Fue un balde frío viniendo de un sector marginado por otras profesiones, e incluso dentro de la familia. Otra, cuando recién comenzaba mi camino en el arte, quise ir a averiguar los requisitos para exponer en un espacio cultural cruceño del cual me reservo el nombre. Al atenderme el encargado, le dije que era artista y que deseaba exponer. Me miró de pies a cabeza, vestía sencilla, con chapulines, ropa vieja, a la vista barata, y me dijo que su espacio es para arte reconocido, arte que se vea en Instagram y Facebook, con páginas, y que sean de artistas que ya exponen. Que trabajaban con gente ya conocida, con portafolio, y mejor si es egresado de la Academia. Me fui y pasaron años. En una inauguración mía de galería, vino esa persona. Me trajo un presente floral, me deseó éxitos y dijo que su espacio me esperaba sin ningún requisito burocrático, que estaría honrado en tenerme, etc. Se había olvidado quién era, y le dije que me quedó claro que no era bienvenida porque años atrás dijo que no podían darme espacio. No soy muy rencorosa, pero su expresión no tuvo precio (Risas). Podría mencionar más, pero quizá para otra.

PC. Naciste en La Paz, tu madre es boliviana, tu padre es colombiano. ¿Cómo ha sido tu experiencia con padres de diferentes culturas?
AF. Mi padre es un gran escritor, lo conocí recién en mi edad adulta. Me conoce como él solo y lo amo con el alma. Jamás pensó tener una hija artista, y acá estamos. Mi madre es una ternura, la edad la ha amansado, era tremenda en carácter. En ella dejo caer la frase, “es una persona buena a la que le pasaron cosas malas”. Así que soy hija única del cariño de estos dos seres. Lo que queda claro de mi real vida es mi fecha de nacimiento y nombre en papeles. El resto lo mantengo en una especie de ficción confundida con lo cierto. No me place verme tan medusa, transparente, como si fuese un espécimen dentro de una caja de vidrio.
PC. Vives también en varias ciudades. ¿Cómo es para ti la experiencia de la migración? ¿Has vivido discriminación? ¿Cuál es tu cultura personal?
AF. Prefiero no ser precisa en mis actividades personales. Y sí, he viajado mucho, amo viajar. Nunca sentí discriminación por ser boliviana o, específicamente, andina. Corrí con suerte, dirían. Yo no sé a qué se debe, caucásica no soy. Soy una mujer curiosa, amo conocer mucho y nunca basta. Así sea un poco cada día. Cuando me preguntan qué estudias, digo, biología, mañana quizá cocina, pasado filosofía, y así. Uno nunca termina de aprender, y para eso no necesitas sí o sí una matrícula. Eso me vuelve amante de la cultura. Saquen sus conclusiones.
PC. ¿Cómo reciben tu trabajo en Paris, una de las cunas del arte moderno y de las vanguardias?
AF. Mi trabajo es bien recibido por esos rumbos. De hecho, no podría costear una modesta vida mes a mes si es que no vendiera obras, y allá el collage es un mimado y amo que sea así. Me ha costado llevarlo fuera de Bolivia.
PC. Sucre y París tienen sus torres Eiffel. ¿Qué opinas de las herencias coloniales, y las luchas por descolonizar la cultura?
AF. Necesario descolonizarse, pero muchas cofradías ligadas al arte están tan aferradas con uñas y uñeros a ese tipo de sistema en lo cultural, que va a costar años ver un poco de soltura.
PC. ¿En qué lugar del mundo hacen la cosa más rara que has visto en tu vida?
AF. El mundo es extraño por sí solo. Todo me parece una alucinación vivencial, más cuando no comprendo de dónde sale tanta maldad en la gente.
El mundo es extraño por sí solo. Todo me parece una alucinación vivencial, más cuando no comprendo de dónde sale tanta maldad en la gente.
PC. Cuando no haces arte, ¿qué te gusta hacer?
AF. Duermo, me ocupo de mis plantas, de mis wawas. Tengo tres canhijas y dos escarabajos. Cocino. Me gusta mucho, aprendí desde mis nueve años. No amo tener mucha vida social y peor fiestera. Me gusta la tranquilidad de mi espacio. Está por demás decir que leo, escribo, limpio y ordeno para desestresarme.
PC. ¿Cuál es tu plato favorito? ¿Cuál el que mejor te sale?
AF. No creo que haya un plato que diga, wow, me hace quedar bien. Pero mi favorito en degustación es el ají de fideo. Muchos lo saben preparar menos yo (Risas).
PC. ¿Cuáles son tus placeres culposos y prohibidos?
AF. Culposos, la gula, la pereza y la venganza. Lo prohibido, me lo reservo.
PC. ¿Qué es lo que más te enternece en la vida?
AF. Me enternece la vida misma.
PC. Estudiaste Derecho. ¿Era una forma de acercarse a la poética del hallazgo, de la recolección de evidencias que arman la imagen de una verdad?
AF. Lo diré bien breve. Nunca quise estudiar Ciencias Jurídicas. No creo que la única carrera, si un joven ama leer, sea esa, habiendo tantas y más íntegras, más interesantes. Pero es una opinión personal.
PC. ¿Qué rol ha jugado tu familia en tu camino de vida y arte?
AF. Para mí, familia es quien apoye, se preocupe por uno, tenga mi confianza, así no tenga mi misma sangre o apellido, quien celebre mis éxitos y llore conmigo mis caídas. A esa, la vida te hace encontrarla en el camino. El resto son parientes, así tocó, tienen tu sangre, son gente que, por educación, se saluda o felicita en algún cumpleaños. Mi abuela decía que el saludo es de Dios. Nunca les he negado ese gesto educado. Más no les tengo cariño, ni pondría las manos al fuego por ellos. Y vaya que tengo muchos parientes.
PC. En el caso de tu apellido paterno legal, no hay un vínculo sanguíneo. ¿Cómo ha sido esa interacción y qué de ella ha permanecido en tu obra gráfica y poética?
AF. Creo que te refieres a la pareja de mi madre, quien funge como mi real padre en papeles. Ese sí fue violento y totalmente ausente. Gracias a golpes, estando yo en gestación, tengo Alzheimer prematuro. No me siento mal ni lo romantizo. Es así y ya. Mi obra poética ha permanecido en muchas aguas. No diría que es de mi cotidiano al cien. Solo es ella y ya.
Para mí, familia es quien apoye, se preocupe por uno, tenga mi confianza, así no tenga mi misma sangre o apellido
PC. En tu poesía rondan la muerte, la vejez, el tiempo y su paso. ¿Cómo ves tu momento final y cómo quieres que sea?
AF. Pocos artistas y escritores murieron bellamente. Un amigo me dijo, “sabes, sólo gente que logra tocar un mundo más elevado, una realidad más allá de los sentidos, esos que son llamados artistas, terminan jodidos en la calle, enfermos, mal parados. Es el castigo por haber visto más allá que otros”. Quizá tenga razón. Creo que podría darme una enfermedad zodiacal, por decirlo bonito. Ojalá exista ya la eutanasia cuando me llegue la hora. Sería un bonito regalo final, uno por cortesía.
PC. ¿Cuál es tu vínculo con lo espiritual?
AF. No tengo ismos en mi vida, pese a haberme criado en una familia católica. Aunque la representación de la muerte, que es irónicamente dadora de nueva vida y un comenzar, me gusta mucho.
PC. Si no llevaras la vida que llevas, ¿qué estarías haciendo?
AF. Admiro la capacidad del desapego de lo material que tienen los monjes. Yo que a todo le pongo un ajayu, un cariño, no me imagino dejando todo eso por una vida más sana y elevada. Soy muy de la materia.
Intervaloscopio
Beber el vómito tibio de un ángel cojo.
Yacer en el malditismo del cuerpo.
Ser apoplejía de un sueño premonitorio.
Sofocar el vaso con poemas rancios.
Ser agonía dulcísima de viajes embriagados.
Todo pasa…
Todo…
Incluso la soberbia casualidad de los preñados ácaros que follan por follar.
