Ni Más Ni Menos: Cristina Arellano
Dedicada por completo al Medio Ambiente, Cristina Arellano muestra la necesidad de gestionar el cuidado del agua y el río Guadalquivir para que Tarija tenga un futuro deseable.



Bióloga de profesión, especializada en Medio Ambiente, profesora de la carrera de Ingeniería Ambiental y de la maestría de Gestión Ambiental en la UAJMS, Cristina Arellano ha seguido de cerca la Auditoría Ambiental que la Contraloría General del Estado hizo al río Guadalquivir. De este trabajo se desprende que, entre 2008, momento en que la valoración del agua del río era buena, al 2015, hubo un descenso importante en la calidad del agua que pone, o debería poner, a la población tarijeña en alerta sanitaria.
Entre algunos datos del informe, se destaca que el 54% de la población del departamento vive en la cuenta del Guadalquivir, que el río pasó de ser poco contaminado a estar activamente contaminado, y que las principales causas son el incremento de la población y sus demandas, y de las industrias y sus efluentes, que significaron un aumento del volumen de aguas residuales arrojadas al río, las cuales no se tratan ni previa ni adecuadamente. Por lo tanto, la imagen de Tarija como una ciudad agrícola, cuya población se alimenta sanamente de lo que produce, y como un destino cuyos parajes asociados al río son aptos para el turismo y la recreación, se está convirtiendo en un espejismo.
“Lo que más tiene el río Guadalquivir son estudios de todo tipo. Pero igual es un ecosistema deteriorado por la extracción exagerada de áridos, los efluentes que llegan de toda la ciudad, las obras que han destruido su substrato, como el puente 4 de julio, y que han perturbado el paisajismo. La solución es una pausa ecológica en el río Guadalquivir. Pero se tiene que reglamentar la ley para que sirva a la regeneración del patrimonio de los tarijeños”, dijo Arellano.
“Tarija es una ciudad de fósiles, puede haber un gran museo paleontológico en el sitio, al margen de un parque botánico y un mariposario”
En 5 o 6 años, se construirá una nueva planta de tratamiento de aguas residuales en la zona de la quebrada Cabeza de Toro. Mientras tanto, la planta de San Blas funciona al 30% de capacidad, pues no recibe una gran cantidad de efluentes que no cumplen los límites permisibles para ser tratados. Son aguas que provienen de empresas e instituciones, como los hospitales y los lavaderos de autos, entre otras, que se desechan sin control ni realización de pretratamiento, y que terminan mezclándose con el líquido que corre por la cuenca del Guadalquivir.
Otra cosa es la planta de tratamiento de San Luis, emplazada en 52 hectáreas de lo que ahora es un barrio del mismo nombre, cuyas lagunas de oxidación han colapsado hace muchos años. “Hay una actividad que ya cumplió su ciclo, ahora se debe planificar el abandono, limpiar los lodos. San Luis tiene un proyecto para dragar las lagunas y frenar la putrefacción y la emisión de ácido sulfhídrico”, dijo Arellano.
Para ella, es importante pensar lo que sucederá en ese sitio mientras se construye el proyecto de Cabeza de Toro. “Tarija es una ciudad de fósiles, puede haber un gran museo paleontológico en el sitio, al margen de un parque botánico y un mariposario”. Sin duda, el futuro deseable de Tarija es una tarea para un equipo multidisciplinario, sensible y responsable.