El dolor en la filosofía del tatuaje del “Maldito Lisiado”
Atravesando toda duda y limitación, Emir Ávila Ruiz, el “Maldito Lisiado”, encontró en el tatuaje una forma de ayudar a las personas a revelar lo que tienen dentro.
Si no fuera por un accidente que comprometió su columna vertebral, del cual lleva un par de años recuperándose y que ha sido la inspiración de su nombre de tatuador, quizá Emir no se habría enfocado tanto en el arte de hacer tatuajes. Durante el reposo forzado, pudo profundizar en una relación que inició a sus 16 años con el oficio de marcar la piel, allá cuando el Mandingas le hiciera su primer tatuaje.
Emir lo frecuentaba para charlar y escuchar palabras que poco a poco moldearon su concepción y filosofía del tatuaje. Después, como ingeniero comercial, se asoció con otros tatuadores para abrir el estudio Tercer Ojo. “Nunca sentí que iba a ser tatuador, pero siempre quise estar ahí”. Al ver el amor y respeto que Emir profesaba por el tatuaje, uno de sus socios le enseñó a dibujar y tatuar, “y decidí no soltarlo más”.
“Quiero que la gente sepa que es una experiencia, y que lo hará con alguien que tiene el peso y valor necesario para asumir sus deseos de marcar su piel para siempre”
Hoy, a sus 30 años, con un 70% del cuerpo tatuado, los viajes frecuentes no le permiten tener un estudio fijo, pero Emir conecta con sus clientes a través de redes sociales y amistades, y tatúa en su departamento de San Gerónimo. Le gusta tener citas previas para hablar opciones e ideas, para que “la persona conozca las técnicas y el proceso de envejecimiento del tatuaje antes de decidir qué se va a hacer”.
A Emir no le interesa que el tatuaje sea un producto, “quiero que la gente sepa que es una experiencia, y que lo hará con alguien que tiene el peso y valor necesario para asumir sus deseos de marcar su piel para siempre”. Emir forjó su estilo con las dagas, rosas, calaveras, águilas y serpientes de la tradición americana, pero hoy encuentra en la tinta negra y el tatuaje tribal la simpleza suficiente para evocar fuertes emociones y sentimientos.
Su propia experiencia del dolor le hizo comprender y resignificar la relación que cada persona tiene con su cuerpo y su memoria. El dolor es parte del proceso, pero la experiencia no tiene por qué ser dolorosa. “Hay que recordar que somos humanos, tratarnos con calma y cariño. Me ha tocado cubrir cicatrices y, cuando las tapamos, las personas revelan su alegría y tranquilidad, tienen una mejora emocional, ya pueden ir a la piscina en paz. El tatuaje siempre va a revelar lo que llevas dentro”.
“El tatuaje siempre va a revelar lo que llevas dentro”
Después de años viviendo afuera, Emir volvió a Tarija durante la pandemia. La distancia le mostró que la queja es el común denominador de la juventud. “Yo también fui parte: o te vas en busca de algo, o te quedas a no hacer nada y seguir quejándote”. Pero la pandemia también le permitió enfocarse y darse cuenta que “las cosas que haces con las manos y puedes desarrollar por cuenta propia son las que nadie te va a quitar. Solo hay que tener el valor de hacer lo que queremos”.