Promueven buenas acciones todo el año y no solo en Navidad
Por qué es importante enseñar a ser solidarios
Fomentar el sentido crítico de los menores puede ser un buen regalo durante la época navideña, aunque los expertos recomiendan a padres y profesores que no esperen a estas fechas para hablar con ellos de generosidad, consumismo o avaricia



Es necesario no dejar de lado la parte emocional de los hijos y educar en consecuencia. Como defiende Carlos Javier González Serrano, profesor de Filosofía y Psicología y orientador en la etapa de Bachillerato, hablar de valores navideños, desde un punto de vista filosófico y sociológico, implica una limitación: “Tradicionalmente, se ha entendido la Navidad como un periodo en el que la solidaridad, la generosidad, la afabilidad o la calidez deben primar sobre otros valores como la avaricia, el consumismo voraz, la envidia o la malicia”. González Serrano, también escritor, asesor de comunicación y director del pódcast A la luz del pensar, se cuestiona entonces qué sucede con el resto del año.
El experto indica que esos valores de los que se habla son independientes a fechas señaladas, eventos o circunstancias sociales y que podría emplearse la Navidad y su contexto para tratar con los niños de la existencia de esas convicciones y pensarlas con ellos: “Un buen regalo a nuestros hijos y alumnado durante estas fechas puede ser fomentar su sentido crítico. Trasmitir valores resulta más efectivo con el ejemplo. Hay una cita del pensador Henry David Thoreau, escritor y filósofo, que suelo recordar mucho cuando hablo con padres y madres en tutorías o en charlas con adultos: ‘Si busca persuadir a alguien de que hace mal, actúe bien. Los seres humanos creen en lo que ven. Consigamos que vean”.
González Serrano, en cuanto al disfrute del niño en la época navideña, explica que los menores desde los cuatro años han de conocer la situación familiar, pero lo que no es recomendable es traspasarles obligaciones y preocupaciones que no les corresponden: “En casa es adecuado hablar con los hijos sobre la realidad del mundo, es decir, explicarles que para obtener bienes de cualquier tipo es necesario contar con medios económicos y que no podemos disponer de tales medios a nuestro antojo, sino que dependen de nuestro trabajo y de la situación laboral”. También es necesario, según prosigue, hablar con ellos desde la sinceridad y naturalidad y prepararlos para superar situaciones con esfuerzo y no hacerles creer que pueden lograr todo aquello que se propongan.
Este escritor alega que debe trabajarse en la dilación de la satisfacción y en la construcción del deseo y no es tan fácil hablar a favor o en contra del materialismo, sino que lo importante es lograr discernir qué se necesita y qué no. Así, para González Serrano es prioritario enseñarles desde edades tempranas a examinar dónde hay voluntad o dónde influencia de otros: “Los menores tienen un escaso control del impulso, por lo que necesitan de algo o alguien que, desde fuera, les indique ciertos límites. Acostumbrarlos a un lapso de tiempo corto entre la aparición del deseo y su satisfacción genera adultos emocionalmente dependientes que, si esta no es rápidamente cubierta, aparece el sufrimiento, la desazón y la desilusión”.
El verdadero regalo es la preocupación por el otro
“En cuanto a la generosidad y a los regalos deberíamos mostrar a los hijos que lo material no es lo significativo, sino el acto de dar, por sus gustos y necesidades. Deberíamos enseñar que la generosidad tiene más que ver con la preocupación por el otro que por aquello que se da”, continúa este experto. Lo mismo sucede con la solidaridad, que no ha de asociarse a sentimientos de pena o compasión, porque no debería ser un acto puramente pasivo —me compadezco, luego soy solidario o qué pena me da—, sino, más bien, activo —decido dar mi dinero, comida o bienes de cualquier tipo a una causa porque la considero necesaria, justa, buena o bella—.
Buenaventura del Charco, psicólogo sanitario, docente universitario y autor de Hasta los cojones del pensamiento positivo, sostiene que cada vez las familias se componen por menos miembros y se ha perdido, en cierto sentido, el compartir en familia y las reuniones, más aún en fechas navideñas: “Ante el desdibujar del componente más cálido de estas fechas, el consumismo ha adquirido mayor protagonismo, en parte también porque esa reducción de niños en las familias hace que estos reciban más atenciones que pueden llevarlos a sentirse desbordados por tantos regalos y apenas sepan hacerse cargo”.
En palabras del experto, parece que siempre ha existido determinada presión por mostrar felicidad en esta época del año, y entiende que puede llevar adherida cierta represión o culpabilización de quienes no la experimentan. “Llega a hacerse muy difícil para quienes atraviesan un mal momento permitirse sentir tristeza, rabia o ansiedad. Esto, unido al hecho de que en Navidad las ausencias o rupturas pueden verse más acuciadas, muchas veces deja un sabor agridulce en las celebraciones”, argumenta Del Charco.
“Puede parecer que los niños son ajenos a estas dinámicas, pero estos días cuando paseas para ver el encendido navideño y organizas más actividades se evidencia mucho que el abuelito ya no está, la separación de los padres y situaciones similares que muchas veces son tapadas con un ‘no estés triste porque es Navidad’ o se censuran con expresiones de rabia como ‘los Reyes Magos no te van a traer regalos’ que dificultan la gestión de las emociones. Resulta pertinente dejarlos ser y fomentar en ellos las alegrías e ilusión de estas fechas, pero sin imponerles determinados estados emocionales”, asevera este autor.
Todas las culturas crean fechas en torno a una narrativa que intenta transmitir una serie de ideales y principios. Del Charco asegura que esto lleva a incoherencias, por lo que deben flexibilizarse algunos discursos, como que la tolerancia y generosidad no solo suceden en Navidad: “Cada uno ha de ser honesto sobre el valor que quiere dar a esta etapa del año y no sentirse en la obligación de tener que comulgar con un espíritu navideño que no queremos o con el que, en el fondo, no congeniamos, porque, como bien señaló el filósofo Watzlawick: ‘Toda conducta tiene un valor de mensaje”.
Niños hiperregalados: “Se regala mucho más de lo necesario”
Francesc Núñez, de la Universidad Oberta de Cataluña, explica la importancia de poner orden en el número de regalos a los pequeños esta Navidad
Niños que reciben demasiados regalos por Navidad. Padres que hacen demasiados regalos a sus hijos. Un bucle sin salida que se acentúa en estas festivas fechas. “Ahora es mucho más fácil regalar, estamos como obligados y motivados para hacerlo, no solo moralmente, sino que parece una responsabilidad social, debido a la propia economía, la publicidad o el marketing que nos rodea”, explica por teléfono, Francesc Núñez, profesor agregado y director del Máster de Humanidades de la Universidad Oberta de Cataluña (UOC).
La idea de que regalar implica recibir y dar favorece que los regalos y presentes sean lo importante en estas fechas. “Es muy difícil resolver este problema de regalar en exceso de una forma personal, porque, repito, es un problema social", incide Núñez. "Es cierto que una solución podría ser la educación, promover un cambio de comportamiento que conlleva un aprendizaje, pero nuestro sistema socioeconómico nos deja y nos rodea de celebraciones, de comidas de empresa y familiares, de obsequios… y nos deja inmersos en un todo del que es muy raro conseguir salir. La Navidad nos inunda”, añade el experto.
“Es complicado salirse de la tradición, de lo correcto, de lo impuesto, de separar la cantidad de la calidad para que nuestros pequeños sepan la diferencia. Lo que sí está claro es que somos los padres los que convertimos a nuestros hijos en niños sobreexcitados e hiperregalados”. Esto, sin duda, tiene un efecto en el menor con dos vertientes claras: una, porque no valora lo material y, la otra, es el componente emocional de hiperregalar y que está relacionado con la frustración, el aburrimiento o la decepción. “Si tengo dos regalos debajo del árbol, seguramente, no pierdo la ilusión, pero tras abrir 50 seguramente esté cansado, aburrido y saturado. Los pequeños van perdiendo la ilusión, que se explica por la ley del rendimiento decreciente, por la que el sexto regalo no hace la misma ilusión que el primero y así sucesivamente". Se regala mucho más de lo necesario y más de lo que la emotividad de un niño puede aceptar y soportar, “obedeciendo a unas dinámicas consumistas que tanto los adultos como la sociedad trasladamos a los más pequeños", persiste el experto.
¿Qué ocurre, por ejemplo, si un año, por lo que sea, ese pequeño acostumbrado a recibir mil regalos, de repente, se encuentra con solo uno? “Puede ser la hecatombe, que no entienda lo que ha pasado, que se frustre y crea que ha hecho algo mal. Se sentirá decepcionado. Tiene poca solución. Yo creo que lo mejor es no ser tan radical en nuestras decisiones y que el niño aprenda poco a poco a no valorar solo la cantidad sino la calidad de uso, de tener lo que desea”, explica Núñez.
¿Qué hacer entonces? Cualquier pasito, por pequeño que sea, de querer controlar o poner orden ayuda. “Por ejemplo, si el niño normalmente recibe 80 regalos y lo que hacemos es reducir un 20% el número al año siguiente ya son 16 menos presentes que va a recibir”, argumenta el experto. O, por ejemplo, en las familias muy extensas “ se puede intentar acotar el número de regalos por familiar, aunque hay que tener cuidado en cómo se organiza, es complicado porque todo el mundo quiere regalar y a lo mejor perjudicamos más que hacer el bien”.
El experto nos da un ejemplo de cómo podemos funcionar para controlar la cantidad de regalos que reciba nuestro hijo esta Navidad: el experto limita el número de objetos que los niños reciban a cuatro: algo para leer, algo que les eduque (pinturas, plastilina), algo que realmente necesiten (un cuaderno, un abrigo), y finalmente algo que deseen y que sea el juguete que han pedido en todas las cartas a los Reyes o Papá Noel.
Resumiendo, “esta Navidad, seguramente, nuestros hijos van a recibir muchos regalos, no tenemos escapatoria, pero sí podemos poner orden. Un cambio pequeño este año puede ayudar a nuestro hijo a que poco a poco cambie su escala de valores y pase de la importancia de la cantidad por la calidad, por valorar de verdad la ilusión”, concluye Núñez.