Obituario
Adiós a Eduardo Trigo, el hombre generoso
Diplomático de carrera y sobre todo, de corazón, Eduardo Trigo O’Connor D’Arlach, fue también figura en el periodismo, en la investigación histórica y en la docencia, pero sobre todo, un infatigable conversador y un hombre que supo sembrar conocimiento y curiosidad



Eduardo Trigo O’Connor D’Arlach hizo tantas cosas en su vida que la gente lo recuerda por lo que era: un hombre generoso. Sencillo. Con su apellido compuesto y sus ojos azules, nunca se preocupó si le decían licenciado, doctor o don Lalo. Es la seguridad de haber servido bien.
Don Lalo murió en su cama mientras dormía, como merecía, después de enfrentar los últimos achaques de sus enfermedades propias de la vejez con entereza. Era la madrugada del viernes 9 de septiembre. Había nacido en 1936, con los ecos de los cañones de la Guerra del Chaco resonando. Creció rápido como se crece en Bolivia y estudió todo lo que pudo: primero dos años de derecho en la Universidad Juan Misael Saracho de Tarija, carrera que acabó en la San Andrés de La Paz, donde se fue para empezar a trabajar en Cancillería; después marchó a Londres a especializarse en la University College y finalmente completo estudios en la Academia de Derecho Internacional de La Haya, cúspide de la diplomacia universal de la que quedó prendado y a la que se dedicó con absoluta profesionalidad.
El profesional
Don Lalo fue un diplomático de carrera de los de toda la vida, de los que sabían idiomas – hablaba inglés y francés a la perfección – y sabían de etiquetas, protocolos y relaciones internacionales, aunque algunos simplones por aquello de que era tarijeño y escribió Conversaciones con Víctor Paz en 1999, que es un compendio de buen periodismo y un documento de historia contemporánea imprescindible para entender la Bolivia de la segunda mitad del siglo XX, le han cargado la etiqueta de emenerrista.
Obviamente desarrolló un sentido nacionalista, porque ciertamente no sería fácil ser diplomático sin serlo. Don Lalo tuvo la misión de representar a la Patria en destinos tan difíciles como Londres y Buenos Aires y también asumió como vicecanciller con el retorno de la democracia.
Todo lo demás que fue se relaciona de una u otra manera con esa vocación de servicio del servicio diplomático: fue periodista en tanto testigo de las cosas que pasan en el mundo y que deben ser contadas. Fue historiador en tanto cronista de las cosas que pasan en el mundo de las que fue testigo. Y fue académico porque al final el conocimiento hay que transmitirlo también en lo formal a los que no fueron testigos.
El escritor
Retirado del servicio exterior y a medio gas en el periodismo, Don Lalo se dedicó a la historia, cuyas investigaciones plasmó en otros dos libros que siguieron al periodístico “Conversaciones con Víctor Paz Estenssoro”; Crónicas de Tarija, una recopilación de historias de pasajes tarijeños que habían quedado en el olvido y su último libro, Tarija en la independencia del Virreinato del Río de la Plata, que recoge numerosos documentos originales que hablan de Tarija en la colonia y en su papel en la guerra de la Independencia, reivindicando además el papel del departamento en el proceso, algo que es muy olvidado por los historiadores bolivianos.
Sin embargo, el libro que más comentarios ha desatado siempre ha sido el mencionado, “Conversaciones con Víctor Paz”, que él mismo definió así en una entrevista con Gonzalo Lema aclarando además la relación con el expresidente: “Cuando asumió la cuarta Presidencia, me invitó a ser embajador de Bolivia en Argentina. Debo aclarar que yo nunca estuve inscrito en el MNR, me ligaba al Doctor Paz mi sentido de admiración por su labor de estadista y por sus condiciones humanas. Cuando él dejó la política y se radicó en Tarija, yo lo visitaba con mucha frecuencia en su casa, era un hombre extraordinariamente grato para conversar. Recordaba desde su niñez, las costumbres tarijeñas, las familias. Entonces yo empecé a escribir una nota de prensa sobre su niñez y luego le propuse que hiciéramos algo más ordenado sobre su vida, él acepto y yo me sentí muy honrado, porque él nunca quiso escribir sus memorias ni hablar sobre sí mismo. Las conversaciones fueron transcritas en la prensa por un tiempo limitado y luego se comprimieron en un libro que se llama “Conversaciones con Víctor Paz Estenssoro”, que abarca desde su niñez hasta el ocaso de su vida”.
El hombre
Don Lalo se hacía sentir más allá de su presencia menuda y su voz suave y firme. Generoso y también exigente. Siempre dispuesto a regalar conocimiento en una de esas conversaciones que podían ser casuales, planificadas, fugaces u obligadas. No importaba. El buen humor siempre estaba presente.
“Fue tribunal en la defensa de mi tesis de grado y con una pregunta letal desbarató varios de mis argumentos académicos, no me quedó otra que refugiarme en la retórica política, no sé si lo convencí, pues me miraba con inmensa indulgencia, pero finalmente me puso la máxima nota” recordaba en su muro Miguel Castro Arce con motivo del fallecimiento y añadía otros ejemplos que describen sus formas “Cada cruzarse en la calle, era motivo para conversaciones muy fecundas y en una de esas recibí un merecido jalón de orejas, pues en un escrito mío había atribuido Infierno Verde a otro autor y no a Octavio Campero Echazú. No solo me hizo caer en cuenta de ese craso error, sino además me dio todo un contexto sobre las circunstancias que rodearon a la creación de esa maravillosa poesía”.
El periodismo lo cultivó con pasión siendo corresponsal o colaborador de varios periódicos en Bolivia y Argentina principalmente, pero sobre todo de Presencia, un diario católico que se creó en los 50 y sobrevivió hasta los 80 denunciando las dictaduras. Leyó la prensa, varios periódicos, todos los días. Todos. Y ojalá nos lo hubiera recordado más veces para elevar el nivel de exigencia. Es bueno sentirse fichado. Una vez llamó al periódico para agradecer una nota que le publicamos cuando lo nombraron miembro de la Academia de la Historia. Era una nota chiquita con foto y unas pocas palabras conceptuosas. Aprovechó para hacer algunas sugerencias y precisiones sobre el tema del momento. Era hora de cierre, pero acabamos conversando más de media hora sobre el oficio, Tarija y otros asuntos mundanos sin habernos visto las caras nunca.
Don Lalo no se dejaba impresionar fácilmente y la conversación no se escatimaba a nadie. Valga la anécdota que recuerda su hija María Silvia: En 1958, siendo un jovenzano de 21 años, tuvo la ocasión de saludar al vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon, que hizo visita oficial al país. Años después cuando se lo volvió a encontrar en Londres en funciones diplomáticas y le dijo que se habían conocido en Bolivia, Nixon respondió: I remember you, algo que técnicamente era casi imposible dada la fugacidad, pero que no dejaba de recordar entre carcajadas.
Desde el viernes 9 de septiembre Tarija ha perdido a uno de sus hijos más brillantes; a un hombre que amó su tierra y cultivó la inteligencia. Un hombre que siempre despertó respeto y admiración, en las grandes tribunas y escenarios, y cuando caminaba a pasitos cortos del brazo de doña Silvia, su eterna compañera y a la que hoy, también desde esta humilde redacción, abrazamos de corazón.
Dios lo tenga en su gloria.
Eduardo Trigo, una vida intensa vivida desde Tarija
Familia
Eduardo Trigo O´Connor d’Arlach es hijo de Oscar Trigo y Raquel O’Connor d’Arlach, tuvo dos hermanos, tres hijos y siete nietos. Su esposa y gran amor de su vida es Silvia Moscoso de Trigo. Desde siempre cuidó la relación familiar con sus hijos y esposa con mucho mimo y dedicación.
Diplomacia
Ingresó a trabajar en la Cancillería cuando todavía estudiaba tercero de derecho. Empezó la carrera de la diplomacia desde abajo. Sirvió en territorios difíciles y ejerció de embajador en Londres y Buenos Aires. En su periplo conoció a grandes personalidades como Richard Nixon o el papa Juan Pablo II
Escritor
El periodismo y la historia fueron sus otras dos grandes pasiones que dejó plasmadas en tres libros imprescindibles: Conversaciones con Víctor Paz Estenssoro, Tarija en la Independencia del Virreinato del Río de la Plata y Crónicas de Tarija