Análisis económico de Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram
Sudamérica y el arma de los acuerdos de libre comercio
En los últimos años han caído los eufemismos: los Tratados de Libre Comercio, en realidad, son formas de ganar aliados estratégicos en la pugna entre las grandes potencias del mundo. Desde Sudamérica el Mercosur es base de una integración regional, pero el acuerdo con Europa perpetua las lógicas de



En noviembre de 2009, el entonces presidente estadounidense Barack Obama (2009-2017), en su primer año en la Casa Blanca, observó que, “en un mundo interconectado, el poder no tiene por qué ser un juego de suma cero…Estados Unidos no busca contener a China”.
Pero Obama cambió pronto de rumbo con su giro hacia Asia, anunciado por primera vez en noviembre de 2011. Tras su reelección en 2012 para un segundo mandato, el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) se convirtió en la pieza económica central de la nueva estrategia estadounidense para frenar el crecimiento y el progreso tecnológico de China.
Su representante comercial (USTR, en inglés) afirmó que el TPP se basaba en principios que Estados Unidos defiende, como la protección de la propiedad intelectual (PI) y los derechos humanos. Aunque afirmó que todos los que aceptaran sus principios serían bienvenidos, China no figuraba entre los países que negociaban el TPP.
Para Washington, esta nueva rivalidad con China implica el fortalecimiento de las alianzas de Estados Unidos con Japón, Corea del Sur y Australia. En octubre de 2011, el Congreso estadounidense ratificó el TLC entre Corea y Estados Unidos, conocido como Korus.
Con el objetivo de la contención militar y económica de China como elemento central de la estrategia de seguridad de Estados Unidos, las negociaciones del TPP concluyeron en octubre de 2015. Obama subrayó entonces que “el TPP permite a Estados Unidos, y no a países como China, escribir las reglas del juego en el siglo XXI”.
La creación de un club de cualquiera menos China fue el motivo de Washington para establecer el TPP. Pero con el cambio en el sentimiento público desde la presidencia de Donald Trump (2017-2021), el primero leal vicepresidente de Obama y ahora presidente Joe Biden, no intentó revivir el TPP durante su campaña presidencial, ni desde entonces.
Alianzas de seguridad
“La prosperidad y la seguridad de Estados Unidos se ven amenazadas por una competencia económica que se desarrolla en un contexto estratégico más amplio… Debemos trabajar con aliados y socios afines para garantizar que nuestros principios prevalezcan y que las normas se apliquen para que nuestras economías prosperen”, señaló la estrategia de seguridad nacional de Trump.
En consecuencia, el grupo de Diálogo de Seguridad Cuadrilateral para la cooperación marítima de Estados Unidos, Australia, India y Japón, iniciado tras el tsunami del océano Índico de 2004, se ha convertido en un supuesto acuerdo de seguridad antichina.
En 2020, los líderes de los cuatro países del grupo, conocido en la jerga internacional como Quad, estaban más alineados en sus preocupaciones sobre el ascenso de China. En noviembre de 2020, las armadas de los cuatro países participaron en su primer ejercicio militar conjunto en más de una década.
Mientras tanto, con Shinzo Abe (2012-2020) Japón transformó radicalmente su política de seguridad. Abe amplió enormemente el papel, la misión y las capacidades de las Fuerzas de Autodefensa de Japón dentro y fuera de la alianza entre Estados Unidos y Japón, especialmente en Asia Oriental.
“La cooperación en materia de defensa” también se ha reforzado mediante acuerdos entre países, como el reciente Acuerdo de Acceso Recíproco entre Japón y Australia, así como el anterior Acuerdo de Adquisición y Servicios Cruzados entre Japón e India.
El perfil de seguridad de Estados Unidos en la región se ha visto impulsado por la denominada Alianza Aukus (acrónimo en inglés de Australia-Reino Unido-Estados Unidos). Su clara intención es aumentar la presencia militar de Estados Unidos y sus aliados en el Indo-Pacífico, con el foco protagónico en China de todos los acuerdos de seguridad regionales.
Hegemonía mundial
Estados Unidos también está vinculando el comercio a su estrategia de seguridad nacional, especialmente para contener a China, en el resto del Sur global: África y América Latina.
Como señala la USTR, La administración de Biden está llevando a cabo una revisión exhaustiva de la política comercial de Estados Unidos hacia China como parte del desarrollo de su estrategia mundial hacia la creciente potencia global asiática.
La autoridad comercial estadounidense también subraya que abordar el desafío de China requerirá una estrategia global y un enfoque más sistemático que el enfoque fragmentario aplicado por Washington en el pasado reciente.
Al explicar su Guía Estratégica Provisional de Seguridad Nacional, lanzada en 2021, Biden ha subrayado: «Estados Unidos debe renovar sus ventajas duraderas…, modernizar nuestras capacidades militares… y revitalizar la incomparable red de alianzas y asociaciones de Estados Unidos». Y ha añadido que “la creciente rivalidad con China y Rusia… está cambiando todos los aspectos de nuestras vidas”.
Biden insiste en que su gobierno se asegurará de que “las reglas de la economía internacional no se inclinen en contra de Estados Unidos. Haremos cumplir las normas comerciales existentes y crearemos otras nuevas… Esta agenda fortalecerá nuestras ventajas duraderas, y nos permitirá prevalecer en la competencia estratégica con China o cualquier otra nación”.
Con ese enfoque, su administración realiza una revisión de todas las negociaciones comerciales de la era Trump. Considera, por ejemplo, que la Ley de Crecimiento y Oportunidad en África (Agoa, en inglés) del presidente Bill Clinton (1993-2001), que expira en 2025, ha ofrecido un mayor acceso al mercado estadounidense a los países africanos que cumplen los requisitos desde el año 2000.
En abril de 2021, el secretario de Estado Antony Blinken confirmó que se reanudarían las conversaciones sobre el TLC entre Estados Unidos y Kenia. Los observadores creen que el TLC entre Estados Unidos y Kenia, comenzado por Trump en 2020, ayudaría a ampliar las políticas comerciales y de seguridad de Washington, basadas en el palo y la zanahoria, en el continente africano para contrarrestar la agresiva penetración allí de China.
En el “patio trasero” que definió la doctrina Monroe de Estados Unidos (el América para los Americanos del presidente James Monroe, quien gobernó entre 1817 y 1825), vale decir: América Latina y el Caribe, Washington cuenta ya con 12 TLC.
El 8 de junio, Biden anunció una nueva asociación económica regional para contrarrestar a China. Lo hizo en un discurso inaugural de la novena Cumbre de las Américas, de la que fue anfitrión en la ciudad de Los Ángeles y que fue criticada por omitir a los países considerados amigos de China, por el carácter autoritario de sus gobiernos.
Pero la Alianza de las Américas para la Prosperidad Económica de Biden sigue considerándose un trabajo en desarrollo.
Sin ofrecer siquiera un TLC con desgravación arancelaria estándar, Estados Unidos prevé centrarse inicialmente en socios afines. Aunque Biden alabó su nuevo enfoque como innovador e integrador, las respuestas sugieren que la influencia de Washington en ese antiguo patio trasero está disminuyendo.
Ahora, cinco años después de que Trump se retirara del Acuerdo Transpacífico, Biden ha revivido la estrategia de Obama sobre China con su propio Marco Económico Indo-Pacífico. Al presentarlo, no pudo evitar hacerse eco del alarde de Obama sobre el TPP: «Estamos escribiendo las nuevas reglas».
Bolivia en su encrucijada comercial
Bolivia mantiene vigente dos tratados de libre comercio multilateral, uno que en realidad se llama “Tratado de Comercio de los Pueblos”, desarrollado en el interior de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) que integra junto a Venezuela, Nicaragua y las islas caribeñas de Cuba, Antigua y Barbuda, Dominica, Granada, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas.
El otro es el de la Comunidad Andina de Naciones que integra a Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia que permite el Libre Tránsito de personas y mercancías.
En 2006 Evo Morales descartó firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos por considerarlo desigual y tuvo algunas consecuencias en la industria textil. En la historia también ha habido otros tratados unilaterales con países como México.
Bolivia no tiene tampoco tratos directos con países de Europa, pero desde hace una década está en proceso de adhesión al Mercosur sin que en realidad avance.
Lula da Silva ha propuesto avanzar desde el Mercosur hacia un espacio de integración Sudamericana.
El Mercosur y la trampa del acuerdo con la UE
Las tratativas para el acuerdo Mercosur-Unión Europea (UE) se iniciaron en abril del 2000, en el marco de un ciclo político caracterizado por el predominio de gobiernos neoliberales en nuestra región. Cuatro años después fueron abandonadas. Había cambiado el ciclo político y los países del Mercosur ya no tenían intención de entregarse a una Europa que se había mostrado muy dura en las negociaciones.
Hubo que esperar hasta el año 2010 para que volviera a haber una negociación formal sobre el tema, pero es recién en 2012 cuando según Francisco de Assis (presidente de la delegación para el Mercosur del Parlamento Europeo) se destraba el bloqueo. Para el funcionario europeo la llave fue el cambio en la postura del gran empresariado paulista nucleado en la FIESP (Federación de Industrias del Estado de San Pablo) que pasaron de una postura crítica a una favorable. A pesar del reimpulso, las negociaciones siguieron con idas y vueltas hasta 2015 por la resistencia del gobierno argentino al acuerdo y la negativa del gobierno brasilero a avanzar sin el consenso pleno de los miembros del Mercosur.
Tras la caída de Dilma Rousseff en Brasil y el ascenso de Mauricio Macri en Argentina, unido a la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, que enrarece todo, el acuerdo se acelera porque tanto Temer como Macri, según señaló el Diario El País, “son críticos del proteccionismo en materia de comercio exterior y son proclives a incentivar el ingreso de inversiones extranjeras mediante eliminación de regulaciones a las mismas, reducciones impositivas y una legislación laboral más laxa. Exactamente todo lo que se perfila en el acuerdo en cuestión y por lo que las negociaciones parecen haberse acelerado. Asimismo, estos dos gobiernos buscan presentar el acuerdo como una victoria política, en un momento caracterizado por el creciente descontento social derivado de las políticas económicas que vienen aplicando”. El 28 de junio de 2019, tras una ronda frenética de negociaciones, se firma el acuerdo.
Para Pablo Wharen, analista del Celag, “nos encontramos con un acuerdo que tanto desde el punto de vista europeo como de las patronales sudamericanas refuerza un patrón de comercio norte-sur, donde la Unión Europea provee bienes industriales y el Mercosur materias primas y derivados. Asimismo, se observan restricciones a la política de desarrollo industrial, como la obligación de incluir a las empresas europeas en las compras públicas. De esta manera la autonomía de la política económica en el Mercosur se verá afectada por los nuevos derechos con lo que contarán las multinacionales europeas. Como resultado, se pondrá un coto a la posibilidad de los países periféricos de romper la división internacional del trabajo vigente”