Agenda verde
Cuatro peligrosos indicadores del clima alcanzan nivel récord
Según el Informe sobre el Estado del Clima de la Organización Meteorológica Mundial (OMM) hay una clara señal de que las actividades humanas están causando cambios a escala planetaria en la tierra, los océanos y la atmósfera, y dañando a largo plazo los ecosistemas y el desarrollo sostenible



Cuatro indicadores de la difícil situación del clima: las concentraciones de gases de efecto invernadero, el nivel del mar, la temperatura de los océanos y su acidificación, volvieron a batir récords en 2021, según el Informe sobre el Estado del Clima de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
El documento, preparado en consulta con decenas de científicos de los países miembros, dice que esas nuevas marcas “son una clara señal de que las actividades humanas están causando cambios a escala planetaria en la tierra, los océanos y la atmósfera, y dañando a largo plazo los ecosistemas y el desarrollo sostenible”.
Además de los efectos de largo plazo en el ambiente, los fenómenos meteorológicos extremos, que son la cara cotidiana del cambio climático, se cobraron la vida de muchas personas y costaron cientos de miles de millones de dólares a la economía.
También pusieron en riesgo el acceso a los alimentos y el agua, llevando a un desplazamiento de personas que se ha acentuado en lo que va de 2022.
“El clima está cambiando ante nuestros ojos. El calor atrapado por los gases de efecto invernadero inducidos por el hombre calentará el planeta durante muchas generaciones”, advirtió el secretario general de la OMM, Petteri Taalas.
Agregó que “el aumento del nivel del mar, el calor de los océanos y la acidificación continuarán durante cientos de años, a menos que se inventen medios para eliminar el carbono de la atmósfera”.
Como ejemplo citó que “algunos glaciares han alcanzado el punto de no retorno, y eso tendrá repercusiones a largo plazo en un mundo en el que más de 2.000 millones de personas ya sufren estrés hídrico (agua insuficiente para sus necesidades)”.
El primer indicador en el informe, las concentraciones de gases de efecto invernadero, alcanzó un nuevo máximo en 2020, pues la concentración de dióxido de carbono (CO2) llegó a 413,2 partes por millón a nivel global, o 149 % del nivel en la era preindustrial, que considera el medio siglo que va de 1850 a 1900.
El estudio confirmó que los últimos siete años han sido los más cálidos de los que se tiene constancia.
Si bien 2021 no batió el récord de temperatura, debido al fenómeno de La Niña (vientos que enfrían el aire sobre el océano Pacífico), sí estuvo entre esos siete más cálidos, manteniendo así la tendencia general de aumento de los termómetros.
La temperatura media mundial en 2021 fue de aproximadamente 1,11 grados C sobre el nivel preindustrial, que se calcula en 13,7 grados, habiéndose comprometido la casi totalidad de los países, en el Acuerdo de París de 2015, a limitar ese incremento a 1,5 grados C para el año 2050.
Varias olas de calor excepcionales batieron récords de temperatura en el oeste de América del Norte –en el Valle de la Muerte en California y en la provincia canadiense de Columbia Británica- y en el Mediterráneo, en la isla italiana de Sicilia.
En Columbia Británica la temperatura alcanzó 49,6 grados centígrados el 29 de junio, lo que contribuyó a que se registraran más de 500 muertes relacionadas con el calor y alimentó devastadores incendios forestales que, a su vez, agravaron los efectos de las inundaciones de noviembre.
La temperatura del océano marcó un récord, el aumento del calor penetra a niveles cada vez más profundos.
Los océanos absorben 23 % de las emisiones anuales de CO2 antropogénico que va a la atmósfera, el cual reacciona con el agua de mar y provoca la acidificación, lo que supone una amenaza para los organismos y los servicios de los ecosistemas y, por tanto, para la seguridad alimentaria, el turismo y la protección de las costas.
El nivel medio del mar a nivel mundial alcanzó un récord en 2021, tras aumentar una media de 4,5 milímetros al año durante el periodo 2013 -2021, más del doble de la tasa registrada entre 1993 y 2002, y se debe principalmente a la pérdida acelerada de masas de agua en las capas de hielo.
Los glaciares de referencia del mundo se han reducido en 33,5 metros (en espesor equivalente de hielo) desde 1950, y 76% de este adelgazamiento se ha producido desde 1980. Esto tiene importantes implicaciones para cientos de millones de habitantes de la costa y aumenta la vulnerabilidad a los ciclones tropicales.
El informe muestra que las inundaciones, además de cobrar vidas humanas provocaron pérdidas económicas por valor de 17 700 millones de dólares en la provincia china de Henan, y más de 20 000 millones de dólares en Alemania.
Por contraste, las sequías afectaron a muchas partes de mundo, como el Cuerno de África, Canadá, el oeste de Estados Unidos, Irán, Afganistán, Pakistán y Turquía, y en la América del Sur subtropical causaron grandes pérdidas agrícolas y perturbaron la producción de energía y el transporte fluvial.
El informe reporta también los huracanes, de los cuales el más importante en el Atlántico norte fue Ida, que tocó tierra en Luisana el 29 de agosto, con pérdidas económicas en Estados Unidos estimadas en 75 000 millones de dólares.
El agujero de ozono sobre la Antártida fue inusualmente grande y profundo, alcanzando su superficie máxima de 24,8 millones de kilómetros cuadrados (el tamaño de África) como resultado de un vórtice polar fuerte y estable y unas condiciones más frías que la media en la estratosfera inferior.
Los efectos combinados de los conflictos, los fenómenos meteorológicos extremos y las crisis económicas, agravados por la pandemia covid-19, socavaron décadas de progreso hacia la mejora de la seguridad alimentaria en todo el mundo.
El secretario general de las Naciones Unidas, António Guterres, dijo al conocer el informe que se trata de “una sombría confirmación del fracaso de la humanidad para afrontar los trastornos climáticos”.
Sin embargo, matizó agregando que los resultados “son una llamada a la acción para recoger la fruta madura que es la transformación de los sistemas energéticos y sacarlos así del callejón sin salida que son los combustibles fósiles”.
“Las energías renovables son el único camino hacia una verdadera seguridad energética, hacia precios estables de la electricidad y hacia oportunidades de empleo sostenibles. Si actuamos unidos, la transformación de las energías renovables puede ser el proyecto de paz del siglo XXI”, concluyó Guterres.
Bolivia y su desigual lucha contra el clima
Bolivia no tiene mar ni ciudades especialmente industrializadas, por lo que los cuatro indicadores de referencia - las concentraciones de gases de efecto invernadero, el nivel del mar, la temperatura de los océanos y su acidificación – le son prácticamente ajenas, sin embargo, según Naciones Unidas, es uno de los países más vulnerables del planeta al cambio climático y con menores posibilidades de adaptación.
El informe de las Naciones Unidas señala que los efectos más tangibles en el país son la inseguridad alimentaria y del agua, los desastres naturales son más frecuentes y tienen mayor impacto, como sequías e inundaciones, el aumento del número de incendios forestales y la propagación de enfermedades transmitidas por vectores a zonas nuevas apuntan a estos cambios.
Traducido a aspectos concretos, los glaciares andinos hace tiempo que vienen retrocediendo; las sequías o inundaciones han arruinado cosechas enteras tanto en la zona alta como en los valles y los incendios arrasan entre 2 y 4 millones de hectáreas cada año. Uno de los casos que mejor ejemplifica este cambio climático es el de la conversión de Tarija capital en una zona endémica de dengue, identificado ya en prácticamente todos los barrios de la ciudad cuando hace apenas diez años era inexistente.
Naciones Unidas señala que la baja capacidad se debe a la alta dependencia económica de la agricultura, el bajo producto interno bruto, la deficiente coordinación interinstitucional y las instituciones generalmente débiles, los altos niveles de pobreza y desigualdad y un Índice de Desarrollo Humano (IDH) medio.
La lucha para garantizar una mejor adaptación se da en los foros internacionales, pues es evidente que Bolivia es un país no contaminante y que neutraliza todas sus emisiones y que lo seguirá haciendo en el futuro con los planes de desarrollo que contemplan la transformación de las centrales térmicas en centrales de ciclo combinado y una apuesta decidida por la hidroeléctrica y la reforestación. El debate pasa por quién contribuye y quien se beneficia mas de que los países del sur global renuncien a utilizar energía contaminante para su propio desarrollo en la misma manera que lo hicieron los países ricos, quienes además controlan las patentes y la tecnología de las nuevas técnicas “limpias”.
Del debate científico a la guerra
El concepto del cambio
Fue la comunidad científica quien alertó a la comunidad internacional sobre las amenazas planteadas por el efecto invernadero. La historia del “descubrimiento” del cambio climático comenzó a principios del siglo XIX, cuando se sospechó por primera vez que hubo cambios naturales en el paleoclima y se identificó el efecto invernadero natural.
En los decenios de 1950-60, 1960-70 y 1970-80 se recogieron datos que demostraron que las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera aumentaban rápidamente.
El cambio no natural
Un estudio publicado en la revista Environmental Research Letters por Andrew King, científico de la Universidad de Nueva Gales del Sur, en Australia, determina que ya había muestras de temperaturas extremas en las zonas tropicales en la década de los 60, pero en algunas regiones de Australia, el sudeste de Asia, y en África, este fenómeno ya era visible en 1940.
Según nos aproximamos a los polos, los cambios de temperatura se manifestaron más tarde, existiendo signos claros a partir de los años 80 y 90.
¿Y ahora, guerra?
Los conflictos en todo el mundo se producen por el control de los recursos naturales que están disminuyendo día a día. El genocidio que ocurrió en la región de Darfur en Sudán fue la consecuencia de la crisis ecológica que tenía sus raíces en la reducción de los recursos naturales que fueron puestas en marcha debido a los cambios climáticos. La guerra en Somalia comenzó en circunstancias muy similares. Hoy en día, los expertos temen que este incremento en las guerras por el agua y los alimentos se traducirá en guerras entre algunos países.