Vida en familia
Cómo afrontar las malas notas y suspensos de nuestros hijos
La tranquilidad, el diálogo y el equipo docente serán los principales aliados para mejorar los resultados de los niños. Las familias tienen un papel importante para ayudar a sus hijos a hacer frente a los temores ocasionados por la realización de exámenes



A estas alturas del curso, cuando queda poco más de un mes para que llegue el receso escolar, es un momento crucial en el que van llegando a casa las notas de los últimos exámenes. Esos que darán un impulso final positivo o negativo para afrontar el resto del curso. Es importante tener algunas cosas claras sobre cómo recibir las calificaciones para que afecten positivamente a nuestros hijos. Sobre todo si se trata de suspensos.
Lo primero que debemos tratar de averiguar es el motivo de ese mal resultado. “Puede deberse a muchos aspectos. Desde que en la familia haya ocurrido un cambio relevante (separación, hospitalización e incluso una muerte) hasta que no se haya estudiado lo suficiente o a que, a pesar de haberlo hecho, no se haya comprendido”, afirma Pilu Hernández Dopico, maestra, formadora de formadores y consejera delegada de El Pupitre de Pilu. A lo que Mónica Diz Besada, orientadora educativa y bloguera, añade factores como “la madurez del alumno, la adecuación de la enseñanza (contenidos, metodología) a las necesidades del niño, la estimulación y la ayuda externa que haya podido recibir”.
En teoría, una mala nota no debería nunca pillarnos por sorpresa si somos unos padres implicados que conocemos el proceso de aprendizaje de nuestros hijos desde el momento en el que empiezan la escolarización. A pesar de ello, sí puede pasar que no nos lo esperemos. En ese caso, hay que recibirlo siempre con serenidad: “Los padres deben estar tranquilos para poder analizar cuál es el origen del suspenso. Hablar y tratar de entender qué es lo que ha pasado, por qué no ha superado determinadas materias con éxito. Realizar este primer paso con la debida calma será de gran ayuda para ambas partes”, recomienda Hernández Dopico.
Plan conjunto pero flexible
Pero esta calma y buenas maneras no nos puede impedir ponernos manos a la obra lo antes posible. Sobre todo en lo que se refiere a la relación con sus profesores, parte esencial de la educación en Primaria. En una evaluación continua, “la relación profesorado-padres debe ser también continua y formativa. Si los padres se han enterado de un suspenso al final de un trimestre, es que esa relación profesor-padres ha fallado. Así que eso es lo primero que hay que corregir”, afirma Diz Besada. “Es necesario hablar con tutor y profesores para obtener una visión lo más completa posible de la situación y ver cómo se pueden mejorar los puntos débiles o si verdaderamente hay que pensar en una posible repetición de curso”, concluye Hernández Dopico.
Diz Besada se muestra de acuerdo en que la relación entre cole y familia es esencial. Los progenitores “deben procurar ser cómplices del profesor, actuar de modo colaborativo. Cuando los profesores y los padres actúan conjuntamente, el éxito es altamente probable”. Sería interesante elaborar un plan conjunto, pero para la orientadora es esencial que este “sea flexible, teniendo en cuenta la madurez del alumno, su edad y sus necesidades”. Es decir, un protocolo personalizado para cada alumno con problemas. Y, añade Hernández Dopico, hacerlo sin perder de vista la posibilidad de que las medidas ordinarias no funcionen (actividades, metodología, recursos, plan de refuerzo) y haya que solicitar una evaluación psicopedagógica.
La labor de los padres
Por nuestra parte, los padres debemos ser capaces de supervisar el trabajo que se hace en casa, por ejemplo, poniendo horarios y teniendo la certeza de que se hacen los deberes. “Involucrarnos y ayudar en las tareas, pero no hacérselas”. Y encontrar las claves para “cambiar hábitos, ya que está claro que lo que se ha hecho hasta ese momento es el reflejo de que no funciona”, sugiere Hernández Dopico.
La orientadora educativa, que se manifiesta “en contra de los deberes tradicionales”, apuesta por una labor aún más compleja y emocionante para los padres de niños de esas edades: “Lo más importante es ayudarles a tener ilusión y motivación por los estudios, a desarrollar competencias básicas, como comprensión lectora, razonamiento numérico, concentración, creatividad, expresión oral, coordinación motriz, planificación, resolución de problemas, habilidades sociales, autonomía, autocuidado”. Por eso reclama tiempo de los padres a favor de este trabajo, en lugar de preparar exámenes o hacer montones de tareas.
También apuesta porque “los progenitores conozcan técnicas de estudio y puedan practicarlas en casa con sus hijos desde pequeñitos, entrenando la preparación de un examen de vez en cuando. De esta forma que aprendan a gestionar el estudio desde los primeros cursos y de mayores lo harán por sí solos”.
Repetir no es sinónimo de drama
Si, a pesar de haber afrontado las dificultades, los resultados no mejoran, hay que contemplar la posibilidad de repetir curso. Pero como recomienda la experta dejando claro que “no tiene que ser un drama”. “La actitud positiva de los padres es clave para que su hijo no crea que les ha fallado. Es complicado, pero en estos casos los progenitores lo deberían ver como algo beneficioso para el estudiante y, de esta forma, superar las dificultades académicas y afrontar el resto de los cursos sin problemas añadidos”, concluye Hernández Dopico.
Pero ¡ojo! Repetir no se debe convertir en el comodín de la enseñanza para todos los estudiantes que van al trantrán. Así lo explica Diz Besada: “Los docentes, que trabajan día a día en el proceso de enseñanza y aprendizaje del menor, deben saber si con la repetición adquirirá los objetivos mínimos propuestos del curso. Si pensamos que no los va a adquirir y, aun así, va a seguir llevando un desfase, es mejor que no repita, proporcionándole todas las medidas ordinarias y extraordinarias que tiene el centro. Así fomentamos la socialización con sus compañeros, no haciendo que cambie”. En cualquier caso, ambas expertas recomiendan confiar en el equipo docente.
Reconocer el esfuerzo
Del mismo modo, si el esfuerzo surte efecto, no podemos permanecer indiferentes ante nuestros hijos. “A todos nos gusta que nos reconozcan nuestro trabajo, y los niños no son menos. Cuando un menor obtiene buenos resultados hemos de elogiarles, que perciban que estamos orgullosos, que han respondido con creces a su trabajo. En definitiva, demostrarles que lo han hecho bien”, asegura la orientadora. Hernández Dopico recuerda que “lo que hay que premiar es el esfuerzo y el afán de superación de un niño, independientemente de un boletín de notas. Y si se ofrece un premio material, un regalo, tratar que no se convierta en una meta. Es mucho más efectivo el refuerzo social para mantener arriba su autoestima y autoconfianza”, concluye.
Cómo controlar el miedo a los exámenes
Muchos estudiantes viven con verdadero temor la época de exámenes, lo que les ocasiona a veces dolor de cabeza, problemas digestivos, falta de apetito, dificultad para conciliar el sueño y, en los casos más extremos, hasta estrés y ansiedad.
En algún momento de la vida nos hemos enfrentado a la realización de alguna prueba para saber cuáles eran los conocimientos que habíamos adquirido sobre alguna de las materias que estudiábamos y, en la mayoría de las veces, hemos coincidido en valorar ese momento de enfrentarnos a ella como desasosegante. Sobre todo, si esta prueba está relacionada con el hecho de “demostrar” los conocimientos o habilidades sobre temas concretos, y aún más si de su resultado, positivo o negativo, depende en parte nuestro futuro.
Ernesto López Gómez, profesor titular de Universidad y coordinador del Máster Universitario EstraTIC de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), sostiene que “es el resultado el que inquieta a los estudiantes y con el que tienen que lidiar antes de la prueba. Por lo tanto, el miedo no nace tanto del examen como del resultado de no superarlo o de no alcanzar las expectativas que se habían marcado. Por ello, creo que el motivo principal del miedo a los exámenes se puede atribuir a las expectativas de fracaso y a sus consecuencias”. Por su parte, María Sánchez Corrales, psicóloga sanitaria, experta en psicología infantil y directora de Creciendo Psicología, apunta que otros motivos por los que se inician esos miedos son “un elevado grado de autoexigencia, competitividad entre compañeros y con uno mismo o temor a las reacciones de los padres” quien cree que “los profesores tienden a ser prudentes a la hora de entregar las notas para reducir la competitividad, pero los alumnos tienden a compararse entre sí”.
Aunque resulte un tópico, la mejor forma de afrontar los exámenes es prepararlos bien. “Una buena preparación es resultado de haber dispuesto los tiempos y los recursos necesarios para el estudio. Y si es importante trazar un plan de trabajo, más relevante es cumplirlo decididamente. Y esto, efectivamente, resulta más fácil enunciarlo que hacerlo, más aún con todos los distractores que habitan el entorno y que merman la capacidad para estudiar. Quizás también puede ser útil afrontar los exámenes desde la perspectiva del aprendizaje, como una ocasión para dar cuenta de todo lo aprendido”, concluye Ernesto López Gómez.
Consejos para ayudar a los niños con sus exámenes
Calma y sin críticas
Tanto para padres como para hijos, conservar la calma es el primer paso para poder enfrentarse a este reto, ya que en muchas ocasiones son los propios padres quienes más sufren de nervios y ansiedad ante un examen. El niño debe saber que los padres respetan su tiempo y esfuerzo dedicado al estudio, por eso no se les debe calificar de vagos o poco trabajadores, ni recordarles constantemente que deben dedicar más tiempo al estudio o usar la palabra suspenso
Premia el esfuerzo, no la nota
Es importante recordar al niño o al adolescente que el esfuerzo es más importante que la nota, y que no será más o menos inteligente por el resultado de un examen. Si se valora a sí mismo como persona sin depender de las calificaciones, su confianza aumentará y mejorará el rendimiento escolar. En cambio, si solo se valoran sus calificaciones en base a recibir un regalo o por miedo a un castigo, en lugar de por el propio aprendizaje, y genera más presión.
Estudiar y... ¡jugar!
Respetar su tiempo libre es aún más importante en esta época. Asegurarse de que tiene tiempos de ocio necesarios para desconectar y cambiar de ambiente, salir y realizar otras actividades, a poder ser fuera de casa, con los amigos o con los padres, y hacer algunos descansos cortos para desconectar durante el estudio. Las maratones de estudio y los atracones a productos con cafeína o azúcar rompen los ritmos del adolescente, y acaban provocando más cansancio y menos concentración.