Vida en familia
Síndrome del nido vacío: qué pasa cuando los hijos se van
Dos psicólogas explican cómo esta manifestación es más habitual en mujeres y hogares monoparentales, caracterizándose por tristeza, sensación de soledad o aburrimiento. En Tarija la salida del hogar es lenta



El objetivo de criar a los hijos para que tengan su propia vida puede resultar complicado de asumir cuando llega el momento de su partida del hogar. La tristeza, la sensación de soledad, pérdida y desamparo pueden pasar a formar parte de la vida de los progenitores que despiden a sus hijos y aparecer el denominado Síndrome del nido vacío. Se trata de “la sensación de pérdida de la cercanía en una relación tan especial, como es la paternofilial y la falta de aceptación y adaptación al cambio que conlleva. Se puede entender como un proceso de duelo, donde hay que aceptar una ausencia y readaptarse a una nueva dinámica familiar. Como en cualquier duelo, si no se procesa adecuadamente ocasiona problemas, que pueden derivar en depresión”, explica Alba Pérez, psicóloga sanitaria y neuropsicóloga.
El origen del término síndrome del nido vacío se remonta a los años sesenta en Estados Unidos, a raíz de una investigación a través de la que se relacionó accidentalmente a mujeres con depresión con el hecho de que “todas estaban enfrentando el abandono del hogar de sus hijos. Es importante señalar que este síndrome no es un diagnóstico, por lo que no se ha dedicado mucha investigación formal al respecto. Además, como es más frecuente en mujeres, aunque no exclusivo y a nivel cultural se las relaciona con una mayor vulnerabilidad emocional, es posible que se le restara importancia”, apunta Pérez.
La aceptación dificultosa de la partida de los hijos del hogar parental no solo afecta a las madres, también los padres lo pueden experimentar, aunque “es más habitual en mujeres. Pero es probable que los hombres no lo reconozcan o se avergüencen de sentirse así. Aún mantenemos tópicos culturales como que los hombres no lloran. Pero, darle visibilidad a este síndrome y normalizar las emociones desagradables, independientemente del sexo, ayudaría a que más padres reconocieran que se han sentido así. Cabe destacar que este síndrome suele ser más común y deja un mayor vacío en hogares monoparentales, porque, muchas veces, se hace de esa crianza un proyecto de vida y cuando los hijos se van se pierde ese sentimiento de pertenencia y hay que hacer un mayor reajuste de objetivos e ilusiones”, aclara Pérez.
Síntomas del síndrome del nido vacío
Las señales que apuntan que unos padres tienen dificultad para gestionar la desaparición de sus hijos del hogar son similares a los de un proceso de duelo, entre ellos:
· Surgen emociones como la tristeza y la sensación de soledad, vacío y aburrimiento.
· Se tiene la percepción de no tener nada que hacer.
· Llegan pensamientos intrusivos a modo de recuerdos de los hijos cuando eran niños.
· Se puede tener la impresión de pérdida del sentido de la propia vida y de no tener un propósito o ilusiones.
· Surgen creencias limitantes relacionadas con que nunca se va a ser tan feliz como cuando los hijos estaban en casa.
· Pueden aparecer proyecciones somáticas, como dolor físico y problemas para dormir.
Gestionar las emociones cuando los hijos se van de casa
El vacío existencial porque los hijos abandonan el hogar se suele producir más en padres que no han compaginado el cuidado de la prole con otras áreas de su vida, como “la pareja, el trabajo o las amistades. No obstante, se trata de un cambio o crisis personal que no resulta patológico, si se maneja bien, para que no derive en depresión o ansiedad”, comenta Marta de Dios, psicóloga.
La parte positiva del nido vacío es que puede resultar una oportunidad para que los padres recuperen tiempo para dedicarse a sí mismos y “pierdan el miedo a estar solos o a que sus hijos ya no les necesiten. También, en un buen momento para que retomen sus aficiones y planifiquen su propio tiempo libre, así como la ocasión de ver a sus hijos como adultos autónomos que han crecido, como nosotros hicimos y sentir orgullo por ser parte de ello. Conviene tener en cuenta que la relación con los hijos no ha acabado, aunque el rol de los progenitores haya cambiado”, explica Marta de Dios, que aconseja varias pautas para gestionar los sentimientos que afloran con el Síndrome del nido vacío, como:
· Aceptar la nueva etapa vital y con ella el hecho de sentir tristeza por la despedida de los hijos, al tiempo que ilusión por la nueva vida que emprenden.
· Fomentar el autocuidado, a través de desarrollar nuevas ilusiones, proyectos y actividades.
· Mantener el contacto con los hijos, aunque no haya una convivencia diaria.
· Buscar apoyo en nuestros seres queridos y compartir nuestras emociones.
Tarija, la vida en comunidad
Hay en determinados lugares donde “dejar el nido” resulta todavía más complejo, tanto en pareja como por cuenta independiente. Es un fenómeno que se da sobre todo en sociedad más conservadoras, pero también donde las condiciones laborales y del mercado de vivienda no son precisamente favorables para emprender la vida en solitario.
En esas, habilitar cuartos más independientes dentro de la misma vivienda familiar, o simplemente transformar el cuarto de adolescente en hogar adulto es mucho más habitual de lo que se piensa en Tarija, donde muchas parejas jóvenes han acabado optando por este modelo en los primeros años de convivencia bajo el pretexto de ahorrar para encontrar algo mejor en el corto plazo.
El otro gran factor determinante es la existencia de hijos de la nueva pareja. La ayuda de los padres/suegros en la crianza del bebé, especialmente cuando son primerizos, es invaluable, sin embargo, no todo son buenas noticias: En Bolivia solo el 45% de las familias tienen un tipo nuclear completo conformado por padre, madre e hijo o hijos según los datos actualizados del Instituto Nacional de Estadística.
Los psicólogos advierten que no es una cuestión solo de la comodidad de los hijos ni del apego de los padres, sino que normalmente viene en ambas direcciones. En cualquier caso, en la mayor parte de los matrimonios rotos en los primeros años de vida se apela a la falta de intimidad de la pareja como una de las causas elementales.
Papás - abuelos
Sobre cómo podemos establecer límites respecto a la crianza de nuestros niños con nuestras madres y padres, las psicólogas afirman que es muy útil transmitir a los abuelos que los límites cuidan. “Nos cuidan a nosotras que estaremos más tranquilas. Cuidan a las criaturas que sabrán qué esperar en cada momento. Y cuidan también a las abuelas, que podrán disfrutar de sus nietos y de una buena relación con las hijas y nueras”. Lo importante es transmitirles que criamos y educamos a nuestros niños y niñas a nuestra manera porque es lo que nos encaja mejor, y que “cada maestrillo tiene su librillo”.
Los límites dependen también de qué les estamos pidiendo a los abuelos. Muchos asumen grandes franjas horarias de cuidado de los nietos: los recogen en la escuela, juegan con ellos, les dan de cenar y hasta los bañan. Lo hacen gratuitamente y con un derroche de amor. Para Roig-Gironella dice que esto no tiene un precio económico, pero que quizá el precio a pagar es que no harán las cosas exactamente como nosotras queremos. “Las harán a su manera y sería injusto pedirles otra cosa. Dejar a las criaturas dos o tres tardes a la semana con los abuelos y además pedirles que sigan veinte normas es inviable”, dice. La virtud está en el punto medio, así que quizá podemos comunicarles y establecer dos o tres normas que nos parezcan importantes y “soltar el resto”.
El impacto económico fallido de una no familia
La unidad familiar es la unidad de consumo por excelencia en la economía mundial y también en la boliviana, más teniendo en cuenta que el gobierno insiste en posicionar el consumo interno como el motor de la economía nacional.
La unidad familiar, entendida como una unidad de convivencia en una casa independiente, es la que mueve el consumo de servicios básicos; de alimentos; de servicios como la salud y la educación y también el gasto superfluo, elemental también en la economía informal.
Una familia que no se constituye en un hogar independiente o un adulto que no sale del domicilio familiar supone un no gasto, y además, un aporte más a las cargas comunes de un hogar, lo que también impacta en el endeudamiento, a la baja.
La relación entre salarios promedios y alquileres, más las garantías que se exigen para acceder a un crédito hipotecario hace que muchas familias no se constituyan en núcleo independiente con capacidad de gasto.
Por qué cambia nuestra relación con nuestras madres
Cada vez que llega una criatura a casa se recoloca todo el sistema familiar: las hijas se convierten en madres, las hermanas en tías y las madres en abuelas. Este nuevo encaje lleva un tiempo de adaptación y puede que a las abuelas, en un inicio, les cueste entender que ahora su lugar es otro. También cuesta a las recién madres dejar de ser el centro de atención de nuestras madres para pasar a un segundo plano.
Cuenta la psicóloga Paola Roig-Gironella que una vez, una madre de las que asiste a sus clases posparto le contó que su relación con su madre se había deteriorado desde el nacimiento de su hija. “Es que parece que prefieras buscar en Google y que te responda un extraño que preguntármelo a mí. Yo he criado a tres hijos. Y no lo he hecho tan mal ¿no?”, le reprochaba la abuela a la madre primeriza. Como en la mayoría de campos, las investigaciones sobre bebés, crianza y maternidad avanzan. La psicóloga, miembro del espacio de crianza Pell a Pell, señala que ahora, por ejemplo, sabemos muchas más cosas sobre cómo funciona la lactancia materna o tenemos evidencia científica sobre lo problemático de dejar llorar a los bebés. “Sabemos también sobre la importancia que tiene el movimiento libre o el contacto piel con piel después de nacer”.
Toda esta información está al alcance de nuestra mano (por un click mediante) algo que nuestras madres simplemente no tenían. “Ellas hicieron lo que pudieron con la información de la que disponían, que era poca. La mayoría tenía el testimonio de su propia madre y lo que le decía un solo pediatra”. Es por eso que, avanza la evidencia científica y se democratiza la información, así que la manera de criar entre generaciones es distinta.
Nuestras madres esperan ser el gran apoyo, darnos consejos y acompañarnos día y noche en el proceso de maternar. De una forma u otra volcar en nosotras todo lo que ellas vivieron y aprendieron. Roig-Gironella afirma que hoy en día, hacemos las cosas muy distintas a cómo las hicieron ellas y aunque no las juzguemos, ellas pueden sentirse precisamente así. Las abuelas pueden sentirse atacadas, e incluso sentir que no lo hicieron suficientemente bien. Y desde ese dolor, según la psicóloga, puede ser que reaccionen “metiéndose” con nuestra manera de criar. Celeste Vaiana es psicóloga especialista en crianza y educación, cuenta que las madres intentamos criar teniendo muy presente lo que consideramos que nuestros padres no hicieron bien, “lo que espeja en ellos un dolor por sus propios errores”.
Vaiana afirma que hay que tener en cuenta que la mayoría de consejos, aunque a veces expresados de manera errónea o poco asertiva, vienen lanzados desde el amor. “Desde el querer cuidarnos, a nosotras y a nuestro bebé y desde transmitirnos alguna cosa que a ellas les funcionó y que a ellas les fue bien”. Puede que si hacemos esta lectura y sobre todo la interiorizamos nos será mucho más fácil lidiar con consejos que no pedimos. “Quizá podemos agradecer el consejo, verbalizar que lo tenemos en cuenta y transmitir también que nosotras estamos buscando nuestra propia manera de hacer. Que no es ni mejor ni peor que la suya. Simplemente, es la nuestra, pero queremos probarla, igual que hicieron ellas”, dice la psicóloga Roig-Gironella.