López-Collazo, jefe del equipo de investigación Biomédica del Hospital de La Paz de Madrid
“La inmunidad celular responde aunque los anticuerpos hayan caído”
La llegada de ómicron y su virulencia ha vuelto a poner en jaque los planteamientos esenciales de la lucha contra la pandemia: vacunación y prevención. Dos científicos exponen las claves



En pleno debate sobre el impacto de ómicron, la efectividad de las vacunas y el intenso debate sobre las siguientes etapas que el mundo debe seguir en la gestión de la pandemia, dos entrevistas puntuales han sacudido el fin de semana al entorno de habla hispana.
Una - en eldiario.es -, la realizada al jefe del equipo del Instituto de Investigación Biomédica del Hospital La Paz de Madrid, Eduardo López-Collazo (Cuba, 1969), que acaba de publicar un estudio en Cells Report que revela cómo la inmunidad celular responde ante el SARS-CoV-2 aunque los anticuerpos hayan caído por el paso del tiempo tras la vacuna.
La otra - en elespanol.es -, la de José Luis Jiménez, investigador de la Universidad de Colorado especializado en aerosoles y transmisión de enfermedades, que fue en su momento una de las principales figuras en demostrar que la visión inicial de la OMS de cómo se transmite la Covid era errónea: no se trata de gotas que lanzamos como proyectiles desde boca y nariz y caen al suelo, sino de otras, microscópicas, que se mantienen en el aire. De ahí lo absurdo de las mascarillas al aire libre y la necesidad vital de ventilar los espacios cerrados.
Por la vigencia del tema y la necesidad imperiosa de ciencia que necesitamos en Bolivia para entender el momento, se las extractamos en esta edición a continuación.
El director del organismo, que atiende a elDiario.es por teléfono, sugiere que la tercera dosis debería limitarse solo a las personas que no conserven este tipo de inmunidad –más lenta en su activación pero más duradera– para evitar vacunas innecesarias y sueña con que pronto pueda medirse, aunque es un proceso complejo. En estas semanas, su grupo estudia en el laboratorio la capacidad del sistema inmune para defendernos frente a ómicron con el booster puesto. Esperan buenas noticias. "Sospechamos que la respuesta es bastante fuerte, aunque no está confirmado del todo".
Por empezar con algo muy básico... ¿Cuántos tipos de inmunidad hay?
La inmunidad la dividimos en dos. La humoral, basada en anticuerpos; y la celular, que depende de las células. La humoral es muy rápida. Los anticuerpos son una especie de capuchas, estructuras moleculares que se pegan a una parte del virus y evitan que infecte las células. El proceso es rápido. La celular es más lenta y necesita unos días para activarse, pero es muy efectiva. Es una especie de memoria que tenemos para detectar que hay algo que nos está afectando que ya nos afectó anteriormente y hay que atacar.
Es importante tener anticuerpos, pero también tener inmunidad celular, porque los primeros van reduciéndose con el tiempo. Y esto explica por qué en esta sexta ola hay una gran cantidad de infecciones, pero no se corresponde con la gravedad de los pacientes. Hay mucha población vacunada que quizá ya no tenga anticuerpos suficientes para detener la infección en un primer momento, pero sí para activar la inmunidad celular. Unos días después se defienden y, por tanto, enferman pero no gravemente. Con síntomas leves.
El estudio que ha coordinado analiza la inmunidad celular de las personas vacunadas en diferentes momentos. ¿Qué han observado?
Es un estudio muy completo porque hemos hecho fotografías de la inmunidad antes de la primera dosis, después, tras la segunda dosis y ocho meses más tarde del segundo pinchazo a una cohorte de personas. Hemos visto que los anticuerpos bajan con el tiempo, en muchos casos transcurridos ocho meses. Pero la inmunidad celular se mantiene y eso es una buena noticia porque ataca al virus y crea anticuerpos nuevos al recordar el patógeno, aunque tarde un poco en activarse. ¿Qué significa? Que se puede coger el virus pero no desarrollar la enfermedad grave.
Con el estudio demostramos también que la segunda dosis es muy necesaria en personas que no han pasado la Covid, pero no tanto en las que sí; y que la inmunidad celular es muy potente en los pacientes que nunca se han infectado recién pinchados de la segunda dosis. Luego se iguala con los que solo tienen una por haber pasado la enfermedad. Es alta y similar en ambos grupos.
¿La enfermedad puede evitarse si se tienen inmunidad celular pero no anticuerpos?
Depende. Hay veces que con una inmunidad celular fuerte se logra bloquear absolutamente la enfermedad. Pero es más complicado.
¿Poder medir la inmunidad celular es viable a nivel general, de un modo similar a las pruebas para ver los anticuerpos?
Es muy difícil medir la inmunidad celular a todo el mundo. En el laboratorio les sacamos la sangre, les simulamos que se infectan con un fragmento del virus y esperamos unos días para empezar a medir qué moléculas se producen, poblaciones que empiezan a aparecer... y nos hacemos una idea de si tienen o no inmunidad celular. Se necesita expertise, infraestructura y tiempo. La inmunidad de las células es multifactorial, requiere estimulación y para medirla hay que ser muy serios.
Con todo, especulo que en un tiempo no muy largo podamos desarrollar una prueba rápida para determinar de manera indirecta si tiene o no inmunidad celular. Se necesita inversión, pero sería un ahorro en tiempo y protección. Estamos tirando dinero haciendo antígenos a todo el mundo si no estás muy enfermo, pero qué político dice eso ahora. Podríamos hacer un cribado masivo para ver quién necesita la vacuna y quién no y entonces donarlas a quienes las necesitan. En el estudio nos planteamos que la necesidad de la tercera dosis se debería circunscribir solo a los que no tengan inmunidad celular.
¿Qué permitiría tener esa información? ¿Modificar campañas de vacunación?
Permitiría pautas de vacunación más personalizadas. Vacunar solo a quien no tiene inmunidad celular, evitar gasto, poder donar esas dosis...
Hace unos días se publicó un preprint que, a falta de ser revisado, asegura que pese a las mutaciones y a la reducción de anticuerpos neutralizantes, la inmunidad celular aguanta frente a ómicron. ¿Hay evidencia suficiente en este sentido?
Es un estudio muy preliminar. A veces se mide un único factor cuando la inmunidad celular multifactorial. Ahora en laboratorio estamos viendo en la población que estaba vacunada y que tiene la tercera dosis puesta cómo es la inmunidad celular frente a ómicron y delta. No tenemos esa respuesta y probablemente nadie en el mundo la tenga de manera robusta. Estamos asistiendo a un real time de la ciencia que vuelve verdad absoluta algo que se mide de una manera indirecta o poco firme. Para primeros de febrero podremos enviar a revisión nuestro estudio. Sospechamos que hay una respuesta de inmunidad celular bastante fuerte frente a ómicron y es buena noticia pero no está confirmado del todo.
¿Cuál es la diferencia de la respuesta inmunitaria de los anticuerpos y de las células?
Los anticuerpos bloquean que el virus infecte la célula. Y la inmunidad celular puede generar anticuerpos a su vez y puede matar o eliminar aquellas células que reconozca que están infectadas. Es una respuesta mucho más organizada pero tarda un poco.
Los linfocitos son células del sistema: tenemos los T y los B. Los B generan anticuerpos y los T matan células infectadas. A los ocho meses de estar vacunados, puedes no tener anticuerpos pero sí producirlos tus células, los linfocitos.
La variante ómicron avanza muy rápido y otorgará inmunidad natural a un gran porcentaje de la población, junto a la que ya aportan las vacunas ¿Nos acerca a la inmunidad de grupo o sigue siendo una quimera?
El problema es la generación de nuevas variantes. Si tuviéramos vacunados a gran parte del sur, con la aparición de una variante tan infecciosa y que se puede paliar con vacunación actual, podríamos hablar de un inicio de la transformación de pandemia en endemia. Pero es especulativo. Existe la posibilidad de que emerjan nuevas variantes más infecciosas y que desplacen a la ómicron. La inmunidad de grupo es un escenario posible, no obstante. No la desaparición, sino una circulación basal del virus. Es importante no solo la vacunación, sino medicamentos para tratar a las personas que enferman y que todo sea más residual.
¿Cómo valora el giro de timón de España en la gestión de la sexta ola? La última modificación del protocolo renuncia en términos generales al rastreo y a la confirmación de casos salvo en entornos vulnerables.
Es un giro demandado por la economía, con ciertos matices científicos. Habrá que ver si funciona. Por ahora hay un colapso de la atención primaria y eso trae problemas graves. Se está prestando atención a mantener los niveles de empleo, y de producción económica en unos valores que permita seguir funcionando. La contrapartida de equivocarnos es colapsar la sanidad de nuevo. Eso sería espantoso.
En las últimas semanas, algunos sectores consideran que debemos encaminarnos hacia un cambio de fase que pase por autocuidarse en casa y solo acudir a la sanidad en caso de complicaciones o riesgos. ¿Le parece una decisión acertada teniendo en cuenta el nivel de inmunidad y cómo están respondiendo los sistemas inmunes a la variante ómicron?
No hay recursos infinitos en la sanidad y afecta a otras patologías. Lo fundamental es que hay un gran nivel de desinformación que no ayuda. Las personas ahora quieren a toda marcha saber si están protegidos o no, o si tienen ómicron, y eso está generando un colapso del sistema terrible, que recibe a la persona grave, a la medianamente grave y a la que se le dice: tiene Covid, váyase para casa.
Mi recomendación en el escenario: si no se tienen síntomas preocupantes, mucha fiebre y saturación de oxígeno baja, mantenerse a resguardo, teletrabajar y no colapsar la sanidad. Todos queremos cuando estamos enfermos que nos atiendan, pero tenemos que pensar que el sistema sanitario no es infinito. Tenemos posibilidades de autotestarnos, autoconfinarnos… pasarlo e intentar no saturar la sanidad pública cuando realmente no la necesitas.
Jiménez, el sabio de la Covid: "Esto es una pandemia de interiores"
José Luis Jiménez, investigador de la Universidad de Colorado especializado en aerosoles y transmisión de enfermedades, ha sido una de las principales figuras en demostrar que la visión inicial de cómo se transmite la Covid era errónea: no se trata de gotas que lanzamos como proyectiles desde boca y nariz y caen al suelo, sino de otras, microscópicas, que se mantienen en el aire. De ahí lo absurdo de las mascarillas al aire libre y la necesidad vital de ventilar los espacios cerrados.
Las administraciones han acabado aceptando que el SARS-CoV-2 se transmite por aerosoles. ¿Por qué cree que siguen apoyando medidas ineficaces como las desinfecciones de superficies o las mascarillas al aire libre?
Tanto los gobiernos, la CDC, la OMS… al principio decían que señalar que la Covid se transmite por aerosoles era desinformación. Hace meses que han tenido que aceptarlo porque era científicamente vergonzante seguir negándolo. Pero, ¿cómo lo han hecho? Lo han puesto en una página web, diciendo que se transmite por el aire de una forma más o menos confusa... Si eres científico entiendes lo que dicen; si no, es de lo más confuso.
En resumen, hay dos razones: la primera es que no quieren aceptar que han cometido un error tan grave: decir que se transmitía por superficies y no por el aire permitió a la pandemia expandirse cuando, en principio, el virus no estaba en muchos sitios.
Dijeron que mascarillas no, que esto va por superficies y había que lavarse las manos, y eso permitió al virus conquistar el mundo. Me dicen contactos dentro de la OMS que Maria van Kerkhove [jefa técnica de la OMS para la Covid-19] no quiere admitir ese error. Entonces, marean la perdiz.
La otra razón es práctica, porque para los gobiernos es muy cómodo decir que va por las superficies y por las gotas que caen al suelo, porque entonces la responsabilidad de protegerse es del individuo: tú te lavas las manos y mantienes la distancia y, si te contagias es culpa tuya. Los gobiernos dan instrucciones para que tú hagas cosas pero ellos no tienen que hacer mucho.
Sin embargo, si aceptan que nos contagiamos al respirar el aire en interiores –esto es una pandemia de interiores, eso está clarísimo en todos los estudios–, si te contagias en una tienda, una oficina, un colegio, una universidad o un edificio del gobierno, tú no tienes control para limpiar el aire. Ahí ya la responsabilidad para mejorar eso es suya, y cuesta dinero.
- ¿Es efectivo mantener una distancia física de 1,5 metros bajo el paradigma de la transmisión por aerosoles? ¿Lo es tanto en exteriores como en interiores?
- El hecho de que la distancia funciona para reducir la transmisión de las enfermedades (sobre todo la de las respiratorias) es una observación empírica de tiempos de la peste y de la guerra de Crimea, donde se veía que los soldados ingleses, si se ponía más distancia entre las camas, se contagiaban menos.
Lo que es un error, de 1910, es que un investigador norteamericano, Charles Chapin, dijo que si la distancia funcionaba era porque las gotículas eran como un proyectil y caen el suelo, y por eso cuando te alejas no te dan las gotas y no te contagias. Ese es el error de las gotas que la OMS se creía a pies juntillas al inicio de la pandemia.
La distancia funciona pero por una razón diferente: al alejarte de alguien, respiras menos el aire de la persona. Si estás cerca de alguien que ha comido ajo lo hueles porque es el aliento que sale de esa persona; si te vas alejando ya no lo hueles porque estás respirando menos aire. Pero si estás en la misma habitación y está mal ventilada, te puedes contagiar con el tiempo. La distancia hay que mantenerla en interiores y exteriores. En exteriores, estás hablando con un fumador y ves cómo sale el chorro de aire con el humo. Es una situación muy peligrosa si no hace viento, menos que en interiores pero sigue siendo una situación peligrosa.
¿Qué medidas deberían estar más presentes en los espacios cerrados?
Aparte de las mascarillas, que es un filtro para que no salgan los virus al aire, hay tres maneras de evitar la presencia del virus en el aire. La primera es echarlo fuera, eso es la ventilación. La segunda es quedarte con el aire, no lo echas afuera, pero le quitas el virus: eso es la filtración, de una mascarilla o un filtro que pones a un ventilador.
Lo tercero es dejar el aire y los aerosoles con el virus flotando por el aire pero tratas de matarlo, de desactivarlo. Esto es la desinfección del aire. Lo que recomendamos los expertos, y hemos escrito artículos sobre ello, es: primero, si se puede, ventilación. Si no se llega con la ventilación, entonces filtración, ya sea con filtros HEPA, si el edificio tiene instalación de filtros, o con filtros baratos con un ventilador.
- La OMS calcula que dos millones de personas en el mundo mueren debido a la mala calidad del aire en interiores. ¿Cree que la pandemia ayudará a visibilizar este problema una vez finalice?
La estimación de la OMS me parece muy por lo bajo, porque ahora sabemos que todas las enfermedades respiratorias, incluyendo la gripe, se transmiten por el aire. Póngase a sumar los muertos de la gripe. La pandemia ha ayudado a visibilizar este problema pero, como nos decían en privado de otra autonomía en España, están esperando a que se pase la pandemia para poder seguir ignorando la ventilación. Esto nos lo decían descaradamente porque no es una prioridad para los políticos, no es por donde piensan que les van a venir los votos.
Los científicos estamos empujando para que esto no se olvide, pero se ve claramente: en el momento en que bajan los casos ya nadie te llama, los periódicos no hablan de esto, no se dice nada… Nosotros seguimos publicando artículos, pero ¿quién lee los artículos científicos? Sin embargo, luego hay una ola y entonces usted me llama, pero cuando se pase ómicron en tres meses no se hablará más de esto.