Todos Santos
Cementerios rurales, testigos mudos de la despoblación de Tarija
Las familias han optado por enterrar a sus difuntos en los cementerios más próximos a sus lugares de residencia y no retornar a las comunidades para poder atenderlos mejor. En pandemia sí ha habido un repunte de entierros en comunidades. La costumbre de enterrar en suelo tiene que ver con la salud
En estos días, quien más quien menos se acerca al cementerio para visitar a sus seres queridos coincidiendo con Todos Santos, una práctica extendida y arraigada entre los tarijeños más allá de la religión que profesen.
La tradición se trasladó a las grandes ciudades, pero tiene también su origen comunal y rural. Decorar las tumbas, compartir con los difuntos e incluso interpretar el folklore tradicional de la época hacía que los cementerios en Todos Santos se convirtieran en verdaderos centros de festejos, y aún hoy en muchas comunidades rurales se conservan esas costumbres emblemáticas.
Todos Santos representa el sincretismo cultural de Bolivia, donde se unen costumbres católicas y andinas
Sin embargo, los cementerios rurales son testigos mudos de la despoblación en Tarija y en todo el país. Ya hace tiempo que hay más decesos que nacimientos en la mayor parte de las comunidades, ya que la población joven se ha trasladado a las ciudades. Pero además, los cementerios empiezan a quedar en el olvido por la comodidad de las familias, ya que se ha optado por buscar espacios en los cementerios de las ciudades donde se han trasladado las residencias y no retornar a la comunidad de origen, ya que las familias tendrían más difícil el desplazamiento para las fechas señaladas.
Durante la pandemia ha habido algunas excepciones, pues ante la imposibilidad de realizar velorios y entierros tradicionales por las restricciones, muchas familias han optado por llevar a los difuntos a cementerios comunales, donde se ha bordeado la legalidad en algunas ocasiones. “Aquí venían a enterrar cuando no había permiso, pero arreglaban y ya. Ahora no sé cómo celebrarán y que riesgos habrá” señala una comunaria molesta del valle central.
Con todo, la dinámica es la del deterioro general de estos cementerios, cada vez menos frecuentados debido a la permanente migración.
Descenso de población
Se estima que en 2022 seremos 601.214 tarijeños, el 45,35 por ciento de la población vivirá en Cercado, que por el momento es el municipio que mejor está resistiendo los rigores demográficos de la crisis, pues su crecimiento se sitúa en 1,98%, por encima de la media departamental y solo por debajo de Villa Montes. En total serán 272.692 habitantes en el núcleo urbano de Tarija, con lo que supone de desafío logístico.
Mientras, el crecimiento del resto de provincias es muy moderado. El 10,5 por ciento de la población vive en la provincia Arce, donde sus dos municipios viven realidades opuestas: mientras Padcaya ha detenido su crecimiento y ronda apenas el 0,56% para llegar a los 19.148 habitantes, Bermejo crece a ritmos de 1,84% llegando a los 44.062 habitantes.
Avilés es la provincia menos habitada del departamento y una de las más despobladas del país con solo 22.034 habitantes, el 3,66% del departamento. De sus dos municipios, Yunchará ya ha empezado a perder población y la estimación es que haya 5.675 habitantes poblando el altiplano, mientras que en Uriondo se estiman 16.359 vecinos creciendo a apenas 1,4% pese al potencial vitivinícola y la proximidad a la capital.
Méndez suma el 6,26 por ciento de la población, aunque uno de sus municipios, El Puente, también altiplánico, ha dejado técnicamente de crecer – se estima un 0,1% en 2021 - al igual que Yunchará. Actualmente El Puente reúne 11.786 habitantes por 25.904 de San Lorenzo, que crece al 1,5% en parte como municipio dormitorio aledaño a Cercado.
O´Connor es el 3,97% de la población de Tarija, con un total de 23.871 vecinos y un ritmo de crecimiento de apenas 0,54%, lo que activa las alarmas de la despoblación.
En el Gran Chaco suma 181.717, es decir, el 30,2 por ciento del departamento y con ritmos muy desiguales entre sus municipios, pues mientras Villa Montes registra tasas del 2,55% siendo la más elevada del departamento, Yacuiba se queda en el 0,8% y Caraparí en el 1%. En total, Yacuiba sumará 109.481 ciudadanos; Villa Montes 55.704 y Caraparí 16.532.
La tradición funeraria
En los últimos años por motivos de espacio y de seguridad se han empezado a promocionar los entierros en nichos y las cremaciones, dos prácticas no tan extendidas y que chocan con la tradición de depositar a los difuntos en tierra, algo que tampoco existe desde siempre, sino que se implantó con el paso de los siglos como una forma de cuidar la salud, ya que en otras ocasiones se convivía con los difuntos, pudiendo generar otras enfermedades.
Según el historiador Fernando Huanacuni, la fiesta que hoy es Todos Santos, tiene origen prehispánico y se denominaba Wiñay Pacha. En esa época se sacaban los cuerpos momificados de las chullpas, se realizaban ofrendas y "en un momento en que los dos mundos —éste y el de los ancestros— se unían" se compartía con los antepasados con comida, bebida, cantos y sahumerios de copal e incienso.
Luego de producida la conquista española, durante la Colonia, algunas ceremonias católicas se superpusieron a esa festividad y aparecieron las t’ant’awawas y otros elementos, pero se mantuvo en esencia el regocijo de compartir con los ancestros.
A decir de Huanacuni, estas ceremonias de reencuentro con los ancestros no sólo se daban en el mundo andino, sino también en culturas como la azteca, los pueblos norteamericanos y también en Europa donde los celtas y druidas celebraban Halloween, festividad que en el pasado tenía la característica de honrar a los difuntos, pero que hoy tiene un carácter más comercial y festivo.
Por otro lado, es evidente que en las chullpas —cadáveres enterrados en posición fetal en la zona altiplánica entre los siglos XIII y XV—, se encontraron restos de comida y utensilios para que los difuntos los usen en la otra vida, mientras que el resto de sus pertenencias eran distribuidas entre la comunidad. Hoy en día, dichos rituales se mantienen con la preparación de pan y comida para compartir con la persona que se ha ido, costumbre fuertemente arraigada en el área rural y también en las zonas periurbanas y centrales de las ciudades del occidente.
En opinión del antropólogo Mario Montaño Aragón, algunas costumbres tienen profundo significado desde tiempos ancestrales: el lavado de ropas significa la purificación; el preparado de los platos que le gustaban al difunto, las t’ant’awawas en diferentes formas y las oraciones son parte de un diálogo entre las personas fallecidos y sus parientes vivos, a los que visitan.
Montaño Aragón dice que es importante distinguir cada grupo étnico con sus costumbres, creencias, valores y con lo que significa el culto a los muertos según cada uno de ellos, pero es indudable que hubo una mezcla en las costumbres. "Las tradiciones en la ciudad se hacen por