La crisis económica aumenta
El desempleo juvenil es una bomba de tiempo en toda América Latina
La población joven “está entre los que padecen con más intensidad las consecuencias sociales y económicas de la pandemia en la región, corriendo el riesgo de pasar a constituir una generación del confinamiento”, afirmó Vinícius Pinheiro, director regional de la OIT, en su sede en esta capital



Los países de América Latina y el Caribe enfrentan el desafío de una “bomba de tiempo” representada por el alto desempleo, informalidad y falta de oportunidades para los jóvenes que está dejando la crisis por covid-19, alertó este jueves 12 la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
La población joven “está entre los que padecen con más intensidad las consecuencias sociales y económicas de la pandemia en la región, corriendo el riesgo de pasar a constituir una generación del confinamiento”, afirmó Vinícius Pinheiro, director regional de la OIT, en su sede en esta capital.
Los confinamientos impuestos para encarar la pandemia, junto con el retroceso de la economía en la región (-7,7 por ciento en 2020) se tradujo en cierre de empresas y merma de los ingresos y de puestos de trabajo, pues se perdieron cerca de 26 millones de empleos, con mujeres y jóvenes entre los más afectados.
La declaración de Pinheiro calzó con el Día Internacional de la Juventud, establecido en 1999 por la Asamblea General de las Naciones Unidas para relievar la situación y aspiraciones de 1.200 millones de jóvenes, 15,5 por ciento de la población mundial.
En América Latina y el Caribe la tasa promedio de desocupación de los jóvenes entre 15 y 24 años llegó a 23,8 por ciento el primer trimestre de 2021, el nivel más alto registrado desde que este promedio comenzó a ser elaborado en 2006.
Esa cifra representa un aumento de más de tres puntos porcentuales en comparación con el nivel de antes de la pandemia y, en paralelo, la tasa de participación laboral juvenil experimentó una contracción al caer también cerca de tres puntos, a un nivel de 45,6 por ciento, según la OIT.
Eso implica que a comienzos de este año entre año entre dos y tres millones de jóvenes se mantenían fuera de la fuerza de trabajo ante la inexistencia de oportunidades laborales.
“Esta generación ha experimentado los impactos de la covid-19 a través de una multiplicidad de canales, tales como la interrupción de sus programas educativos o de formación y de puente hacia el mercado de trabajo (aprendizaje y pasantías), y la pérdida de empleo y de ingresos”, expuso Pinheiro.
Otra consecuencia es “la perspectiva de enfrentar mayores dificultades para encontrar una ocupación en el futuro”, indicó el responsable.
También planteó que “aunque la demanda de empleo comience a evidenciar un comportamiento más favorable, de la mano de un mayor dinamismo económico, las oportunidades de empleo para los jóvenes continuarán muy restringidas”.
Al mismo tiempo “la ya elevada incidencia de la informalidad entre estos trabajadores, que afectaba a seis de cada 10 jóvenes antes de la pandemia, corre el riesgo de incrementarse aún más”, indicó Pinheiro.
Según su análisis, la falta de oportunidades de empleo juvenil puede afectar la trayectoria laboral de las personas, y limitar sus posibilidades de acceder a un trabajo decente en el futuro.
Además “son fuente de desaliento y frustración, lo cual puede desembocar en situaciones conflictivas e incluso afectar la gobernabilidad a diversos niveles”.
“Las protestas que habían surgido en diversos países de esta región antes de la pandemia eran encabezadas por jóvenes. Después de una crisis feroz que ha dejado a muchas personas sin esperanzas, ya hemos visto como en algunos países esos jóvenes vuelven a salir a reclamar un porvenir”, destacó.
Para enfrentar la “bomba de tiempo”, el desafío del desempleo juvenil, es necesario recurrir a una combinación de políticas que apunten a elevar la oferta de empleos, estimular la contratación de jóvenes y apoyar a las empresas y a los emprendedores, según Pinheiro.
También se debe impulsar la educación y la formación “de manera que respondan a los nuevos requerimientos de los mercados laborales, incluyendo los de la revolución digital”.
“Hay un aspecto fundamental a tener en cuenta cuando se diseñen estrategias para promover el empleo juvenil después de esta atroz pandemia: no podemos prescindir del aporte de los jóvenes”, concluyó Pinheiro.
Bolivia: Desempleo juvenil llega al 25% y afecta más a mujeres y profesionales
El índice de desempleo en el país llegó al 8,4 por ciento en 2020, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). El Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (Cedla) estima que el desempleo juvenil ilustrado llegó al 25 por ciento.
Según un estudio publicado en enero de este año por el Cedla, los jóvenes profesionales tienen la tasa más alta de desempleo en el país.
El investigador de dicha institución, Bruno Rojas, indicó que en 2019 el índice de desempleo en el país era del 4,8 por ciento, en cambio el índice de desempleo juvenil era del 16 por ciento, cifra que triplicaba la tasa de desempleo general. Sin embargo, aseveró que la cifra sube a 17 por ciento cuando se trata de desempleo juvenil en mujeres.
En este sentido, una tasa de desempleo del 8 por ciento daría paso a un desempleo juvenil del 25 por ciento. “La situación se agrava con la pandemia”, dijo Rojas.
Según el Cedla, sólo dos de cada 100 jóvenes en Bolivia tienen buenos empleos. “Eso quiere decir que 98 tienen empleos precarios y 65 por ciento tiene trabajos extremos; con remuneración por debajo del salario básico mensual”.
Los jóvenes con mayor nivel educativo tienen más dificultades para encontrar un trabajo porque el mercado laboral es demasiado restringido y no genera los suficientes empleos.
“Se genera más empleos de menor calificación laboral. Un joven encuentra empleo de promotor, recepcionista, delivery. Eso es dramático, es un divorcio entre el mercado de trabajo y la mejora del nivel educativo, y la pandemia lo agudiza”, explicó Rojas.
El investigador indica que esta situación es preocupante porque, al no encontrar oportunidades de trabajo, muchos profesionales capaces están migrando del país, mientras que otros no trabajan ni estudian.
“La pandemia provocó desempleo e inactividad laboral, los jóvenes dejaron de hacer algo y eso es preocupante. La población nini no trabaja, no hace nada. Significa menos aportes al país, menos impuestos”, dijo.
Rojas añadió que en El Alto pagan 800 bolivianos a las trabajadoras del hogar, unos 1.200 bolivianos a las vendedoras y en los talleres textiles se paga hasta 2 mil bolivianos.
Para el investigador, la situación del desempleo juvenil el preocupante, sobre todo porque el Gobierno minimiza el problema.
Detalló que el INE, en 2019, concluyó que la tasa de desempleo juvenil era del 12 por ciento. Ese mismo año el Cedla calculó un 16 por ciento de desempleo juvenil en base a datos oficiales. “Se minimiza la información a la población que necesita saber”, dijo.
2020: La tasa más alta de desempleo
En 2020 se registró una tasa de desempleo del 8,4 por ciento, una de las más elevadas del país en los últimos 16 años.
La cifra de desempleo duplica a la tasa registrada en 2019, de sólo 4,8 por ciento.
El investigador del Cedla Bruno Rojas indicó que el desempleo en el país se agravó por la crisis económica causada por la pandemia de Covid-19.
En 2003, el país alcanzó una tasa de desempleo de 8,7 por ciento, una de las más altas de la historia del país. A partir de esa gestión, el porcentaje de desocupados fue bajando paulatinamente. En 2012 se registró una tasa de desempleo del 3 por ciento, una de las más bajas.