Es toda una travesía sacar los tejidos para la venta
Rosa y el tesoro de hilos que guarda el altiplano de Tarija
Así es ella, de tez morena y manos que quedaron ásperas por los tejidos y bordados que realiza desde 1962. En el último rincón del altiplano tarijeño, Rosa guarda los más finos hilos de lana de oveja y llama, que luego de ser acariciados por sus manos, se convierten en codiciadas prendas de vestir.
Allá, en el último rincón del altiplano tarijeño, en el punto limítrofe de Bolivia con Argentina se guardan los más finos hilos de oveja y llama, que luego de ser acariciados por las manos de doña Rosa Vilte, una mujer de la tercera edad, se convierten en codiciadas prendas de vestir, sin nada que envidiar a esas marcas de ropa que imponen moda en la ciudad. Lo de ella, es a pura mano, teñido de colores con plantas del lugar.
La comunidad se llama Papachacra y pertenece al municipio de Yunchará, desde ahí, su tierra natal, cuando no hay vehículo para viajar Rosa emprende una caminata de dos horas para salir a la ruta principal, esa que conecta Villazón, Potosí y Tarija. Con la carga de ropa al hombro, entre medio de las pajas bravas que silban por la fuerza del viento, Rosa debe estar antes de las once de la noche en la carretera si quiere tomar el bus que pasa hacia la capital. Si no tiene suerte, deberá amanecer apostada en el camino soportando las temperaturas que congelan hasta la superficie del agua de los riachuelos.
Su cabello tiene un tono cenizo y se encuentra amarrado en dos trenzas, una queda sobre su pecho y la otra en la espalda. Nació en 1954 y hasta ahora nunca dejó de usar vestimenta chapaca: pollera, blusa y sombrero. Por el frío, usa medias que le cubren hasta la rodilla. Además, por la pandemia añadió un barbijo, pero ese también tiene un bordado que dice “Montonera” en medio de la figura del típico instrumento llamado “Caja”, usado en tiempo de Carnaval.
Así es ella, de tez morena y manos que quedaron ásperas por los tejidos y bordados que realiza desde 1962, año en que murió su padre y ella quedó sola con su madre, era hija única. Luego vinieron tres hermanos de un nuevo matrimonio de su progenitora. No tuvo la oportunidad de terminar sus estudios del nivel primario, recuerda que en esos tiempos la escuela era más para los hombres, mientras que la labor de las mujeres estaba centrada en cuidar los animales, las ovejas y las llamas. Sin embargo, aprendió a leer y escribir.
A Rosa siempre le llamó la atención la labor que realizaban sus abuelos y padres, el tejido, pero fue hasta 1962 cuando se animó a realizar su primera prenda, un gorro para la cabeza, o también conocido como “chulo”. Desde entonces a la fecha no ha podido apartarse de ese oficio, que cada vez lo perfecciona más. Sonríe y dice que le hubiera gustado que todos sus hijos hubieran seguido ese oficio, pero solo dos intimaron con esa labor, con la misma pasión que su madre, eso la hace sentir orgullosa, porque la generación del tejido no morirá con ella.
Ella cuida toda la cadena de producción, desde el cuidado de los animales que luego serán trasquilados, generalmente en diciembre de cada año, para luego escoger la mejor lana y guardarla hasta el año siguiente, para recién colocarla a la rueca. Esa herramienta de madera que en sus incansables giros soltará el hilo para que Rosa la convierta en finas prendas de vestir.
Rosa fue una de las fundadoras de la asociación de los famosos Tejidos de Tajzara, pero luego se apartó de ese grupo por unos problemas internos. Ahora reniega porque los centros textileros que se construyeron con ayuda de fundaciones quedaron abandonados y parte de los equipos se perdieron y otros quedaron arruinados.
El proceso no es fácil, comenta Rosa con sus más de 50 años de experiencia en el rubro del tejido y del bordado. La gente no sabe que detrás de esas mantas, ponchos, chalinas, monederos y demás prendas, hay un proceso que dura más de un año para que los productos estén a la venta.
“Desde el momento que se saca lana hay que esperar que pase un año, pero antes de guardarla hay que elegir cuál sirve y cuál no. Hay que escarmenar. Se debe guardar porque cuando recién se saca la lana queda como sebosa – comenta doña Rosa –. Después que pasó ese tiempo hay que poner la lana en la rueca, pero tarda, para hacer una manta tarda una semana. Una vez que se tiene el hilo en madeja hay que lavarlo, recoger las plantas del campo para teñir los colores que uno quiere hacer. Para ello se usan las raíces del molle, quenchamarca, cochinilla, entre otras. Luego, hay que lavar bien hasta que el agua salga clara, hacer secar en la sombra y después ovillar”, detalla.
Una vez que se han seguido esos pasos, recién se puede hablar de hilos que están listos para ser tejidos, ya sea en máquinas, bastidores o directamente a mano, como lo hace doña Rosa, que habla del punto calado, el irlandés, el rombo, entre otros que conoce a la perfección. Además, porque ella y otras compañeras fueron capacitadas por el Centro de Investigación y Apoyo Campesino (CIAC).
Entre algunas personalidades que visten sus tejidos están Jenny Raña, esposa del ex gobernador de Tarija, pero también su vestimenta fue adquirida por el ex alcalde de Tarija, Rodrigo Paz Pereira antes de la pandemia de la Covid-19.
En la actualidad, Rosa se ubica en las aceras del centro de la ciudad para vender la vestimenta que elabora con hilos de oveja y llama, ahí expone desde pequeños monederos, mantas, chalinas, chompas, gorros, y demás prendas para el invierno.
Ella dice que su venta es directa del productor al consumidor, por lo que los precios son más baratos en comparación con los ofrecidos en algunas tiendas, que hacen la labor de intermediarias.
“Hay que darle valor a lo que tenemos, pero a veces no sabemos aprovechar, a veces se las pisotea. Varias personas no valoran lo que hacemos, quieren rebaja, pero uno llega desde lejos y a veces por vender tiene que bajar el precio, porque tampoco podemos volvernos con nuestra producción”, comenta Rosa.
A sus 65 años, Rosa tiene la esperanza de colocar sus vestimentas en toda Bolivia, así también en países vecinos. La limitante, como para otros sectores, es el factor económico, que no le permite participar en grandes ferias donde acuden empresarios de distintos países. Más aún, su fe sigue intacta para poder hacerlo.
LA VENTA DE TEJIDOS
Pedidos de tejidos
Doña Rosa Vilte, que tiene más de 50 años de experiencia en la elaboración de tejidos de lana de oveja y llama, también dice que recibe pedidos de la población, de acuerdo al gusto del cliente, para ello, pueden llamar a los números de celular: 63778002 o al 63799646.
La venta de Rosa
La última vez, cuando accedió a la entrevista con el diario El País, Rosa se ubicó en la acera de la calle Madrid y General Trigo, frente a la plaza Luis de Fuentes y Vargas. Ella dice que intentará quedarse en el mismo lugar, sino pide buscarla por otras calles del centro de la ciudad.
Los precios
Las prendas elaboradas con hilo de llama son más caras que las de oveja, por su costo de producción, pero hay monederos desde 10 bolivianos, chalinas a 90 bolivianos y lo más caro son las mantas que llegan hasta los 400 bolivianos, pero también hay de 120.