Dejó el alcohol para dedicarse a la artesanía
Ruth y sus muñecos tarijeños de “chala” que cruzan el continente
Cuando Ruth apenas cumplió los 12 años, sus papás le compraron una máquina de costurar, una de la marca CIDEL SA color negra con detalles dorados y que funcionaba a pedal. En esos tiempos, su padre pensaba que, a esa edad, el lugar que ella ocupaba en el mundo ya debía compensarse con trabajo
Las ásperas manos de Ruth son las que acarician las chalas del choclo, hojas que por lo general terminan botadas en el piso o sirven de alimento para las vacas. Ella las levanta del suelo y las trata con delicadeza porque luego se convertirán en muñecos, figuras de gente tarijeña que terminarán en sitios privilegiados de alguna casa, hotel, oficina o tienda. Su artesanía ya cruzó el continente americano y está en Europa.
En 1950, allá en Villa Abecia – Chuquisaca, el 2 de agosto una mujer campesina dedicada al agro dio a luz a una niña que recibió el nombre de Ruth María Mercado Castro, que con el pasar de los años se convirtió en una reconocida artesana que se llena de orgullo al decir que es india, en referencia a su fecha de nacimiento en la que se conmemora el “Día del Indio” por la Revolución Agraria ocurrida en 1953.
Fue en enero de 1954 cuando su madre se la llevó a Tarija junto a su hermano de ocho meses de edad, esperanzada en que su padre dejara el alcohol, bebida que no solo estaba consumiendo la vida de su progenitor, sino de la familia entera. Sin saber qué iba pasar en un lugar desconocido, se instalaron en la tierra andaluz.
En su niñez se dedicó a ayudar a sus padres, a labrar la tierra para producir alimentos, pero desde entonces ya tenía afinidad por la artesanía, su sueño era ser profesora de manualidades. Cuenta que ella separaba los huesos de la carne que cocinaba su mamá, pues, tenían forma de anillos y los usaba para hacer pequeñas macetas para plantas.
Cuando apenas cumplió los 12 años, sus padres le compraron una máquina de costurar, una de la marca CIDEL SA color negra con detalles dorados y que funciona a pedal. En esos tiempos, su padre pensaba que, a esa edad, el lugar que ella ocupaba en el mundo ya debía compensarse con trabajo, además, porque de eso tendría que vivir el resto de sus días, y así fue. A sus más de 70 años de edad, esa máquina es su fiel compañera y cómplice de sus alegrías y tristezas.
Desde ese entonces, sin ir a ningún instituto ni otro centro de formación, se dedicó a la costura hasta los 35 años de edad, cuando empezó a perder la visión de ambos ojos. Se dio cuenta de esto en el momento en el que elaboraba una blusa y no podía encontrar el ojal para los botones. Relata que empezó a sentir una gran desesperación pensando que iba a quedar ciega, tenía tres hijos hombres y sus papás ya eran de la tercera edad, todos dependían de ella.
Esa situación la llevó a cambiar de rubro, así se dedicó a vender plantas de adorno para exteriores e interiores de casas, tenía un puesto de venta en la calle Sucre de la ciudad de Tarija, también otro adentro del Mercado Central, entretanto su pérdida de visión se agudizaba más, pero no acudía al médico a hacerse revisar porque no le alcanzaba el dinero. En la venta le decían que sus plantas estaban con bichos, pero ella no los veía.
El peor momento
Mientras perdía la vista, su hogar se destruía, su esposo la golpeaba. Cuando sus hijos crecieron, él ya no lo hizo, pero la ofendía verbalmente. Ruth aguantó porque no quería ser una mujer divorciada, hasta que un día, cansada de la violencia y maltrato, optó por decirle a su marido que se vaya de su casa. Él se fue llevándose todas las pertenencias que habían comprado juntos, la dejó sin nada, a excepción de su máquina CIDEL y el inmueble porque era herencia de sus padres.
Ella recuerda que eso sucedió en el año 1998, tiempo en el que también empezó a consumir bebidas alcohólicas de manera descontrolada, a veces ni recordaba cómo llegaba a su casa, tenía vergüenza de que sus hijos la vieran así. Más aún, llegó un momento en el que dijo basta, “yo no quería esa vida”. Buscó una iglesia evangélica para acercarse a Dios y desde entonces sintió que su vida empezó a cambiar, “se levantó del fango en el que se encontraba”, según explica.
Allá por el año 2002, cuando sus cabellos ya pintaban algunas canas y sus hijos ya no dependían de ella, se propuso hacer algo que otras personas no hacían, además quería hacer algo que ella piensa es obra de Dios. De esta manera, comenzó a usar chalas de choclo y la taraca para hacer flores. Luego, sus amigos le insistían en que haga muñecas, le daban modelos, pero a ella no le gustaba, más aún cedió en hacer damas antiguas, de esas que usaban vestidos largos que se arrastraban en el piso, pero la gente no compraba mucho.
Un día, sentada en su casa, le vino a la cabeza que quería hacer figuras de campesinos, pero rústicos, para mostrar la cultura que con el pasar de los años fue perdiéndose, es por eso que su arte lleva el nombre de “Asina es Tarija”. Corría el año 2004 y en aquella ocasión, ella no sabía que su arte se convertiría en el éxito de sus trabajos.
Los muñecos campesinos
Sus muñecos de chala y ahora también de yute visten prendas chapacas, tanto hombres como mujeres, además sostienen instrumentos de la región, como también exhiben la gastronomía de Tarija, tales como los rosquetes, humintas, tamales y aloja.
La venta de sus artesanías revolucionó cuando elaboró los cañeros, muñecos vestidos de chapacos que tocan la caña, un instrumento propio de Tarija y que además es fabricado en este departamento y suena en una época específica del año. Ese conocimiento lo recuerda a la perfección porque es una de las lecciones que le dieron los reconocidos maestros Atilio Auza, Pastor Achá, Luis Achá y Nilo Soruco, cuando cursaba estudios del nivel primario en el colegio La Paz.
Sus artesanías participaron en ferias internacionales como la Feicobol y FIPAZ, pero el éxito más grande lo tuvo en Santa Cruz, en la Expocruz y Expomadera. A este último lugar llegó gracias a una amiga que realiza juegos didácticos de madera, la animó, porque su artesanía es elaboraba con chala de choclo, tronquitos y taracas que dejaba a su paso el río Guadalquivir.
Fue en la feria de la tierra oriental donde quedó maravillada por la aceptación de sus trabajos, pues se veía obligada a esconder parte de sus artesanías para que no se las compren todas, pues de lo contrario se iba a quedar sin muñecos chapacos para la exposición.
Las artesanías de doña Ruth Mercado
Particularidad
Sus trabajos de doña Ruth son rústicos y dice que el sello de sus muñecos es particular, no tienen ojos, nariz ni boca, características que la llevaron a recibir críticas y aplausos. Ella dice que, sin esos rasgos físicos, sus muñecos igual son expresivos. Además, por el material que usa, no se puede pintarlos y bordar significaría elevar el costo que la gente no quisiera pagar.
Regalos
Ruth le regaló un cañero de yute al entonces alcalde de Tarija, Rodrigo Paz, y otro de chala a un funcionario de la alcaldía, pero el burgomaestre puso sus ojos en el de chala, y dijo que había que reproducir más. Es así que en una ocasión le encargó 100 muñecos cañeros para regalar a delegados de otros países que visitaron la ciudad.
Concurso
En La Paz encontró a una señora que vendía muñecas de los cinco continentes del mundo. Un día de esos, recibió una llamada para que participe en un concurso, donde ganó el primer lugar, presentó un trabajo de yute, se trataba de una chapaca con su vestimenta típica a la antigua, con el instrumento de la caja.