Tarija de antaño
La difícil convivencia en una Tarija sin servicios públicos
Existía una antigua captación de Aranjuez u Obrajes que iba a la "caja de agua" situada en la falda de la Loma de San Juan, desde allí se distribuía a toda la ciudad
Los servicios públicos en Tarija siempre fueron deficientes, más aún de cada obstáculo y costumbre, el pago tejía interesantes historias, recuerdos que hoy perduran en la memoria de nuestros abuelos. Más aun, no queda duda que la convivencia en esos tiempos fue dura.
Sobre este pasaje, cuentan que existía una antigua captación de Aranjuez u Obrajes que iba a la "caja de agua" situada en la falda de la Loma de San Juan, desde allí se distribuía a toda la ciudad; pero un servicio domiciliario no existía, pocas casas, posiblemente de gente "pudiente", contaban con pila propia, que generalmente se alzaba en el patio principal.
Entonces la mayoría de la población se proveía de un sistema de pilas públicas vecinales; así en cada plazuela había una pila, también en ciertas esquinas, no en muchas. De acuerdo al libro “Estampas de Tarija” de Agustín Morales Durán las pilas más afamadas eran las de las calles "ancha" (Cochabamba), Potosí, Sucre, etc., pero las más seguras para encontrarlas estaban en las esquinas de cada plazuela, aparte había una gran fuente en la plaza principal (Luis de Fuentes), otras en la Recova, patios del Cuartel antiguo y la Cárcel.
A ellas tenía que acudir la población, principalmente la servidumbre, que lo hacían en tinajas de barro, llevándolas con admirable equilibrio sobre la cabeza: “claro que algunas de estas atractivas chapacas cuando iban a buscar agua en las noches, llegaban a romper la tinaja, ya que casi siempre el ir por agua resultaba un pretexto para encontrarse con sus galanes que merodeaban las pilas en la oscuridad”, describe el escritor.
Había pocos teléfonos y resultaban interesantes por su antigüedad, también atendía este servicio la misma Empresa de Luz y Fuerza desde una pequeña central manual con clavijas
Varias casas tenían todavía pozos surgentes para proveer agua cuando fallaban las pilas, pero también como resabio de épocas pretéritas. El líquido elemento llegó a ser tan escaso, que ya no abastecía por el aumento de la población y porque las cañerías reventaban de viejas. Así comenzaron las interrupciones, arreglos y "parchadas”, para lo que tenía que afanarse el "juez de aguas" que por muchos años fue don Aurelio Arce.
Cuentan que cuando ya la gente se cansó de ir a buscar agua a los "pujios" de la orilla del río, se actualizó el tema para que inefables diputados prometieran conseguir recursos para una mejor captación. Esta cantinela duró muchos años, hasta que por fin, casi al finalizar la década del 30 se consiguió —después de tantos estudios y promesas— que se concretara la nueva captación de La Victoria.
Según Morales, las cañerías antiguas se rompían por todas partes, por lo que fueron sustituidas por nuevas, la "caja de agua" más grande, se la hizo en la cima de la Loma de San Juan, pero aunque las obras en sí tardaron mucho tiempo en ser concluidas, ya el pueblo pudo tener un poco más de agua; más aún, continuamente se volvía a suspender el servicio, ya que se había extendido a muchas casas, con lo que desaparecieron las clásicas pilas públicas.
Otra historia era la del alumbrado público. En los años del 25 al 30 había buena luz eléctrica en la ciudad, que de acuerdo al escritor la atendían los empresarios italianos Calabi-Frigerio, desde la Oficina del Angosto y una central de la calle Sucre.
Sin embargo, este servicio sólo cubría las plazas y las calles principales que estaban bien iluminadas, muy pocas casas particulares contaban con luz eléctrica, era los tiempos de las velitas de sebo; tampoco las iglesias ocupaban mucho fluido eléctrico, porque posiblemente mejor resultaban las velas que habían de todo tamaño.
“Y como no habían fábricas, radios ni aparatos que precisen energía eléctrica, el consumo resultaba escaso y por eso no había problemas, pero al transcurrir los años este elemental servicio fue haciéndose deficiente y tuvo que pensarse en una total renovación que yo ya no la vi, pues dejé a mi tierra todavía a oscuras”, escribe Morales.
Respecto a la telefonía había pocos teléfonos y resultaban interesantes por su antigüedad, también atendía este servicio la misma Empresa de Luz y Fuerza desde una pequeña central manual con clavijas. Para comunicarse con alguien había que llamar primero a la central para que le den comunicación, todo eran manijas, gritos y sonada del timbre, a tal extremo que la gente se hacía la burla mandando a la "mocha" para que le diga a "cuchi" Aguirre, Renato López o "vieja" Echenique, que fueron los encargados de la central, que les hicieran comunicar con quien se quería hablar.
Los aparatos de pared acompañados de unos frascos para acumuladores, eran tan viejos, que hoy resultarían interesantes ejemplares de museo; había oficinas o casas que teniendo teléfonos, jamás los usaban, porque resultaba más práctico ir a buscar a la persona con quien se quería hablar.
El alcantarillado
La tradición oral da cuenta de que este servicio no existió durante muchos años, siendo los sistemas higiénicos y de desagües mediante pozos ciegos y albañales, los que se usaban.
Recién por los años 1935 o 36 se hizo imperioso dotar de alcantarillado a la ciudad y entonces tuvo que pensarse también en pavimentación, lo que constituyó otro tema para candidatos, diputados y políticos que reclamaban y prometían dotar de estos servicios a la ciudad, pero también tuvieron que transcurrir varios años de gestiones, campañas y pedidos para que al fin el gobierno se acuerde y garantice a la Municipalidad un empréstito para las obras que tardaron "añadas".
Apuntes sobre la temática
Pilas públicas
La mayoría de la población se proveía de un sistema de pilas públicas vecinales; así en cada plazuela había una pila, también en ciertas esquinas, no en muchas.
Alcantarillado
La tradición oral da cuenta de que este servicio no existió durante muchos años, siendo los sistemas higiénicos y de desagües mediante pozos ciegos y albañales, los que se usaban.
Alumbrado
En los años del 25 al 30 había buena luz eléctrica en la ciudad, que de acuerdo al escritor la atendían los empresarios italianos Calabi-Frigerio, desde la Oficina del Angosto y una central de la calle Sucre.