Cuando te toca, ni aunque te quites
Un hombre rico mandó a su sirviente al mercado en busca de provisiones.
En el camino este se cruzó con la muerte, que lo miró fijamente a los ojos.
El sirviente se puso pálido del susto y salió corriendo dejando tras de sí las provisiones y la mula.
- ¡Amo!, ¡amo! Por favor, necesito un caballo y algo de dinero para salir ya mismo de la ciudad. Quizás llegue a Siria antes del anochecer. Por favor, amo.
El amo le preguntó sobre tan urgente pedido y el sirviente le contó el encuentro con la muerte.
Entonces el amo le entregó una bolsa con monedas de oro y el corcel más rápido que tenía.
- Gracias, amo. Dijo el sirviente, corriendo velozmente para llegar a Siria.
Cuando el sirviente se marchó, el acaudalado hombre caminó hasta el mercado en busca de la muerte.
- ¿Por qué asustaste a mi sirviente? Le preguntó cuando la vio.
- ¿Asustarlo yo? Preguntó la muerte.
- Sí. Dijo el hombre rico. Me contó que al cruzarlo lo miraste en forma amenazadora.
- Yo no lo miré amenazante. Dijo la muerte. Lo miré sorprendido. Yo no esperaba verlo aquí esta tarde, porque se supone que tengo que recogerlo en Siria esta noche.
El hombre débil teme a la muerte; el desgraciado la llama; el valentón la provoca, y el hombre sensato la espera.
Mientras tanto, vive y deja vivir, siéntete bien contigo mismo, sin desearle el mal a nadie.
Disfruta de la vida, el amor y la felicidad...
Que para morir nacimos.
La muerte es parte de la vida.