El secuestro de la libertad de prensa

El afán por controlar la opinión publicada es recurrente en los grandes mitos de la antigüedad, pero tal vez nunca hubo tanta capacidad para hostigar y secuestrar esa voluntad

El día 3 de mayo se “celebra” el Día Mundial de la Libertad de Prensa, y lo de celebra sin duda es un eufemismo de los grandes: perfectamente podría ser un día de luto y no solo por los cientos de compañeros asesinados en Gaza y en otros muchos puntos del mundo, sino porque es sin duda uno de los derechos más amenazados del mundo.

La libertad de prensa vive tiempos negros en todos los continentes, aunque probablemente siempre fue así: ningún poder nunca quiso rendir cuentas ante nadie, menos ante un plumilla cualquiera. El afán por controlar la opinión publicada es recurrente en los grandes mitos de la antigüedad incluido el de la Iglesia Católica, pero tal vez nunca hasta ahora hubo tanta capacidad para hostigar y secuestrar esa voluntad.

Es curioso porque aparentemente las redes sociales llegaron para dar horizontalidad la información, para que cualquiera desde cualquier lugar del mundo pudiera comunicar hechos que se convirtieran en información, para que cualquiera pudiera dar datos y poner información a disposición de todo el mundo. Nunca estuvo claro que eso entrara de alguna forma en colisión con el periodismo, por mucho que algunos gurús lo anunciaron, pues el papel de la prensa siempre fue agarrar esos datos y esas historias y contarlas de forma coherente y contrastada. La prensa siempre fue un mediador, no un protagonista, aunque algunos así lo creyeron.

Desde esta humilde redacción del sur de la Patria, en El País renovamos estos días nuestro profundo compromiso con la libertad de prensa y el servicio a los ciudadano

“Matar al mensajero” es también una estrategia recurrente en estas lides, pero nunca fue tan fácil. Lo que se suponía iban a ser vehículos para mover la información se han convertido en potentes aparatos para generar opinión desde la emocionalidad y no desde la racionalidad. Las redes son hoy un enorme campo de batalla, no una sesuda mesa de discusión y ojo, esto es así porque los dueños de los algoritmos así lo decidieron.

En tiempos políticos el asunto se polariza todavía más, porque los aspirantes gastan ingentes cantidades de dinero en estas redes que no pagan impuestos ni crean puestos de trabajo en Bolivia pero permiten difundir información sin contrastar, bulos viles y operaciones orquestadas con “trolls” para escrachar a cualquier crítico. Bellos tiempos de Libertad de Prensa y horizontalidad en la información.

Claro, la libertad de prensa está también amenazada porque demasiados pocos lo consideran un bien público, una necesidad fundamental para la democracia como lo debería ser, por ejemplo, la Justicia, y en ocasiones mucho más. Está amenazada porque en el esquema se considera que los medios públicos de información deben estar al servicio del Gobierno y no del Estado, y que los medios privados no pueden financiarse de forma estable que garanticen su supervivencia con recursos del Estado, es decir impuestos, sino a través de otras fórmulas, pero pocos compran suscripciones o hacen donaciones para garantizar este derecho de recibir información veraz y oportuna.

No corren los mejores tiempos en Bolivia para la libertad de prensa y todos los medios nos hemos visto obligados a protegernos, fortalecernos desde dentro y renunciar a ciertas alegrías para garantizar la sostenibilidad y seguir cumpliendo el rol constitucional del derecho a la información con total independencia. No todos lo han logrado. Desde esta humilde redacción del sur de la Patria, en El País renovamos estos días nuestro profundo compromiso con la libertad de prensa y el servicio a los ciudadanos. Y es que sí, no hay democracia sin prensa libre. Gracias a todos ustedes por el soporte. Seguimos.


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