El complejo de Penélope

Se define como aquel en el que la espera se transforma en una constante existencial en la vida. En la mitología griega, Penélope, mientras esperaba la llegada de Ulises, un hombre ciertamente infiel y aventurero, tejía durante el día y por las noches destejía lo que había tejido porque existía la promesa de que ella se casaría en cuanto terminara su tejido.

Esta “estrategia” alejaba a otros candidatos que pretendían casarse con Penélope, pero ella prolongaba de esa manera la espera por Ulises, obsesionada por su retorno. Muchas mujeres tejemos y destejemos sueños esperando que alguien o algo llegue a nuestras vidas rendido a nuestros pies, pidiendo perdón por la distancia y con promesas de amor eterno y de que las cosas serán perfectas en el futuro.

Pero en este eterno quehacer improductivo dejamos pasar de largo otras oportunidades que nunca alcanzamos a visualizar, porque nuestra expectativa estaba centrada únicamente en una sola cosa que probablemente nunca se realice y lo más triste aún es que si llega, tampoco somos capaces de percibirlo porque lo que esperamos es un fantasma que solo existe en nuestra mente.

Cuando vivimos esperando que la vida funcione como queremos, que las cosas salgan como nos gusta o que los demás nos traten como creemos merecernos; estamos siendo, en realidad, esclavos de lo que esperamos. Pero no sólo esto, también resulta difícil compartir la vida al lado de una persona con altas expectativas de lo que hacemos y de lo que somos.

Vivir con una persona con altas expectativas nos mantiene también en un estado de frustración y exigencia si es que tratamos de ser complacientes: en la familia, un padre o madre que desea que los hijos sean lo que ellos no pudieron ser o hacer, en el trabajo un jefe o líder de equipo a quien nunca satisface nuestro trabajo porque nunca hacemos las cosas tan perfectamente como él o ella esperaba y aún si tenemos un logro.