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Aceptar la tristeza

El verdadero gozo es posible sólo mediante la aceptación de la tristeza inevitable, pues ésta es la reacción sana ante el fracaso de expectativas, algo ineludible en la vida.

Deseamos que las cosas permanezcan siempre igual, pero la vida es cambio y sufrimos heridas en la adaptación.

Deseamos que las demás personas nos traten bien, pero no podemos controlarlas y aún tener relaciones vitales con ellas. Las desilusiones no se pueden evitar.

La tristeza, entonces, nos conecta con el centro de nuestra vulnerabilidad y con los apegos primarios que constituyen la trama de nuestra experiencia.

Es una energía de descompresión, una tormenta que descarga la tensión y limpia el aire, una danza que disuelve, una vibración caótica en el nivel celular que produce una catarsis curativa imprescindible para la fluidez y la elasticidad del ser.

La tristeza es el medio transformador que nos permite ablandar nuestra rigidez y diluir nuestro anhelo de seguridad, estabilidad y garantías ante la inevitabilidad del cambio y la necesidad de crecimiento.

El desafío consiste en aceptar nuestra ineludible vulnerabilidad y acoger la experiencia de tristeza cuando ésta llegue, como liberación necesaria para vivir saludablemente con el cambio.


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