Espinelas
Salvador Díaz Mirón
Que como el perro que lame
la mano de su señor,
el miedo ablande el rigor
con el llanto que derrame;
que la ignorancia reclame
al cielo el bien que le falta.
Yo, con la frente muy alta,
cual retando al rayo a herirme
soportaré sin rendirme
la tempestad que me asalta.
No esperes en tu piedad
que no inflexible se tuerza:
yo seré esclavo por fuerza
pero no por voluntad.
Mi indomable vanidad
no se aviene a ruin papel.
¿Humillarme? Ni ante aquel
que enciende y apaga el día.
Si yo fuera ángel, sería
el soberbio ángel Luzbel.
El hombre de corazón
nunca cede a la malicia.