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Las trampas de la lucha contra el cambio climático

Hace más de veinte años atrás ya se discutía que el famoso Protocolo de Kyoto que iba a ayudar a reducir emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) estaba plagado de “trampas” donde los países desarrollados iban a utilizar uno de los mecanismos de éste Protocolo para “demostrar” sus reducciones de GEI, este mecanismo se denominaba el Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) y permitía que los grandes países emisores inviertan en reducir emisiones en países del tercer mundo y contabilizarlas como si ellos las hubieran producido y contabilizarlas en sus obligaciones. Sin duda que para ese momento en que se iniciaban o se intentaban buscar acciones que vayan a resolver los problemas del cambio climático era “aceptable”. Pese a esa “trampa” algunos países desarrollados ni así ratificaron el protocolo de Kyoto. Un ejemplo positivo que evolucionó relativamente bien fue el de la Unión Europea que empezó a exigir pruebas más locales de reducción de emisiones bajo este Protocolo.

En la actualidad y con la finalidad de alcanzar los objetivos del actual mandato global que es el Acuerdo de Paris, los países están obligados a cumplir sus Compromisos Nacionalmente Determinados (CND) entre los cuales es imperativo reducir emisiones de GEI para no sobrepasar el 1.5° C de temperatura hasta el 2030. Esta es una obligación de la deuda climática histórica por parte de los países desarrollados y de algunos países en vías de desarrollo y en transición que en los últimos años ha acrecentado sus niveles de emisión.

Un último reporte de PNUMA alerta que no sólo se están incrementando las temperaturas, sino también las emisiones de GEI, un incremento de 1.2% en las emisiones se ha producido en el último año lo que significa que se emitieron a la atmósfera 57.4 Gt de CO2e y la tendencia no parece ir a la baja, debido a los incrementos de las emisiones de la China, Estados Unidos y la India. Otro dato revelador es que el 10% de la población con los ingresos más altos representó casi la mitad de las emisiones (48%) y dos tercios de este grupo viven en países desarrollados. Adicionalmente el 80% de las emisiones de GEI históricas acumuladas procedieron de los países del G-20 con las mayores emisiones de Estados Unidos, China, Unión Europea, la Federación Rusa y la India.

Precisamente a fines del pasado año se conoció el informe del Primer Reporte Global de Cumplimiento de los compromisos de los países bajo el Acuerdo de Paris con resultados muy limitados y nada esperanzadores, donde el cumplimiento de alcanzar una temperatura en el umbral de los 2° C resultaría inalcanzable. Precisamente, a partir de esta semana se lleva adelante en Bonn la 60ava sesión de los Órganos Subsidiarios de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) donde entre otros temas se iniciarán negociaciones para un nuevo período de compromisos más ambiciosos en el marco de los nuevos CND que los países deben presentar el próximo año.

Lo que llama la atención es que, en ese contexto de obligaciones, compromisos, tanto de países, pero especialmente del sector privado que genera ingentes cantidades de emisiones de GEI, aparecen las opciones maravillosas que algunas empresas señalan que llevaran a cabo a través de eficiencia energética, transición a tecnologías limpias, nuevos aportes innovativos, etc. Pero cuidado este puede ser un fraude verde, denominado greenwashing.

El greenwashing, o lavado verde, es una estrategia de marketing utilizada por empresas, organizaciones o gobiernos para aparentar responsabilidad ambiental sin realizar cambios significativos en sus prácticas. Este fenómeno implica presentar productos, políticas o iniciativas como más ecológicos de lo que realmente son. Diferenciar entre marketing verde legítimo y greenwashing es esencial para comprender las verdaderas intenciones y el impacto de estas prácticas. Además, las empresas a menudo destacan aspectos positivos menores de sus productos mientras ocultan impactos negativos mayores, desviando así la atención de sus prácticas menos sostenibles.

El porcentaje de inversión efectiva en energías alternativas por parte de las grandes petroleras ha crecido en los últimos años, pero aún representa una fracción menor de sus gastos totales. BP (British Petroleum): 8-10% de su inversión total en energías limpias; Shell: 5-7% en renovables y soluciones energéticas; Total (TotalEnergies): 10% en energías bajas en carbono; ExxonMobil: 2-3% en soluciones bajas en carbono; Chevron: 3-5% en energías limpias. El greenwashing en el contexto de las energías alternativas es un fenómeno preocupante, ya que puede desviar la atención de soluciones verdaderamente sostenibles.

Inclusive existen grandes empresas de fabricación de muebles de madera que publicitan que su producción es sostenible, cuando están involucradas en la tala ilegal, lo que implica deforestación y por tanto emisiones de GEI.

Estos ejemplos ilustran cómo algunas de las principales empresas del mundo estarían utilizando estrategias de greenwashing en relación con las energías alternativas. Estas tácticas engañosas no solo desinforman al público, sino que también pueden socavar los esfuerzos genuinos hacia una transición energética sostenible, destacando la necesidad de una regulación más estricta y de una mayor transparencia en las declaraciones ambientales.

Se requiere profundizar la transición justa de las energías, se requiere que los grandes países emisores con sus empresas reduzcan emisiones in situ, se requiere que se cumplan los compromisos bajo el Acuerdo de Paris, pero que no sea a través del greenwashing.

OP


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