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Palabras que adornan los papeles

Cada 10 de diciembre, se conmemora la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Los gobiernos tienen la obligación de asegurar que estos derechos universales sean respetados de forma equitativa, y dándoles a el mismo peso de importancia. Estos derechos son: Derecho a la vida, a la igualdad y prohibición de discriminación, igualdad entre mujeres y hombres, ante la ley, a la libertad, a la seguridad, al trabajo, a la expresión, libertad de conciencia, de imprenta, de tránsito y residencia, de manifestación, de religiosa, a la justicia y un debido proceso legal, a la propiedad, a la información, a la protección de datos personales, sexuales y reproductivos, a la educación y salud, al libre desarrollo de la personalidad, alimentación, ambiente sano. También están el derecho de los niños, y adolescentes, personas con discapacidad, adultas mayores, migrantes entre otros, derecho a la verdad.

Estas líneas están dedicadas a las palabras convertidas en promesas que mueren y nunca se vuelven realidad. Son palabras que están estructuradas en normas, reglamentos, leyes, convenciones y acuerdos cuya creación buscaba la equidad de derechos humanos para todas las personas que habitamos en el mundo. Diferentes derechos humanos son vulnerados a pesar de la existencia de diferentes normas, convenciones y leyes, aún se siguen vulnerando bajo el discurso de la existencia de una crisis económica mundial y la ausencia de condiciones para cumplir la normativa vigente a nivel nacional.

Si bien la preservación de los derechos humanos y el reconocimiento como sujetos de derecho de la población se debe a la adaptación de condiciones para el cumplimiento de dicha normativa, es necesario empezar por cambiar la actitud de creer que unos son superiores a otros, ya sea por la condición social o económica. Es necesario que nuestras acciones y actitudes se enfoquen en una cultura de respeto hacia la otra persona, hacia nuestro prójimo, porque todo el mundo tiene cosas valiosas y respetando esas diferencias, es el único camino para una convivencia en equidad y respeto por las diferencias culturales.

Como resultado de esa intolerancia con los individuos o naciones, tenemos países peleando por el poder político o económico, personas que viven en extrema pobreza. Y si indicamos algo más cercano a nosotros, no respetamos a nuestros padres ni cuidamos el medio ambiente. Destruimos todo a nuestro paso, lo cual tarde o temprano nos afectará no solo a nosotros, sino también a las futuras generaciones.

El reconocimiento como sujetos de derecho no debe condicionarse al nivel social, cultural o racial. Si somos capaces de reconocer que todos tenemos somos iguales y merecemos respeto, se podrá dejar de lado los prejuicios que impiden reconocer que estos derechos universales se deben otorgar a través de la creación de mecanismos de provisión, presupuesto y control para avanzar hacia una sociedad más justa.


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