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Dejemos a nuestros niños y niñas vivir su infancia

La actual pandemia, que nunca habíamos vivido, le crea grandes dificultades al sistema educativo. En el área rural (donde es muy difícil que maestros/as y niños/as puedan comunicarse por internet) parecen ser muchas las escuelas que simplemente no pueden funcionar, cuyos niños y niñas se encuentran por tanto en una nueva e improvisada vacación, y cuyas familias simplemente no saben qué hacer… Pero por lo menos pueden jugar, pueden investigar libremente y a su estilo; es decir que no dejan de ser niños y niñas.

Pero en el área más o menos urbana, y donde sí puede haber Internet, son centenas de miles los niños y niñas que están pagando la pandemia con perder la infancia. Están pegados a la computadora (o al ), escuchando a sus supuestos educadores o maestros escuchando preguntas, pensando respuestas, haciendo trabajos escritos, quietos/as y muchas veces callados/as, sacrificando su niñez y adolescencia e aras de aprendizajes que además muchas veces son meramente fomales e innecesarios. En la mayor parte de los casos no están asumiendo nuevos saberes y tareas que les ayuden a crecer como personas, sino que están cumpliendo horas de trabajo que sólo les ayudan a sentirse mal.

Los maestros y maestras también sacrifican su tiempo y acaban con su paciencia, pero por lo menos son personas adultas que están practicando su profesión, aunque sea a costa del aburrimiento y a cambio de un salario insuficiente. Pero pueden tomar decisiones, intentar otras formas de enseñar, o simplemente dedicarse a otra cosa.

En cambio los niños y niñas, en su gran mayoría se ven obligados a estar quietos y atentos, a aguantar a maestros y maestros más o menos formalistas, a vivir cotidianamente la escolaridad como un castigo, y todo eso sin perspectivs de cambio, ya que la pandemia no sólo disminuye sino que se incrementa con nuevas cepas del maldito Covid.

Ciertamente la solución tampoco está en suprimir nuevamente el año escolar y el funcionamiento de escuelas y colegios, pero si algo se les puede pedir a las personas que supuestamente tienen vocación de educar, y que además para eso se han preocupado en formarse profesionalmente, que intercambien ideas y experiencias y hagan los necesarios esfuerzos para proponer formas de aprendizaje que sean compatibles con los juegos, con los descansos, con el crecimiento de su imaginación y su capacidad de propuestas.

Si a nuestros niños y niñas los obligamos a estarse quietos (y solos) durante horas, les estamos quitando la infancia y los estamos impulsando a odiar el aprendizaje, pobres wawas, horas enteras y seguidas en silencio y soledad, van a acabar odiando el estudio. Y como la pandemia no da señales de acabarse, acabaremos causándoles daños irreparables.

Todos y todas, educadores y maestros, padres y madres de familia (y por supuesto autoridades educativas) tenemos que hacer esfuerzos de creatividad pedagógica para que la pandemia que padecemos (y seguiremos padeciendo por un buen tiempo) no se convierta en una peste educativa, sino que pueda ser suplida con otro tipo de actividades (teóricas y prácticas) que realmente les hagan crecer, conocer un poco más de la vida y del mundo, y sentirse ocupados y ocupadas.

No es fácil, eso está claro, pero es urgente (aunque a muchas y muchos no les parezca tan claro).

Precisamente en momentos difíciles es cuando tenemos que ser más creativos y creativas que nunca.

¿No lo creen ustedes así?


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