Los rostros de la gente en la chura Tarija de antaño
Se habla mucho de la época de antaño en Tarija, muchas remembranzas se tejen al calor de unos vinos, de un té o de las simples conversaciones que se sostienen en las plazas de nuestra ciudad. Se dice que antes se valoraban más las tradiciones, que los niños podían correr en las calles sin...



Se habla mucho de la época de antaño en Tarija, muchas remembranzas se tejen al calor de unos vinos, de un té o de las simples conversaciones que se sostienen en las plazas de nuestra ciudad.
Se dice que antes se valoraban más las tradiciones, que los niños podían correr en las calles sin temor a nada y que la gente se detenía un poco más a hablar del día a día en cualquier calle
En esto hay mucho de cierto, la Tarija de antaño tenía gran personalidad, tenía bien definidas sus reglas, normas, tradiciones y fe, era una ciudad en la que todo habitante tenía designado su espacio. De acuerdo a Agustín Morales en su libro “Estampas de Tarija” las diferencias sociales eran mínimas, pero pese a ello no se podía negar que existía cierta división de clases, no muy marcadas como en otras ciudades, pero sí notorias. La gente de la “capa pudiente”, como se les decía, eran personas de apellidos españoles y que por lo tanto se creía que eran descendientes de los mismos españoles.
Se dice que la gente pudiente habitaba la zona central, sus casas eran grandes, algunas de dos pisos pero todas poseían un patio central. Lo primordial eran las plantas ornamentales y sus flores, sus lindos naranjos y toda la vegetación que rodeaba el patio.
Morales explica que después de esa “sociedad” existía una clase intermedia que estaba constituida por la gente de menos recursos; que si bien tenían sus casas más modestas, chicas o pequeñas propiedades, no gozaban de rentas como para poder vivir de ellas sin mayores preocupaciones. Esta “clase media” estaba constituida por empleados públicos y particulares, pequeños negociantes y artesanos destacados.
[caption id="attachment_61650" align="alignnone" width="1920"] Pareja de chapacos posa para un retrato[/caption]
El “grueso” del pueblo
Y por último, se encontraba aquella capa social más extensa, aquella que era constituida por vendedores, artesanos y trabajadores modestos que formaban el “grueso” del pueblo y habitaban en los barrios de San Roque, parte del Molino, “Las Panozas”, “La Pampa” y los “extramuros” de la ciudad. En este grupo social las mujeres se caracterizaban por vestir de polleras y los hombres llevaban el traje más sencillo.
En su mayoría, los trabajadores considerados artesanos tenían sus talleres en tiendas sobre las calles principales, caracterizándose ciertos lugares por ocupaciones o gremios, así en la primera cuadra de la calle Camacho, abundaban los talabarteros, oficio muy cotizado porque se usaban mucho los arreos de cuero como monturas, estribos, frenos, alforjas, etc. En la siguiente cuadra de la misma calle abrían sus talleres los plateros o joyeros.
En las cuadras adyacentes a la plaza principal tenían sus talleres los peluqueros, fue una profesión mixta, porque mientras esperaban a los “barbudos”, cosían polleras, siendo por consiguiente “peluqueros-polleros”.
Otra secta artesanal frondosa estaba constituida por los sastres, parece que desde remotos tiempos se había trasmitido por generaciones el oficio dentro de una sola familia, porque casi la mayoría de las sastrerías fueron de “Maestros Sánchez”, pero el patriarca de todos era don Martín.
Los zapateros tenían sus talleres en zonas un poco más alejadas del centro y había que visitarlos porque se acostumbraba mandar hacer zapatos “a medida”. Luego venían los carpinteros, que según recuerda Morales, no eran muchos. También estaban los lateros u hojalateros, con sus talleres esparcidos por los barrios y finalmente estaban los hombres que eran considerados, los más fuertes y musculosos, los herreros, que tenían sus talleres en zonas un poco alejadas del centro.
Antiguamente a la gente que provenía del campo se la llamaba chapacos. Morales los describe como gente buena, sencilla, pero no tonta. Eran aquellos que frecuentaban la ciudad, procedentes de las campiñas y comarcas próximas, como Tomatas, El Rancho, El Monte, Yesera, San Jacinto, San Gerónimo, San Luis, Tablada y Tabladita, Tolomosa y Tolomosita, Churquis y Guerrahyaco, La Victoria y no así de las provincias..
Aquí le presentamos una selección de fotografías que nos permiten conocer los rostros de la Tarija de antaño.
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Se dice que antes se valoraban más las tradiciones, que los niños podían correr en las calles sin temor a nada y que la gente se detenía un poco más a hablar del día a día en cualquier calle
En esto hay mucho de cierto, la Tarija de antaño tenía gran personalidad, tenía bien definidas sus reglas, normas, tradiciones y fe, era una ciudad en la que todo habitante tenía designado su espacio. De acuerdo a Agustín Morales en su libro “Estampas de Tarija” las diferencias sociales eran mínimas, pero pese a ello no se podía negar que existía cierta división de clases, no muy marcadas como en otras ciudades, pero sí notorias. La gente de la “capa pudiente”, como se les decía, eran personas de apellidos españoles y que por lo tanto se creía que eran descendientes de los mismos españoles.
Se dice que la gente pudiente habitaba la zona central, sus casas eran grandes, algunas de dos pisos pero todas poseían un patio central. Lo primordial eran las plantas ornamentales y sus flores, sus lindos naranjos y toda la vegetación que rodeaba el patio.
Morales explica que después de esa “sociedad” existía una clase intermedia que estaba constituida por la gente de menos recursos; que si bien tenían sus casas más modestas, chicas o pequeñas propiedades, no gozaban de rentas como para poder vivir de ellas sin mayores preocupaciones. Esta “clase media” estaba constituida por empleados públicos y particulares, pequeños negociantes y artesanos destacados.
[caption id="attachment_61650" align="alignnone" width="1920"] Pareja de chapacos posa para un retrato[/caption]
El “grueso” del pueblo
Y por último, se encontraba aquella capa social más extensa, aquella que era constituida por vendedores, artesanos y trabajadores modestos que formaban el “grueso” del pueblo y habitaban en los barrios de San Roque, parte del Molino, “Las Panozas”, “La Pampa” y los “extramuros” de la ciudad. En este grupo social las mujeres se caracterizaban por vestir de polleras y los hombres llevaban el traje más sencillo.
En su mayoría, los trabajadores considerados artesanos tenían sus talleres en tiendas sobre las calles principales, caracterizándose ciertos lugares por ocupaciones o gremios, así en la primera cuadra de la calle Camacho, abundaban los talabarteros, oficio muy cotizado porque se usaban mucho los arreos de cuero como monturas, estribos, frenos, alforjas, etc. En la siguiente cuadra de la misma calle abrían sus talleres los plateros o joyeros.
En las cuadras adyacentes a la plaza principal tenían sus talleres los peluqueros, fue una profesión mixta, porque mientras esperaban a los “barbudos”, cosían polleras, siendo por consiguiente “peluqueros-polleros”.
Otra secta artesanal frondosa estaba constituida por los sastres, parece que desde remotos tiempos se había trasmitido por generaciones el oficio dentro de una sola familia, porque casi la mayoría de las sastrerías fueron de “Maestros Sánchez”, pero el patriarca de todos era don Martín.
Los zapateros tenían sus talleres en zonas un poco más alejadas del centro y había que visitarlos porque se acostumbraba mandar hacer zapatos “a medida”. Luego venían los carpinteros, que según recuerda Morales, no eran muchos. También estaban los lateros u hojalateros, con sus talleres esparcidos por los barrios y finalmente estaban los hombres que eran considerados, los más fuertes y musculosos, los herreros, que tenían sus talleres en zonas un poco alejadas del centro.
Antiguamente a la gente que provenía del campo se la llamaba chapacos. Morales los describe como gente buena, sencilla, pero no tonta. Eran aquellos que frecuentaban la ciudad, procedentes de las campiñas y comarcas próximas, como Tomatas, El Rancho, El Monte, Yesera, San Jacinto, San Gerónimo, San Luis, Tablada y Tabladita, Tolomosa y Tolomosita, Churquis y Guerrahyaco, La Victoria y no así de las provincias..
Aquí le presentamos una selección de fotografías que nos permiten conocer los rostros de la Tarija de antaño.
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* Las fotografías fueron facilitadas por la Gobernación, la biblioteca municipal y el aporte de asiduos lectores.