Arce, el empedrado camino a la postulación
Un Evo Morales relegitimado y una situación económica catastrófica anularía las posibilidades del presidente de buscar la reelección en 2025



El presidente Luis Arce nunca ha llegado a verbalizar de forma nítida que quiere ser candidato a la reelección en 2025, y aunque su entorno ha dejado pocas dudas sobre ello, el camino está empedrado. El presidente deberá lidiar con dos problemas y resolverlos en el corto plazo para tener opciones.
Despejar la crisis económica
Posiblemente es una cuestión de enfoques y de narrativas, pero por el momento no le está funcionando. El parón de la locomotora cruceña y su desproporcionada inversión en ladrillo auspiciada por el poder financiero local; la caída de ingresos por la venta de gas y también la caída de los precios de la cocaína, que impacta en canales locales de la economía informal han generado un panorama de estancamiento que está aprovechando la oposición y que todavía no han sabido enfrentar.
La estrategia ha cambiado demasiadas veces en corto periodo de tiempo de forma suficiente como para confundir a todo el mundo. Arce tuvo la ansiedad de declarar superado el efecto de la pandemia y de la gestión de Jeanine Áñez, a quienes podría seguir echando la culpa de todos los males ahora; después amagó varias veces con volver a la senda de la herencia recibida e incluso tuvo un arrebato de sinceridad reconociendo que en hidrocarburos “hemos tocado fondo”, algo que fue bien valorado. Después ha sabido culminar transiciones como la de las AFP y la quiebra del Fassil sin demasiado ruido, pero encalló con la crisis del dólar, en el que se mezclaron las bajas ventas de gas y el precio alto del dólar en el mercado internacional. Sus asesores optaron esa vez por avanzar negando la mayor, y hasta hoy sigue remando contra corriente impulsada por infinidad de datos que muestran el parón en la economía, en línea con la coyuntura mundial, lo que incide en la mala gestión comunicacional.
Las últimas medidas auspiciadas por China han aliviado las compras de muchos insumos básicos necesarios en la industria local, pero todavía no se han encontrado mecanismos para atraer dólares y sobre todo, no se logra reactivar la microeconomía, siempre muy pendiente de la coyuntura moral para abordar operaciones.
La crisis económica y algunos manejos que han sido caricaturizados han arruinado su principal valor de campaña: la estabilidad económica y haber sido el gestor del “milagro boliviano”, a la fecha parece difícil que pueda recuperarlo.
Callar a Evo
El otro asunto importante que el presidente y su entorno deberían abordar con urgencia es el de “silenciar a Evo”, pues el riesgo de división en el Movimiento Al Socialismo (MAS) parece más académico que real, al menos en lo que a caudal de votos se refiere, pero no por eso no va a dejar de hacer daño.
Con Morales han utilizado ya todas las tácticas posibles para conseguir el propósito. Primero se le intentó integrar dándole relevancia; después se opto por ignorarlo y las críticas fueron creciendo, con su consiguiente desgaste. Ya desde el pasado invierno se determinó enfrentarlo desde la segunda línea: Eduardo del Castillo fue la punta de lanza que quedó inutilizado tras el caso Marset. Ahora es el ministro Iván Lima quien dirige la operación llevándola a los pantanosos terrenos jurídicos que nunca lograrán imponerse a la política.
Lima anunció primero que Morales estaba inhabilitado con un comentario en una sentencia del Tribunal Constitucional, pero el tema está por ver. Después se retaron a primarias, pero las cuentas no acaban de salir y finalmente se ha iniciado una fuerte ofensiva judicial que parecería podría llevar a Morales a la cárcel, pero los estrategas advierten que aquello puede ser un caos: una cosa es ser candidato en el MAS y otra pretender ganar la elección nacional sin los votos del evismo. Tensionar la cuerda excesivamente puede acabar en eso y de momento los ánimos están muy enconados como para que ambas corrientes puedan converger en un binomio.
Ambos se necesitan, pero el cálculo de abuenarse en una hipotética segunda vuelta y decidir ahora hacer la paz sacrificando la sigla y que cada cual corra por su lado puede acabar en un gran fiasco.