El valor de Carlos Mesa
El expresidente ejerce de líder de la oposición aún sabiendo que puede ingresar a prisión en cualquier momento. El gobierno calcula que beneficios reportaría mantenerlo como candidato y CC ya trabaja en la alternativa
Muy pocos en la oposición boliviana, y menos aún en la cúpula de Comunidad Ciudadana contemplan la posibilidad de que el actual jefe nacional, Carlos Mesa, sea el candidato en 2025 y hay sobrados motivos para así pensarlo, por ejemplo, que la Fiscalía le haya intentado abrir un proceso por “instigación a delinquir” a un joven que con una hoja de Excel fue recogiendo algunas de las inconsistencias que detectó durante el conteo de datos de las elecciones de 2019.
Por las consecuencias de aquellos hechos guardan detención preventiva la expresidenta Jeanine Áñez, a quien casi todo su círculo de colaboradores ha abandonado aceptando procesos abreviados para salir del penal y dando aún más argumentos a la acusación, y también el excívico y ahora gobernador de Santa Cruz Luis Fernando Camacho, entrampado en otros casos de gestión, mientras que Carlos Mesa es el jefe de la oposición y tiene una participación activa dentro de la vida política actual, ciertamente revitalizada
Entre los analistas de la época hay cierto consenso sobre que Áñez fue de alguna forma la “beneficiaria” de lo que fuera que pasó aquellos días de protesta, luego de los cuales fue ungida presidenta, pero que en modo alguno fue parte de la planificación, si la hubiere, (otra cosa es la responsabilidad que tenga después en las decisiones tomadas por su gobierno). Igualmente hay consenso en que la persona que supo canalizar la protesta hacia el objetivo concreto de derrocar a Morales fue Luis Fernando Camacho. Mientras, el propio Carlos Mesa suele tener que recordar que fue a él a quien se le hizo “el golpe”.
Mesa, el papel
La elección de 2019 fue peculiar, pues como en la actualidad, había consenso en la oposición política formal sobre el deterioro del MAS y del propio Evo Morales, que concurría como candidato pese a haber sido derrotado en el referéndum de 2016. Esta derrota y la posterior habilitación vía “derecho humano” no hizo de factor de unidad de la oposición, sino todo lo contrario, pues todos dedujeron que eran ellos quienes podrían ganarle a Evo en una segunda vuelta.
Carlos Mesa no esperó a nadie y ni bien se perdió el mar por segunda vez, el 1 de octubre de 2018 en La Haya, lanzó su candidatura en solitario para las elecciones de 2019, que de forma extraordinaria necesitaban de unas primarias pioneras en el país.
La campaña le fue bien más por deméritos del resto, que iniciaron las suyas a cuchilladas, como Doria Medina y Rubén Costas, y siempre se negaron a declinar pese a las encuestas. La última semana funcionó aquello del voto útil y apareció por primera vez en el margen de la segunda vuelta. El 20 de octubre se fue a votar y el sistema de transmisión rápida de datos siempre lo mantuvo en ese margen… hasta que se cortó.
Mesa reaccionó rápido, aunque con métodos un tanto anticuados. Convocó al Conade, reunió a las fuerzas “vivas” de la oposición, los derechos humanos y otras instituciones con sabor a los 80 y pidió esencialmente la realización de la segunda vuelta, para lo que apeló a la intermediación internacional, en particular de la OEA. La misma OEA, cuyo secretario general, Luis Almagro, meses antes había bailado cuecas en el Chapare ataviado con el collar de flores pertinente mientras avalaba la re-re-re elección.
En una semana la pita estaba casi agotada, pero sucedieron cosas. Sobre todo que las convocatorias sostenidas de Luis Fernando Camacho iban a más, y que el gobierno aceptó la intermediación de la OEA. En una de esas convocatorias Mesa pronunció la famosa frase de la que hoy es preso, valga la redundancia: “O voy preso o voy a la presidencia”.
Camacho iba de máximos y pasó lo que pasó: Evo se montó en el avión mexicano, y aunque Mesa fue de los que optó por salvaguardar en lo más posible la sucesión constitucional recayendo la presidencia en Jeanine Áñez frente al criterio de Camacho, que proponía un ejecutivo de “notables”, el candidato que más cerca se quedó nunca de Evo Morales no tuvo pie en el gabinete, ni tampoco logró conformarse como factor de unidad en la siguiente convocatoria de 2020, donde volvió a quedar muy lejos del candidato del MAS, Luis Arce.
Siguientes pasos
Es verdad que pocos concedían siquiera que a estas alturas el expresidente Carlos Mesa siguiera en el país y ejerciendo de forma activa un rol político de liderazgo de la oposición, pero lo cierto es que lo está haciendo. Solo una vez fue llamado a declarar y entregó una carta firmada. El proceso no avanza desde entonces, pero eso nunca ha sido problema para una Fiscalía entrenada en acomodar los tiempos jurídicos a los políticos.
Mesa no responde directamente a sus intenciones, obviamente, aunque esta semana habló de esperar a ver “cómo se configura el escenario”, es evidente que hay negociación en la Asamblea, pero también que puede ser detenido en cualquier momento y, tras las experiencias con Áñez y Camacho, se puede asegurar que pasaría sin demasiado ruido.
Curiosamente, al resto del arco opositor le ha faltado tiempo para salir a criticar la “tibieza” de Carlos Mesa por no desvelar unas intenciones que conducen, con alta probabilidad, a Chonchocoro.
Los analistas discrepan precisamente sobre cómo el gobierno analiza el rol de Mesa y las posibilidades que alberga permitirle ser candidato, en tanto divide a la oposición, aunque probablemente eso sucedería incluso sacándolo del medio.
Los siguientes pasos de Comunidad Ciudadana, tan saboteada desde fuera como desde dentro, serán claves para el futuro político del país, pero en esta ocasión también descuentan que la Comunidad Internacional, sobre todo continental, está por demás amortizada.