¿Puede Evo Morales resucitar?
En un país en el que los políticos no se jubilan, las opciones de Evo Morales de volver a la Presidencia son escasas, pero no inexistentes
La trayectoria política de Evo Morales ha sido intensa y es, tal vez junto a Víctor Paz Estenssoro, aquella que ha cobrado mayor dimensión internacional, pero tiene un problema: carece de punto final.
Este no es un problema exclusivo de Morales, pues la mayoría no acaba encontrando un buen momento para poner fin a la trayectoria por voluntad propia y prefieren que sea la madre naturaleza la que lo haga, como en el caso de Hugo Bánzer, que falleció en el poder en mayo de 2002 tras haber logrado una particular redención: fue elegido democráticamente en 1997 tras haber protagonizado una de las dictaduras sanguinarias del plan Cóndor entre 1971 y 1979.
Víctor Paz renunció a la dirigencia del MNR el 10 de marzo de 1990, tiempo después de haber acabado su último periodo presidencial y se retiró a Tarija, y aunque se le atribuyen ciertas operaciones políticas en los 11 años que aún vivió en la capital tarijeña, aquel fue su retiro político formal.
También se retiró Hernán Siles Zuazo tras el fiasco del gobierno de la UDP que concedió acortar en un año: en 1985 se convocaron elecciones generales y él marchó a Uruguay donde se alejó de todo y vivió curiosamente también 11 años hasta su fallecimiento.
De entre los presidentes electos de la democracia, Jaime Paz Zamora también opto por alejarse de la primera línea desde Tarija, pero lejos de jubilarse, candidateó como prefecto en 2006 y ha presentado partidos e incluso candidaturas presidenciales hasta la pasada elección además de tutorizar la carrera política de su hijo, Rodrigo Paz Pereira.
Dos veces también fue elegido Gonzalo Sánchez de Lozada, aunque la segunda duró poco más de un año, pues en octubre de 2003 acabó huyendo en helicóptero ante un levantamiento popular que puso fin a la era neoliberal que vació el país durante los 80 y los 90. Desde su exilio en Estados Unidos, Goni no ha dejado de interesarse por los asuntos bolivianos, aunque con escasa capacidad operativa. Aún así, algunos de sus operadores tratan de limpiar su nombre y editar su legado.
De entre los no electos, Jorge Quiroga, que completó el mandato de Bánzer Suárez hasta 2002, ha protagonizado también candidaturas: con Podemos en 2005, con el PDC en 2014 e incluso intentó ser el factor de unidad en 2020 aunque se acabó retirando. Sus irrupciones en Bolivia son frecuentes gracias a su fluido verbo que deja titulares implacables, y aunque sus críticos lo acusan de ser una suerte de super consultor al servicio de la fundación Atlas y la promoción del neoliberalismo, lo cierto es que se mantiene vigente.
Lo propio le ha venido sucediendo a Carlos Mesa, que sucedió a Goni al ser su vicepresidente, pero acabó renunciando antes de completar el mandato. Aunque los puristas del MNR le pusieron la cruz, entre la intelectualidad paceña se siguió promoviendo su imagen como única alternativa viable al MAS, y tras un periodo de regeneración, volvió a asumir el reto de la candidatura en 2019 con relativo éxito, aunque no le alcanzó.
También se ha prodigado por los foros políticos el exmagistrado Eduardo Rodríguez Veltzé, que completó aquella legislatura turbulenta con cierto espíritu administrativo. Veltzé habla de lo que sabe, lo jurídico, y desde ahí se ha mantenido vigente, como agente de la Demanda Marítima y embajador en La Haya primero y últimamente como consultor en el tema de la reforma judicial, y por ello, su nombre sigue sonando cada vez que se barajan opciones viables.
Hay otros políticos de la misma época que tuvieron éxitos o apuntaban alto y que han tenido suertes desiguales. Manfred Reyes Villa, por ejemplo, ha sido capaz de retornar a la alcaldía de Cochabamba tras una década en el exilio y una historia de gestión convulsa, algo que no ha podido hacer Mario Cossío en Tarija, que no encontró acomodo tras retornar de Paraguay.
¿Cuándo claudicó Evo Morales?
El problema de la resurrección de Evo Morales es que nunca se ha determinado una fecha concreta de “defunción”, porque nunca se dejó.
Para algunos su punto final político lo puso el 21 de febrero de 2016, cuando perdió el referéndum que buscaba su habilitación extraordinaria para 2019; otros lo sitúan más adelante, precisamente en esa elección o unos días después, cuando aceptó convocar nuevas elecciones reconociendo las irregularidades, y la mayoría, en el momento exacto en el que aceptó montarse en el avión y salir de Bolivia pese a estar resguardado en el corazón del Chapare por “10.000 correligionarios”.
Hubo otro grupo que aceptó el relato de Evo Morales y Álvaro García Linera sobre la necesaria huida del país, pero ahí empiezan de nuevo las subdivisiones: unos consideraron que aquella reunión de enero en Buenos Aires para elegir sucesor fue la retirada tranquila que anhelaban y otros que todo era parte de una estrategia para ganar tiempo para un retorno exitoso a la primera fila. Y de entre estos que esperaban el retorno, ha habido quienes discrepan de la estrategia de choque continuo y las acusaciones permanentes sin prueba alguna, mientras que otros creen que está más cerca que nunca de la redención.
Lo que está claro es que Morales apuesta por una resurrección completa: ser presidente, y para ello, sin duda, hay un largo camino empedrado que recorrer, aunque rendirse no está en sus planes.