Los tiempos de Walter
Las equidistancias no han logrado sostenerse en la política departamental
Hubo un tiempo en el que el joven Walter Ferrufino era una suerte de promesa tarijeña para el masismo departamental. Una suerte de Messi en potencia, capaz de acomodarse a varios perfiles y salir airoso de todas las comparaciones: no era ni chaqueño ni chapaco pero sumaba frentes con ambos según la ocasión; no era urbanita ni campesino pero podía ser cualquiera de los dos.
Ese tiempo duró poco, como suele pasar en el MAS Tarija Algunos lo identificaron pronto como el futuro ojito derecho del presidente y no tardaron en empezar a serruchar el piso. La paciencia tampoco le acompañó nunca. Pasó como una exhalación del Consejo Departamental donde representaba a Entre Ríos y puso contra las cuerdas más de una vez a Mario Cossío, a ser el primer subgobernador electo en O’Connor gracias a una enmienda que él mismo había impulsado.
En O’Connor armó su republiqueta a base de presionar a unos y otros. La provincia unimunicipal es extensa y alberga Margarita, aunque las regalías se paguen al Chaco, algo que aprovechó para acceder a mayor proporción de la torta del 55%, aunque no dudó en desafiar por detrás el orden establecido exigiendo la modificación de la Ley: No lo reconocerá nunca, pero estaba detrás de las huestes que bloquearon casi un mes el inicio de trabajos en el Jaguar X6 exigiendo justamente aquello.
Antes de eso, Morales ya le había bajador el pulgar. No fue candidato en 2015 a la Gobernación de Tarija aunque la Coordinadora Departamental del Cambio le había elegido y cuando cayó la candidatura de Carlos Cabrera tampoco pudo ser el reemplazante pues ya estaba lanzado a su reelección.
Ferrufino se dedicó a limpiar su imagen interna en los siguientes años aunque los escándalos de corrupción le seguían salpicando de vez en cuando y eso que hubo una suerte de tregua con el entonces gobernador Adrián Oliva. El ejecutivo de O’Connor brindó sonrisas y buena onda, ayudó en campaña de 2019 y después marcó algo de perfil opositor con Áñez al tiempo que se hacía ver con Evo. En 2021 dijo que quería ser de nuevo candidato a la Gobernación, pero Evo de nuevo le bajó el pulgar.
Más maduro, esta vez no explotó. Al contrario, quiso esperar su momento a que se calmaran las aguas, pero las urgencias de muchos de sus colaboradores le hicieron dar un paso adelante. Movió los hilos y se hizo con la pega de Coordinador Gubernamental, que es una suerte de delegado del gobierno en Tarija, un cargo para hacer gestión más que política pero que exigía estar sintonizado con Arce, es decir, salir de la equidistancia.
Ferrufino intentó hacer un equilibrio mientras se ordenaba el escenario, pero fue imposible. Una cosa es decir que quieres unidad y otra, no ir a los actos de la Vicepresidencia en Tarija.
Arce no ha tenido que pensarlo mucho. En realidad nunca nadie supo para qué lo nombró hace nueve meses. Arce no tuvo compasión pero hay una evidencia: Ferrufino vuelve a marcar distancias, como quien no es de nadie.
En su entorno nadie se cree que la función haya terminado. Ferrufino vuelve a marcar sus tiempos