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El momento político más importante del año

6 de agosto: Los fantasmas de Arce

Superar el debate coyuntural sobre el fraude – golpe; posicionarse frente a la oposición; lograr la cohesión interna del partido y articular planes y pactos de Estado para superar las debilidades son los principales desafíos de Arce

La Mano del Moto
  • Miguel V. de Torres
  • 01/08/2021 00:00
6 de agosto: Los fantasmas de Arce
Jeanine Áñez ingresando a Palacio Quemado
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El presidente del Estado afronta una semana clave rumbo a la efeméride de la República, un día que no solo ha quedado en el imaginario por los festejos, sino también porque se ha empezado a considerar una de las jornadas políticas potentes del curso político.

El año pasado, por ejemplo, hubo feos gestos institucionales entre la Asamblea Plurinacional y el Ejecutivo, que se vislumbró con dos discursos paralelos muy electorales pronunciados por Eva Copa en el Legislativo y Jeanine Áñez en la sede de Gobierno, donde se limitó a pedir la aprobación de un bono y otros asuntos muy coyunturales. Nunca remontó y poco después dejó su candidatura.

Esta vez el escenario le corresponde democráticamente a Luis Arce y no hay discrepancias públicas (ojo, públicas) entre poderes, por lo que se espera una alocución relevante en el acto que vuelve a La Paz, cada vez más reducto del Gobierno.

En su último mensaje presidencial, Arce quiso plantear un parteaguas, un antes y un después pidiendo centrar los esfuerzos en la lucha contra el virus y en la recuperación de la economía dejando de lado la fratricida lucha por el relato “golpe versus fraude”. No lo logró.

En los últimos días el asunto ha vuelto a reflotar por el sobreseimiento de las denuncias por el presunto fraude fiscal al amparo del enésimo informe de una institución extranjera que quiere explicar qué pasó en Bolivia sin pisar Bolivia. Como fuera, el asunto está zanjado desde el punto de vista del Ministerio Público.

¿Será suficiente para cambiar el ritmo? Arce tiene de nuevo la palabra para enmarcar la gestión en debates tal vez más productivos para el país, y no por ello menos políticos.

Oposición ausente o escorada

Una de las cuestiones que el Gobierno debe decidir es dónde quiere colocar exactamente a la oposición y con qué fin. En los nueve meses largos de gestión las dos bancadas se han dedicado a repetir el mantra del fraude frente al golpe, olvidando que aquellos hechos ya fueron resueltos políticamente en las elecciones del 2020, donde el MAS volvió a ganar con un 55 por ciento que no dejó opción a ninguna duda.

Con todo, la oposición de hoy tiene más opciones de hacer política gruesa que en los últimos diez años, puesto que el MAS no tiene los dos tercios en su poder, y aunque se acomodaron algunos asuntos del reglamento de debates para seguir aplicando el rodillo parlamentario e impidiendo alargar las deliberaciones, lo cierto es que hay margen.

La bancada de Comunidad Ciudadana y la de Creemos, esencialmente cruceña, no tienen una buena sintonía entre sí, aunque inicialmente estaban de acuerdo en los asuntos principales: no permitirán una reforma constitucional legislativa y no abrirán juicios de responsabilidades a Áñez. En los últimos meses se ha vuelto más debatible precisamente porque la bancada cruceña, que ya tiene a Luis Fernando Camacho como referente en Santa Cruz, sí parece dispuesto a entrar en asuntos de fondo, como el de la tierra, e incluso en abrir el debate político sobre lo sucedido en 2019 (que implicaría el juicio parlamentario de Áñez).

En la campaña, Arce exploró el ala izquierda del MAS con tal vez la única gran propuesta: el impuesto a los ricos. Arrasó. Con todo, hace tiempo que el MAS en política ha abandonado las posiciones más progresistas en materia social y fiscal para tender a un centro radical, como diría el politólogo Fernando Mayorga.

Una oposición moderada cuasi funcional, como la que han representado en las últimas legislaturas los partidos de Samuel Doria Medina, Rubén Costas o Tuto Quiroga, y lo hace ahora mismo la Comunidad Ciudadana de Carlos Mesa, le ha venido bien al MAS para reproducirse y a los sectores económicos para enraizarse y parasitar el partido, que fue perdiendo ideología y planteamientos.

El nuevo escenario internacional, sin embargo, ha abandonado las posiciones moderadas y la política de guante blanco entre socialdemocracias y democracias cristianas de corte liberal o conservador y que ha ido corriendo a extremos ultraliberales o ultranacionalistas. Algunas de estas corrientes están sondeando Sudamérica para vender nuevos relatos, como el del Foro de Madrid y la defensa de la Colonia frente al indigenismo que “ha frenado el progreso” del continente.

Por esas lides coquetea el Creemos de Camacho, y no es extraño que el MAS lo acabe eligiendo como principal opositor, por encima de Carlos Mesa, por lo que supone de amenaza al relato hegemónico actual, pero también por la necesidad de acomodarse aún mejor en el centro para aplicar políticas liberales como las que normalmente emanaban del Ministerio de Luis Arce. No se descarta que nazca algo a la izquierda precisamente para equiparar mientras Comunidad Ciudadana se diluye en la irrelevancia de una larga oposición sin proyecto de país, como advierten los analistas que certificaron su derrota política en 2020.

El enemigo en casa

El otro problema que tiene Luis Arce es el interno, porque efectivamente, dentro del Movimiento Al Socialismo (MAS) hay hoy mucha más política que hace cinco o diez años. El MAS todavía no define qué es lo que quiere ser, pero en los movimientos organizados por la vieja guardia al servicio de Morales ha quedado claro que pretenden convertirse en el parido vanguardia que señale al Gobierno por dónde tiene que ir, es decir, exactamente al contrario de lo que fue durante la gestión de Evo Morales.

Durante quince años el Gobierno apuntó y el partido sirvió de maquinaria electoral e instrumento de presión para consolidar los avances decididos en el Gabinete de Ministros. La idea actual de voltear el planteamiento tiene que ver también con la respuesta que dieron los movimientos sociales a la convocatoria a movilización de octubre, pues no hubo movilización espontánea.

Dicen algunos estrategas que es un gesto de reflexión y autocrítica el hecho de devolver poderes al partido azul frente al Gobierno, otros sin embargo apuntan que la mayoría de los movimientos sociales están devastados a nivel dirigencial, precisamente por el alto clientelismo que ha habido durante años en un “Estado creciente y con muchas pegas y mucho dinero”. Por otro lado, unos y otros están de acuerdo en que es más una interpretación que una voluntad en tanto quien fue el principal “dictador” de estrategias y planes en el Gobierno fue Evo Morales, que hoy es también el que controla el partido. Al menos de momento.

Luis Arce se ha quedado en medio de una especie de lucha de egos que solo quieren reivindicar sus papeles de 2019: Evo Morales como golpeado por un lado; y por otro Carlos Mesa como el candidato que logró forzar una supuesta segunda vuelta – que no pudo reeditar doce meses después – y Luis Fernando Camacho como el hombre que provocó la renuncia del Presidente más poderoso del país al menos en el siglo XXI. Arce no gana nada en la polémica, pero la mantiene.

El último rumor hablaba de que una vez “demostrado” que no hubo fraude se buscarían los mecanismos legales para devolver la Presidencia a Morales, o al menos, para repetir unas elecciones donde ya sí fuera candidato Morales. En principio ha sido desmentido tajantemente por arriba y por abajo, aunque los hechos siguen dando que hablar. Todos dan por hecho que lo volverá a intentar en 2025, pero que queda demasiado hasta entonces.

Las posibilidades de que Morales pierda el control del partido son escasas, aunque están siendo sondeadas a fondo por David Choquehuanca y otros actores que se desmarcaron de la vieja guardia. Lo que más le conviene en ese sentido a los “renovadores” es que el Gobierno marche, los buenos datos vuelvan y se vuelvan a encender un buen número de proyectos “ilusionantes”.

El 6 de agosto será de nuevo una fecha señalada en el calendario político nacional a leerse en clave interna y externa. Una fecha para poner pie en pared. O no.

¿Cuál es el plan de la oposición?

Las elecciones de 2020 se convocaron con un Gobierno claramente antimasista y después de renovar un Tribunal Supremo Electoral mediante un pacto político que garantizaba una mayor transparencia. La oposición sabía que el MAS no estaba muerto, pero aún así concurrió por un lado Carlos Mesa de nuevo, por otro Jeanine Áñez y Samuel Doria Medina y por otro Luis Fernando Camacho. Hasta Tuto presentó candidatura.

La campaña fue atroz; Áñez cargó abiertamente mil veces contra Mesa y Camacho volvió a  reverdecer los anticuerpos cruceños contra Mesa en Santa Cruz, cuyo respaldo había sido vital para que se elevara la votación hasta acercarse a los 10 puntos de distancia. Áñez se acabó bajando, aunque “el daño” ya estaba hecho.

Camacho no se bajó y consolidó su bancada y su candidatura a Gobernador de Santa Cruz. Mientras, el MAS ganó con un 55% de los votos la elección y se dispuso libremente a gobernar de nuevo.

Camacho sí parece tener un plan para Santa Cruz que pasa por industrializar la tierra y expolear las regalías mientras se toca la fibra sensible del autonomismo para convertirlo seguramente en el siguiente paso. Cualquier confrontación con el Gobierno le conviene teniendo además la llave para sumar con el MAS dos tercios para cambiar la Constitución o para abrir un juicio de responsabilidades.

¿Y qué quiere hacer Carlos Mesa? Por el momento se les desconoce alguna iniciativa de fondo, más allá de propuestas coyunturales y respuestas a las polémicas puntuales que surgen del día a día. Por supuesto, son la bancada más afanada en posicionar el fraude y mantener la polémica vigente, tal vez calculando los impactos en el MAS.

Existen al menos tres materias en las que cabe plantear hoy un pacto de Estado que puedan alumbrar leyes e iniciativas compartidas que no sufran problemas de partidismo: la salud, la educación y las tierras. Hay que ver quién puede tener la capacidad política para articular las demandas.

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