Una nueva última oportunidad para el Comité Cívico
Ávila Reese y la nueva agenda departamental
El nuevo presidente del Comité Cívico debe resolver las tensiones post 2019 y construir una agenda departamental en un momento en el que el autonomismo ya no es una prioridad política



Visto el Congreso de la Tarijeñidad, la mayoría de los analistas confían más en la gestión de Adrián Ávila Reese que en la propia supervivencia del Comité Cívico como ente representativo. El acto se convirtió en el guirigay de toda la vida, con Walter Mogro y Patricia ejerciendo de mamporreros moderadores, con mucho griterío y descalificaciones, y eso que esta vez no había un candidato oficiosamente masista, como alguna vez fue Hugo León.
Finalmente acabó posesionado Adrián Ávila Reese, reconocido “pitita” pero que tuvo sus más y sus menos con la gestión de Jeanine Áñez y su ministro tarijeño Víctor Hugo Zamora cuando intentó entregarla un pliego de demandas en nombre del Comité Cívico saliente donde ejercía de director.
De hecho, Ávila fue de lo poco que se salvó de una gestión marcada por la inestabilidad, las renuncias y la crisis electoral, donde el electo – Carlos Dávila - fue neutralizado y su equipo disuelto, aunque algunos han resucitado en otros rincones.
Tarija, junto a Santa Cruz, es el único departamento en el que los Comité Cívico todavía tienen cierto peso político, por ello, su rol en 2019 fue paradigmático.
Ni bien fue electo, Carlos Dávila gestionó una reunión con el Gobierno Nacional y el propio Presidente Evo Morales llegó a Tarija. La reunión fue en la base aérea. La campaña electoral ya estaba lanzada y Dávila y su equipo le lanzaron varios centros al área que Evo remató: planta de tratamiento, el colegio fiscal de La Salle y un par de promesas fueron la cosecha de aquel equipo donde por cierto estaba el hoy secretario de Gestión Institucional de Óscar Montes, Jorge Bacotich. Dávila y el resto se negaron a hablar de Tariquía con Morales, pese a que era el tema más candente del momento.
Evo se fue volando, pero más rápida fue la sentencia de Dávila, que quedó sin eco institucional salvo para algunos de los medios funcionales al Gobierno en campaña. Después pasó lo que pasó en la elección de 2019 y la movilización empezó huérfana.
El vacío de poder
Con la vieja guardia movilizada y entre clausuras y cierres de la casa cívica, Juan Carlos Ramos, el presidente que le dio el testigo a Dávila, asumió la representación en el plano nacional para coordinar con el resto de Comités Cívicos, mientras que la movilización quedaba en manos de Paola Mendoza, del comité cívico femenino y otro Ramos, César, del juvenil. Ambos dinámicos no tardaron en convertirse en referentes en Tarija, aunque en tiempos de redes sociales, la movilización venía pautada desde Santa Cruz.
La cuestión es que la movilización cívica triunfó y Evo Morales salió del escenario político, y fuera por la poca costumbre de salir ganadores, los cívicos tarijeños no parecían acabar de creérselo… y se produjo el desbande.
Juan Carlos Ramos pasó de nuevo a la reserva luego de hacer demasiadas carantoñas con Jeanine Áñez.
Paola Mendoza se convirtió en un joven cuadro del Todos de Adrián Oliva, que primero la colocó de candidata a diputada con Jeanine, que se bajó; después la nombró efímeramente secretaria de Gobernabilidad, para posteriormente ponerla en puestos de relleno en la lista de asambleístas, quemando así su proyección política atesorada en poco más de 18 meses.
César Ramos desapareció.
Carlos Dávila reclamó en un momento el retorno al poder, sin demasiada convicción, mientras que en el interinato pasaron algunos cuadros interesantes, pero sin continuidad.
El papel de Ávila Reese
Pese al éxito momentáneo, el Comité Cívico volvió a sus jardines de invierno un tanto más descolocado que nunca en la última campaña, donde la bandera del autonomismo ha sido prácticamente escondida por todos.
Santa Cruz ha cambiado el paso, y aunque algunos de los padres del discurso soberanista intentan recordar que las iniciativas del departamento oriental siempre han traído beneficios para el resto del país – recordando las leyes de regalías o la Ley de Hidrocarburos firmada por Hormando Vaca Díez -, la vía autonómica se considera agotada y el federalismo poco atractivo.
El Comité Cívico Departamental, faro en otros tiempos, ha quedado a la deriva y sin demasiado criterio sobre el punto del modelo de Estado, pero también sobre los asuntos concernientes a hidrocarburos. El departamento necesita recursos y hasta el momento, el legado del civismo ha sido “exportar o morir”, incluso para asuntos como el de Tariquía, donde siempre ha habido una boca pequeña de fondo.
Los analistas y periodistas que siguen el Comité le reconocen un buen perfil a Ávila Reese para gestionar crisis, pero su desafío principal es crear la propia agenda departamental al margen del poder político coyuntural, con una visión mucho más pragmática del poder.
¿Hacia dónde va Tarija? Hay movimientos e iniciativas interesantes en la sociedad civil tratando de resolver esta cuestión. Quien sabe hasta que punto podrá el nuevo presidente del Comité Cívico incorporar estos desafíos a su discurso y a su gestión.