Estrategia política
Camacho y el plan camba
El Gobernador cruceño avanza en su proyecto emancipador de Santa Cruz y utiliza temas como el censo y las tierras para profundizar las diferencias y socializar con la población mientras madura la legislatura



Hace un año Luis Fernando Camacho era un firme candidato a la Presidencia del Estado Plurinacional al que todas las encuestas le decían que iba a perder estrepitosamente en todos los departamentos del país, pero que iba a ganar en Santa Cruz. Un año antes se había dado a conocer como Presidente del Comité Pro Santa Cruz en medio del clamor contra los incendios, pero sobre todo, unas semanas después, liderando física y espiritualmente la rebelión que acabó tumbando al Gobierno de Evo Morales en noviembre de 2019.
Hoy es un “feliz” Gobernador de Santa Cruz que disfruta haciendo challenges en redes sociales con su bandera verde, blanca y verde y recorre las provincias cambas para conocer mejor a su pueblo mientras en su ejecutivo se concretan proyectos que den contenido a su victoria.
Por el medio, primero, una aplastante victoria con el 55 por ciento de los votos de Luis Arce Catacora a nivel nacional, con una bochornosa derrota de Carlos Mesa, incapaz de llegar al 30 por ciento como todos sus antecesores al frente de la oposición y unos evidentes resultados de Camacho tal cual se había pronosticado.
El paso en falso de los Demócratas con Jeanine Áñez dejó sin representación al partido que había cohabitado con Morales en los últimos 10 años, por lo que la derrota de Camacho fue “dulce” para sus objetivos. La mayoría de la bancada cruceña pasó a responderle a él (aun con díscolos evidentes), lo que le generaba ya un altavoz de radicalidad mucho más acorde a los objetivos trazados.
Después, por el medio también, vino la victoria de Camacho en las departamentales, donde Demócratas no tuvo otra cosa que hacer que capitular, pues ni siquiera disputó la Gobernación y fracasó estrepitosamente en la Alcaldía.
Los analistas describieron entonces una victoria nítida de Camacho y su proyecto, que no era otra cosa que una vuelta de tuerca al proyecto autonomista de Demócratas que había fracasado en los quince años de Rubén Costas sin alcanzar las cuotas de autogobierno deseadas y que tiene un indicador muy claro: La poderosa Cámara Agropecuaria del Oriente (CAO) y otras grandes fortunas no tardaron en acomodarse al lado de Morales porque le reportaba mejores tratos, algo que tuvo su efecto electoral, por ejemplo, en 2014, donde se compensaron las pérdidas en el altiplano.
Para algunos analistas el proyecto de Camacho solo se trata de una “vuelta a la media”, es decir, mismos objetivos pero con nueva gente limpia de las taras y sospechas de corrupción y connivencia que la cohabitación endosó a los Demócratas de Rubén Costas. Para otros, sin embargo, se trata de un desafío secesionista mucho más maduro.
El objetivo cruceño
La posición cruceña es hoy mucho más fuerte que en el pasado y no por las “bravuconadas” de Camacho sobre su papel en la caída del régimen de Evo Morales y sus recurrentes amenazas de volver a hacerlo “si es necesario”.
La bancada de Creemos en la Asamblea Plurinacional es la minoritaria, pero es la que da y quita las mayorías de los dos tercios, una cifra “mágica” que tal vez sea necesaria para culminar algunos relatos.
Camacho, por encima de la bancada de Carlos Mesa, puede, por ejemplo, ponerse a favor de abrir un juicio de responsabilidades sobre Jeanine Áñez precisamente por su interés de “aclarar las cosas” que sucedieron y que recordar siempre le benefician.
Igualmente, Creemos puede ser clave para abrir o no la Constitución Política del Estado y reformar algunos asuntos como el capítulo dedicado al Poder Judicial, pero también para avanzar en la reforma del sistema autonómico u otros intereses respecto a la tierra y la economía. Nadie descarta que en esta legislatura que empezó tan ríspida se acabe imponiendo la política y las concesiones de uno y otro bando.
Mientras tanto, Creemos no tiene problemas en ir al choque. De momento ya le han dado razones para chocar en dos temas, e irán a más.
El primero fue el del censo. Es evidente que Santa Cruz pasará a ser el departamento más poblado de Bolivia, porque ya lo es, y eso tendrá determinadas implicaciones. Retrasar la realización del censo solo alimenta el victimismo, combustible imprescindible en cualquier proyecto secesionista o independentista. Las torpezas del Gobierno de Arce le han permitido a Santa Cruz no solo eso sino plantear la realización de su propio censo, que implicará mayores cotas de confrontación cuando se haga el nacional ante la más mínima discrepancia de datos.
El segundo es el pulso por la tierra, un asunto polémico donde los haya con implicaciones a nivel internacional. Los teóricos calculan que cuando lleguemos a 10.000 millones de personas, y eso no será dentro de más de 20 años, no habrá alimento para todo el planeta, lo que ha desatado la fiebre por la agroindustria, lo transgénico y el control del territorio. Bolivia no está al margen.
Santa Cruz es el gran centro de disputa entre los grandes agroindustriales, las comunidades interculturales colonizadoras y los pueblos indígenas. Todo en medio de una penosa y probablemente corrupta gestión del INRA. Camacho no tiene duda de quienes son los buenos y los malos en este caso, que huele a violencia por todo lado. La creación de una Comisión que supervise al propio INRA es un movimiento brillante que tiene muchas aristas y que, probablemente, no garantiza una rápida solución del conflicto.
Las implicaciones políticas pueden ser impredecibles.