Los efectos de la pandemia
Bolivia y su encaje (económico) continental
Los estrategas políticos no comprenden que Luis Arce haya dado por concluida la crisis económica mientras que el resto del mundo todavía toma posiciones para enfrentar las variaciones



El régimen de Luis Arce Catacora es quizá el único que a estas alturas de la crisis pandémica ha declarado ya el éxito de la recuperación económica. El fenómeno podría ser estudiado en el futuro en prestigiosas universidades, pero por el momento, ni los expertos en Economía ni en Ciencia y Estrategia Política acaban de entender el mensaje en este momento.
Los pocos indicadores económicos disponibles no son para tirar cohetes. El desempleo ha bajado dos o tres puntos respecto a enero y el barril de petróleo ha subido a 75 dólares – veinte más de lo presupuestado – pero en general la inversión sigue detenida. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha mejorado las previsiones de crecimiento del país incluso más que el Gobierno, que esta vez parece no querer crecer más del 4,5 por ciento que activa automáticamente el aguinaldo “Esfuerzo por Bolivia” y que en el pasado dinamitó las bases de la industria formal.
La pobreza y la pobreza extrema subió a niveles máximos del siglo, y su leve recuperación es demasiado escasa como para proclamar la victoria. Por lo general falta trabajo estable y el subempleo apenas está dando para sobrevivir.
Estos mismos analistas recuerdan que Luis Arce Catacora no ha incluido ninguna reforma estructural en el sistema económico. Sí ha implementado el impuesto a las grandes fortunas, cuyo ingreso es marginal, sí ha impuesto la moderación salarial en el incremento y sí ha incluido incentivos para ampliar el universo de ciudadanos que exijan sus facturas, incluyendo una pequeña retribución, pero no ha incluido medidas que incrementen la tributación, ni ha avanzado en el pacto fiscal, ni en una nueva reforma de las pensiones, ni ha planteado subir el IVA, ni ha incorporado medidas para regular las inversiones del sistema financiero nacional.
Mientras tanto, las medidas para incentivar la economía interna y potenciar la producción nacional se limitan a la distribución del bono de mil bolivianos y a un puñado de fondos y fideicomisos o créditos de pequeña cuantía de los que apenas se ha ejecutado un porcentaje. Solo los bancos siguen ganando.
Si los analistas económicos encuentran pocos resultados e indicadores para proclamar una temprana victoria, menos encuentran los analistas y estrategas políticos.
La promesa de Arce era la de recuperar la economía después de la “devastación” que produjo la pandemia y la gestión de Jeanine Áñez, porque ciertamente, en seis meses Arce se ha empleado a fondo en explicar que la caída de los indicadores no se debía exclusivamente a la pandemia – como se explica en todo el mundo – sino que tenía que ver con la gestión perversa del ejecutivo de Áñez.
Cualquier estratega le hubiera recomendado a Arce mantener el discurso de la “herencia recibida” al menos hasta la mitad de la gestión por diferentes motivos:
- Es lo mismo que van a hacer todas las repúblicas del entorno, pero también Europa y Estados Unidos, para gestionar momentos complejos en la economía y pedir ajustes a los ciudadanos, que probablemente es lo que Arce acabe haciendo también.
- Permite recordar una y otra vez que el modelo del Movimiento Al Socialismo, por mucho que haya abandonado sus principales banderas desde 2005 – nacionalismo, industrialización – no tiene alternativa en las opciones de derecha.
- Y a nivel interno, mantener la tensión económica y sus complejidades le permitía sumar legitimidad en su propia elección como candidato, además de tener perfil propio y asuntos personales que tratar, basculando la agenda respecto a la del sector que solo plantea un debate: Golpe de Estado.
El contexto internacional
La rápida resolución del conflicto económico por parte de Arce contrasta con lo que sucede en el resto del mundo, que de momento siguen especulando sobre el camino a seguir para la recuperación mientras se mantienen las economías con grandes inyecciones de dinero público, sobre todo en el sostenimiento de empleos y empresas.
La intervención de los Estados hegemónicos en la economía ha sido total, por lo que los paradigmas clásicos del liberalismo están prácticamente enterrados en este momento de crisis, como ya sucediera en 2008.
En general, Estados Unidos prepara una gran emisión de dólares para financiar el plan de inversiones de Biden, que supondrá devaluaciones de moneda; Europa, que ya está inyectando capital a las economías nacionales a través de su primer programa de deuda conjunta, prevé un incremento de la inflación como consecuencia y el FMI prepara también una entrega masiva de créditos a sus Estados socios, probablemente para no perder influencia.
Bolivia sin embargo tiene aún algunos problemas de financiación a la espera de lo que suceda con los bonos soberanos del Estado, de los que hay que pagar mil millones de dólares más intereses y se preveía captar 3.000, pero que los altos intereses del momento lo impidieron.
El impacto político de los vaivenes económicos y del humor social que viene dejando la pandemia es impredecible. Por lo general los Gobiernos que han administrado la crisis sanitaria caen y sus sustitutos son Gobiernos más nacionalistas y proteccionistas, salvo en el caso de Trump en Estados Unidos. En cualquier caso, todo está por ver.
En el continente sudamericano avanzaron nuevamente los regímenes más nacionalistas – no tan a la izquierda – en Argentina y en Bolivia y se ha conseguido un triunfo histórico en Perú además de movimientos de fondo en Colombia y en Chile, ambos países todavía pendientes de la contienda electoral que en Chile el 21 de noviembre de este año y en Colombia el 29 de mayo de 2022, mientras que en Brasil también serán en 2022, pero a finales del año.
Del desenlace de estos duelos puede depender, en gran medida, que se retomen los proyectos de Unasur y Celac para potenciar un bloque autónomo al sur capaz de tomar decisiones económicas de fondo.