La comunicación presidencial, a examen
Luis Arce meme a meme
Pese a que quedan muchos meses hasta la próxima cita electoral, en redes se sigue trabajando para encasillar el perfil presidencial con algunas características que le puedan dañar: El “canastas”, el “desaparecido” o la “marioneta” son tres de las que se trabajan permanentemente



Diferentes artículos del pasado fin de semana en la prensa argentina venían a develar la detallada campaña en el submundo de las redes sociales que viene triunfando en al país vecino. Hasta el momento está logrando hacer mella en uno de los atributos más reconocidos del presidente argentino Alberto Fernández tanto por la oposición como por el oficialismo crítico y que tenía que ver con su cultura general. Es decir, más allá de las divergencias ideológicas, se tenía a Alberto Fernández por un peronista culto e inteligente, pero la famosa cita errada de Borges, además de su inoportunidad conceptual – aquello de los argentinos bajamos de los barcos – han alimentado una espiral de memes y bromas que, pasado el subidón temporal, han cambiado la percepción del argentino promedio sobre su presidente.
Se trata de la nueva forma de hacer política, que ya ni siquiera está ligada a las campañas, sino que se mantiene en el tiempo y aprovecha cualquier metida de pata para incidir e instalar ideas y percepciones de los votantes sobre el líder en cuestión. Para bien o para mal. Con éxito y sin él.
Y es que la política alimentó una cultura de redes sociales para eludir a la prensa tradicional y cualquier cosa parecida a una pregunta incómoda, pero tal vez no contaban – o sí – con los riesgos de una sociedad sobreinformada que no lee, pero ve memes.
En Bolivia el fenómeno apareció genuina y tímidamente hasta que en la campaña de 2014 Doria Medina soltó aquello del “carajo no me puedo morir” en un video enlatado que inmediatamente provocó una avalancha de memes y bromas en redes que tenían origen en una campaña profesionalmente diseñada y que tuvo un ligero efecto, aunque a la postre no sirvió para nada.
En la campaña del 2016 por el referéndum sí hubo algo más de naturalidad en el manejo de las redes y los memes, aunque hasta hoy se sigue debatiendo cuan preparada estaba aquella revelación de Carlos Valverde sobre el hijo secreto de Evo Morales con la voluptuosa Gabriela Zapata, hasta entonces desconocida. Se discute porque quienes llevaron el asunto a términos de comedia esperpéntica telenovela venezolana fueron el propio Evo Morales y Álvaro García Linera asegurando que tuvieron al niño en brazos pero que lamentablemente murió.
En la campaña de 2019, recuerdan algunos de los que estuvieron en el barro aquellos días, hubo tanta guerra sucia que no hubo un asunto dominante, pues los roles de Evo Morales, Carlos Mesa y Óscar Ortiz estaban suficientemente definidos y la incidencia fue mucho menor.
Lucho y sus perfiles
Algo muy diferente pasó en la campaña de 2020. Comunidad Ciudadana había agotado su presupuesto. Juntos hizo la tarea de la guerra sucia contra Mesa, asimilándolo al MAS, con tanta profesionalidad y vehemencia que resultó después imposible de voltear. Con todo, el fenómeno fue “LuchoXBolivia”.
Luis Arce Catacora había sido elegido candidato por Evo Morales en Buenos Aires pero apenas daba señales de vida en Bolivia ni con la campaña a punto de empezar, pero en un momento dado, el gris funcionario del Banco Central de Bolivia que se había convertido en un pretencioso Ministro de Economía burlón e irritable al que nadie nunca le había llamado Lucho se convirtió en #LuchoXBolivia con una campaña de microsegmentación brillante. En un mes, el hombre envejecido del traje se recordaba como un joven con pantalones acampanados quien sabe si fumando hierba marchando contra las dictaduras; más aún, en un tipo amable con el que compartir una guitarreada de esas del post asado. Algunos de los que hicieron aquella campaña se jactan con mucha sorna de haber hecho ganar a Arce con una sola propuesta de izquierdas – el impuesto a los ricos – y muchas canciones en medio de una crisis sin precedentes por el coronavirus y con toda la carga de los sucesos de 2019.
El nuevo Arce y sus tres chapas
Acabada la campaña, Luis Arce ha vuelto a ser el mismo de siempre. Un hombre con poca empatía y no muy hábil para el contacto social según algunos de los estudios que manejan en el entorno presidencial. Sus metidas de pata son sonoras, como aquella arenga sobre las vacunas negadas a los “oligarcas tarijeños” que hizo de catalizador en la recta final de la campaña tarijeña.
Su último mensaje televisado ha recordado al Luis Arce de antes – no el de campaña -, a pesar de las dificultades en la lectura y de los giros dramáticos poco afortunados, los asesores quisieron dar la imagen de un Presidente preocupado por los problemas y que aporta soluciones, aunque al final los analistas consideren que fue un discurso largo con muchas vueltas para acabar anunciando apenas la vacunación universal a partir de los 18 años (y asumir de nuevo compromisos de riesgo en la provisión de vacunas).
Arce tiene básicamente tres chapas o líneas “memísticas” desarrolladas y con las tres deben lidiar los estrategas antes de que se acaben por extender hasta un punto incontrolable.
1.- “El canastas”. Esta “campaña” nació antes de la elección producto de la participación del entonces Ministro de Economía en un programa de la Red Uno donde fue preguntado por el costo de la canasta familiar, que cifró en 100 bolivianos. En ningún momento hizo referencia a si era una estimación mensual o semanal. En cualquier caso, produjo una espiral de burlas y bromas que, al final de todo, vienen a caracterizar a un Ministro de Economía alejado de la realidad cotidiana.
Por entonces no se sospechaba que Arce pudiera acabar siendo el candidato del Movimiento Al Socialismo (MAS) en algún momento, puesto que Evo Morales buscaba la relección, pero después de todo, cuando su nombre apareció en 2020 no se tardó en recuperar aquella “anécdota” cargada de simbolismo, pues atacaba directamente a lo popular que el MAS aspira a representar.
La leyenda de “El Canastas” está sobre todo enraizada entre los jóvenes de la clase media urbana, aunque no llegó a ser significativo en la elección.
2.- “La marioneta”. Esta otra “campaña” nació en el mismo momento en el que Evo Morales determinó que el candidato a la Presidencia sería Luis Arce mientras que el candidato a la Vicepresidencia sería David Choquehuanca. Aquello se determinó en la famosa reunión de Buenos Aires donde también estuvo Diego Pary y faltó Andrónico Rodríguez.
Desde ese momento se le endilgó la condición de “marioneta”, de candidato electo por el “dedazo” de Evo Morales. Fueron precisamente los movimientos sociales más arraigados en el territorio y más apegados a Choquehuanca quienes más removieron esta idea de la no renovación y de la claudicación, una figura que no ha sanado ni hasta hoy, donde la línea choquehuanquista sigue recordando aquel episodio.
Desde la oposición se duda en la estrategia a seguir respecto a la posición de Evo sobre Arce. Unos han apostado por presentarlo como una simple continuidad de los deseos del gabinete antiguo, habiendo cedido todo el control político a Morales mientras se apropia del económico, que en realidad es también compartido. En ese sentido, Arce sería solo un “facilitador” para los objetivos de Morales.
Otros opinan lo contrario y detallan una guerra soterrada, casi imperceptible, entre el bando de los exministros y el remozado y empoderado equipo de Luis Arce. Describen una docena de pequeñas tensiones – desde el duelo por el Ministerio de Tierras hasta los manejos de la Policía – que irán subiendo de intensidad hasta que se defina candidato para 2026.
3.- “El Desaparecido”.- La última de estas campañas es la de presentar a un Luis Arce incapaz y ausente, desconectado de los problemas reales y atrincherado en Palacio. Se trata de caricaturizar sus ausencias prolongadas, que no son tanto, pero que contrastan con la omnipresencia de Evo Morales en sus 14 años de Gobierno, un estilo que no quiere copiar, aunque en ocasiones lo ha intentado.
Las campañas de la desaparición, que también se han ensayado en otros países donde se han dado relevos políticos a líderes menos carismáticos, suelen ser de las más peligrosas de confrontar, pues cada intento por recuperar la iniciativa y la presencia puede volver a ser caricaturizado como un exceso de protagonismo, y al mismo tiempo la sobreexposición puede llevar a cometer errores.
Las caricaturas en la oposición
Por alguna razón, el equipo de Luis Arce – que no es exactamente el Gobierno ni mucho menos el MAS -, todavía no ha puesto en marcha una estrategia que contrarreste en redes los ataques al Presidente, que le van generando un perfil que le pesará en la interna y en la externa.
Por otro lado, tampoco se ha dado continuidad, o muy poca, a las campañas que se emprendieron contra los jefes de la oposición, con intención de anonimato. Aunque todos tuvieron su gestión, que acabó siendo contradictoria.
Por ejemplo, a Jeanine Áñez se le intentó crear un perfil de extrema derecha, asimilando características al mismísimo Adolfo Hitler. Sus poses duros, sus sentencias desafortunadas – salvajes y demás – y su proximidad con las fuerzas militares (le pusieron la banda presidencial) ha motivado algunas caricaturas que incluso trataron de aprovechar en su favor en los momentos de máxima tensión, como en agosto de 2020.
Después los casos de corrupción y la renuncia a la candidatura presidencial acabaron desdibujando a una Jeanine Áñez que se convirtió en su propia caricatura al candidatear como Gobernador del Beni quedando muy lejos de los primeros puestos.
A Luis Fernando Camacho también se le alimentó un perfil supremacista blanco, con tintes extremistas, que funcionó bien en occidente – no superó el 5% en ningún departamento que no fuera Santa Cruz durante las presidenciales -, pero que alimentó viejos fantasmas racistas en Santa Cruz.
Para balancear, los grupos operativos masistas – otrora cédulas de guerreros digitales – trabajaron el perfil de inculto. Una mofa general al escaso conocimiento de asuntos generales en los que apenas era capaz de bajar al detalle. Llegó bien a ciertas élites, pero no bajó a los nichos más populosos de Santa Cruz donde logró enraizarse.
Con Carlos Mesa lo que funcionó fue “hacerlo” masista. Había tanto material disponible de la época en la que el jefe de Comunidad Ciudadana aspiraba a analista independiente, y tantas fotografías relacionadas al mar, que fue una estrategia de Estado hasta que fracasó, que pasó a ser un fracaso masista, que no resultaba difícil.
El propio MAS ha utilizado la técnica de la asimilación, aunque han ensayado otras: La de un Mesa que se pone de perfil ante los problemas y se lava las manos, que tiene que ver con la situación de Áñez y todo lo posteriormente sobrevenido. Menos trabajada está la imagen de un Mesa “agente de la CIA”, que por ahí se ha sembrado sin demasiado éxito.