La resaca del 18-O
Bolivia y el relato de la ultraderecha
Ante la incapacidad de construir un relato alternativo al MAS con raíz histórica, la derecha le abre espacio al sector más ultra para dar la batalla cultural y construir una alternativa



Estudiosos de la política como Carlos Saavedra señalan que el triunfo del MAS no se basa solo en su populismo o en su oportunidad, sino en el desarrollo magistral de un mito de Gobierno enraizado en la historia nacional. El MAS ha conseguido en todo este tiempo construir un relato que se entronca en la tradición nacional – popular de la revolución del 52 pero al que le añade los condimentos de los 500 años de opresión y discriminación indígena que le ha permitido adherir a las grandes mayorías.
Aunque en la ejecución práctica el MAS haya ido abandonando la praxis revolucionaria y se haya sometido a los ejes de la política pragmática y el pactismo con las élites, el relato sigue siendo poderoso. El simple hecho de recordarlo le ha dado el apoyo del 55% de la población en las elecciones del 18 de octubre, muy por encima de lo obtenido en octubre de 2019, cuando el instrumento había quedado subordinado a la continuidad de un caudillo y su cúpula.
Al frente nadie ha conseguido armar un relato movilizador que penetre en las clases populares. De hecho, apenas lo hace en las clases altas o acomodadas y muy poco en la clase media, que vota como tapándose la nariz por el “voto útil”, que acaba convirtiéndose en una bancada deshecha y vulnerable, como advierten los politólogos más concentrados en llevar adelante una gestión pública más que en ganar la próxima elección.
La irrupción de la ultraderecha
En Bolivia hay aproximadamente un 25% de votantes que literalmente odian al MAS e incluyen connotaciones racistas en sus valoraciones del Gobierno, sin embargo, en los últimos años nadie ha logrado colmar las expectativas de este grupo, que se han tenido que conformar con algunos guiños velados, porque nadie puede ganar una elección solo con la élite blancoide.
Sin embargo, ese 20% es un buen punto de inicio para la ultraderecha, un movimiento global que ha reflotado a lomos de la crisis del capitalismo y la globalización y que en Bolivia ha empezado a echar raíces espoleado en gran parte por un Gobierno que necesitaba identidad y reconocimiento.

La ultraderecha lleva años instalada en Europa y en España ha reaparecido en forma de partido político de la mano de VOX, una escisión del Partido Popular que hasta 2010 hegemonizaba todo el centro derecha, desde liberales y centristas hasta conservadores y franquistas. Primero salieron los liberales de Albert Rivera con Ciudadanos, y después los ultras con Santiago Abascal como líder.
VOX mira al continente “hispanoamericano” para crecer y también para legitimar su acción. Un partido católico, conservador, ultraliberal (a diferencia de otros movimientos de ultraderecha, VOX no es nacionalista en lo económico) y anti inmigración, en su mensaje dice: No es lo mismo un migrante árabe que un sudamericano.
VOX y la ultraderecha española quiere dar la batalla cultural en América: defender la conquista y la colonia como positiva, enraizarse en lo criollo y replantear las discusiones sobre lo indígena que ya se tuvieron siglos atrás. Los que querían relato, ya lo tienen.
Por el momento, ya se han establecido los primeros mecanismos de acción: El Foro de Madrid en contraposición al Foro de Sao Paolo/Grupo de Puebla y el concepto de “iberoesfera” para resaltar lo común, y la dependencia.
La declaración fundacional de finales de octubre de este año la firmó el entonces ministro de Gobierno, Arturo Murillo. Firman además personajes como María Corina Machado o Antonio Ledezma por Venezuela; José Antonio Kast por el partido republicano de Chile; algunos halcones de George Bush y el hijo de Jair Bolsonaro, Eduardo Bolsonaro, diputado por Sao Paolo. El proyecto ya ha sido movido por Estados Unidos y presentado al propio Luis Almagro en su condición de secretario General de la OEA.
Los consultores políticos reconocen que hay una acción coordinada con alto respaldo para irrumpir en Sudamérica, pero dudan de la eficacia que se pueda llegar a desplegar en los territorios concretos. En Bolivia, por el momento, hay el caldo de cultivo de la indignación en un sector de la población.
Las técnicas de la ultraderecha
En cualquier caso, la ultraderecha crece en la indignación, por lo que el escenario “cuánto peor, mejor” le conviene en todos los casos. La polarización es su arma más vital.
En su acción, la ultraderecha práctica un implacable sistema comunicativo, maximizando las redes con mensajes radicales y con una red de medios entretejidos que alimentan el odio y la protesta. OKDiario, el medio del “famoso” Alejandro Entrambasaguas, muy amigo del ministro Murillo, es uno de los que se señalan en esta red.

El mensaje habitual suele distinguir entre “los políticos” y el pueblo, y ellos se consideran pueblo mientras responsabilizan de todos los males al político. Esto no es un argumento exclusivo de la derecha, sino que es parte básica del populismo, pero que en la dialéctica ultra cobra una notoriedad fundamental. Muchas tertulias en streaming en Bolivia ya han tomado ese cariz.
Sobre lo básico y conociendo la capacidad boliviana para el sincretismo, se añadirán de seguro formas propias de acción. Lo cierto es que la punta de lanza ya ha llegado.