Rumbo al 6S
El frente único y el Covid de Áñez
La enfermedad de la Presidenta ha dado un tiempo extra a las negociaciones para converger una candidatura única que nadie quiere pero que las encuestas empiezan a “obligar”. El uso político del Covid sigue vigente



El positivo de la Presidenta Jeanine Áñez ha llegado en el preciso instante en el que los frentes de oposición buscaban una “solución definitiva” a su dispersión endémica de cara a las elecciones del 6 de septiembre de 2020.
La enfermedad, de forma involuntaria, da un tiempo extra en una negociación que parecía apurada y casi definitiva para disgusto de los que “más han puesto” en el proyecto de Juntos. La política es dinámica, la enfermedad también, y en Bolivia esta certeza se lleva a su máxima expresión.
La encuesta del Celag aparecida esta semana, deja las intenciones de voto en el punto justo donde quiere el Movimiento Al Socialismo (MAS), algo que no es de extrañar teniendo en cuenta que en el directorio del Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica están Álvaro García Linera, Atilio Borón y Rafael Correa entre otros.
En concreto, la encuesta pone a Luis Arce Catacora con un 41,9 por ciento de los votos; a Carlos Mesa en un 26,8%; a Jeanine Áñez en un 13,3%; a Luis Fernando Camacho en un 9,1% y deja a Tuto Quiroga y al coreano Chi Hyun Chung en un 4,4% y 4,5% respectivamente.
En términos de poder, el Celag le concede la victoria al MAS en primera vuelta al superar por 1,9% la barrera del 40% y sacar más de diez puntos a Carlos Mesa, que a su vez dobla en intención de voto a Jeanine Áñez, cada vez más cerca de Luis Fernando Camacho. La encuesta es cuidados en mostrar que la unión de Carlos Mesa y Jeanine Áñez tampoco superaría al MAS, aunque quedaría muy cerca y presumiblemente haría factible una victoria de ese frente en la segunda vuelta.
Lo cierto, dicen los estrategas del lado de Áñez, es que la encuesta parece encargada por Carlos Mesa. Ninguno da crédito a que el expresidente pueda estar doblando en intención de voto a Áñez, pero todos asumen que están bastante por detrás.
Lo peor, dicen, es que tampoco se ve alguna posibilidad de remontada en las próximas semanas, ni siquiera capitalizando la enfermedad de Áñez, algo que los bolivianos no parecen estar dispuestos a tolerar. La previsión de 130.000 contagios a dos meses vista sin que haya un plan para frenarlos y aun sabiendo que apenas hay capacidad de testeo suficiente para que se alcance esa cifra, pesa como una losa.
¿Quién no quiere el frente único?
El problema para los actores en liza es que la elección ya está convocada y las listas presentadas. Cinco meses después de aquel acto administrativo que resultó como siempre apresurado, muchos se lo han pensado mejor y no querrían verse en la que se están viendo, pero la suerte está prácticamente echada.
A la fecha se pueden bajar candidatos y poner otros siempre que sea con causas justificadas. Lo que no se puede es bajar de una lista y subirse a otra como quién pasa por ahí. La fusión de listas, por tanto, tal como se anticipaba, es compleja para los líderes de uno y otro equipo.
En Tarija se comprende a la perfección estas dificultades. De bajarse la lista de Juntos, todo el bloque de UNIR – Errold Iriarte, Ginna Torrez, Marcela Guerrero, etc. – quedarían sin cobertura en este embate. Igualmente se quedaría sin piso Wilman Cardozo, candidato a Senador por el Chaco y que actualmente según las encuestas tiene muy difícil la supervivencia.
Si la que se baja es la lista de Carlos Mesa, Rodrigo Paz, que se entregó como primer senador para huir de la Alcaldía de Cercado, no tendría lugar donde ir.
Por meter más en el baile, si Luis Fernando Camacho decidiera declinar, el bloque de Camino al Cambio, con María Lourdes Vaca, Mario Cossío y Mauricio Lea Plaza a la cabeza, quedarían desamparados una vez más.
El efecto nacional
En cualquier caso, la complejidad viene sobre todo a nivel nacional y tiene nombre propio: Samuel Doria Medina. El empresario se subió a la candidatura de Jeanine Áñez como vicepresidente asumiendo costos, como siempre, y consciente de que era una de sus últimas oportunidades por retornar al poder tras dos décadas y media de hastío.
Al otro lado está Rubén Costas, que ya le dejó claro al empresario en 2018 que con él no se podía ganar una elección, pero que las circunstancias de enero y el empoderamiento de Áñez y su círculo beniano lo convirtieron en candidato de un partido que en ese momento no controlaba.
En la retoma del poder, Costas quiere asegurar una victoria que le quite el amargo sabor de la derrota de octubre de 2019. Unos quieren que sea agridulce, pues al final la humillante caída de Ortiz y su 4% permitió a Mesa subir y disputar la segunda vuelta, algo que no hubiera pasado si Santa Cruz hubiera votado “por los suyos”. Pero para Costas es amarga.
A los Demócratas de Rubén Costas les interesa, sobre todo, enfrentar las subnacionales con garantías. Costas, que es ya la autoridad que más tiempo ha gobernado seguido en este país, ya que lleva en la Gobernación de Santa Cruz desde 2006, no ha develado si intentará el salto a la Alcaldía o se retirará definitivamente, pero eso no quiere decir que no tenga intereses en que los suyos sigan manejando la institución.
La principal amenaza ahí es Luis Fernando Camacho y para contrarrestarla, los Demócratas tienen que ganar las elecciones con solvencia y no encadenar un nuevo flagelo como el sufrido por Óscar Ortiz en octubre de 2019 del que nadie dentro se quiere acordar, pero que todo el mundo en Santa Cruz recuerda.
Desde 2005 se tratan de configurar “frentes únicos” para desactivar al MAS y su poderío electoral, pero los intereses individuales siempre han primado más. Nada hace indicar que en este viaje vaya a ser distinto, peor con las listas de candidatos ya consolidadas. Con todo, las encuestas empiezan a ser elocuentes y la batalla por el “voto útil” volverá a ser decisivo.