Mediterráneo: Referéndums y continuidad en América Latina
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Sucesiones. Casi ninguna sale bien, al menos en este lado Latinoamericano. Y no es que se puede generalizar, porque hay para todo. Están los que no se saben ir, como nuestro Evo Morales o Rafael Correa en Ecuador; están los que nombran herederos a supuestos peones que luego les traicionan, como esos dos mismos mencionados; están los que nombran a alguien que nunca podría ganar, como Cristina a Scioli en 2014, y que luego, asumen el error y se colocan de Vices con afán de 1 a veces, pero no siempre, y ayudan a que todo acabe como el “rosario de la Aurora”. También está lo de Maduro, que se la encontró sin saber cómoy no la suelta, o el sistema cuasi modélico uruguayo de alternancia o el pasanaku de Paraguay, donde todos son Colorados, pero cada uno el suyo.
Ahora mismo hay dos sucesiones en marcha que vale la pena analizar ahora que en Bolivia andamos envueltos en cuestiones constitucionales y de referéndum.
Una es la de AMLO a Sheinbaun en México, donde el primero dice que quiere pasar página y ya mientras el mundo entero presiona a la presidenta electa para que cambie de arriba abajo la política internacional no injerencista de México, que ha sido clave en varios conflictos regionales.
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La otra es la de Gustavo Petro, que hasta hace unas semanas seguía amagando con buscar subterfugios para cambiar la Constitución y permitirse una reelección más pero que ya a principios de agosto ha descartado ante el fuerte rechazo que estaba generando.
Ni en México ni en Colombia hay reelección posible, pero en México se trata de mandatos presidenciales de seis años, que permiten más o menos desarrollar un proyecto de mediano plazo con cierta continuidad, mientras que en Colombia es de apenas cuatro, además en un sistema parlamentario muy fragmentado, lo que impide de todas las formas desarrollar algún proyecto de mediano plazo y a Petro, que llevaba media vida soñando con ser el primer presidente de la izquierda para cambiarlo todo con su habitual tono mesiánico, pues evidentemente le está sabiendo a muy poco.
Hay más similitudes, ni en México ni en Colombia, como en casi todo el continente, las izquierdas no han tenido un desarrollo cómodo ni lineal. Descartada la socialdemocracia y sin espacio para desarrollar tesis bolcheviques centradas en el proletariado, las ideas han corrido anidadas en planteamientos nacionalistas y de las teorías de la liberación cristiana mutada hacia tesis indigenistas y algunas reinterpretaciones de las dinámicas solidarias de la comunidad. En Bolivia, siempre pionero en estas cosas, la propuesta se materializó en el Instrumento Político de la Soberanía Popular primero y en el MAS después hace ya 25 años; en México Morena es sin embargo una de las primeras materializaciones de este tipo con verdadera vocación de poder y también lo es el conglomerado que llevó a Petro al poder en 2022 después de décadas de putrefacción del sistema clásico.
La sucesión de López Obrador consolidó a su vez a Morena como partido, a pesar de que en las primarias corrió sangre literalmente y hubo amenazas serias de quiebre. Petro quiere convertir en partido la alianza “Colombia Humana” que le llevó al poder y claramente liderarla tal vez para ejercer una tutela posterior, pero sobre todo porque es su manera de no pasar directamente al ostracismo y además, la única opción viable de mantener el poder en ese lado del tablero.
Frente a esto, el MAS se ha envuelto en una absurda lucha fratricida contraria a los valores que dice representar. En cualquier caso y como sea: todo hoy por hoy está en veremos.
Democracias y otros golpes
La campaña de Estados Unidos se hace eterna por todo el ritual institucionalizado de sus partidos, sus elecciones y todo lo demás, que además es en realidad la fórmula con la que han conseguido aplastar cualquier opción alternativa a republicanos y demócratas: nadie puede aguantar el ritmo económico.
La cuestión es que esta semana, al fin, Kamala Harris ya es la candidata oficial del partido Demócrata luego de haber aceptado la nominación.
La Convención ha llegado en un momento muy optimista para los demócratas. La nominación de Harris les ha disparado en las encuestas, dominando incluso en los famosos estados bisagra, aquellos que terminan decidiendo las elecciones. Después del intento de asesinato de Donald Trump y las tensiones por la salida de Joe Biden, la cita sirve como baño de masas para el partido y su candidata.
También es una forma de sacar músculo ante los republicanos, que se han desinflado. Trump parece no haber sido capaz de capitalizar su intento de asesinato durante demasiado tiempo. A esto se le suman sus salidas de tono sobre su rival o el hecho de haber perdido el principal argumento que tenía contra Biden: la edad.
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Con todo, los demócratas siguen teniendo retos por delante. Las protestas a las afueras de la Convención lo demuestran: Gaza sigue siendo el elefante en la habitación. Kamala Harris se ha distanciado sutilmente de la línea de Biden, con una postura más crítica hacia Israel, pero todavía no ha definido una política clara en esta crisis.
El fracaso de un alto al fuego en Gaza y, sobre todo, la escalada del conflicto en el resto de la región, podrían complicar las perspectivas de Harris si busca ganarse el apoyo de los sectores más progresistas y críticos.
Nada nuevo en Venezuela. Además, nada nuevo en Venezuela.
Guerras y otras catástrofes
Ajedrez.- Algo está pasando en los tableros de la Guerra de Ucrania después de meses de estancamiento. De un lado, la incursión ucraniana en Rusia, que al parecer tiene más intención en dejar en ridículo a Putin que en avanzar en la guerra; del otro, medios alemanes confirmando que el atentado sobre el gasoducto clave que traía recursos de Rusia lo voló (¡oh sorpresa!) un ucraniano que operaba desde Polonia.
Aquí el hilo de Nacho Montes de Oca al que no le gusta nada Putin pero que maneja buenos datos.
La cuestión es que la mesa de negociación empieza a apurar, más o menos como la de Gaza e Israel, pero en sentido contrario: Nadie cree que Trump vaya a hacer demasiado por derrotar a Putin si llega a la Presidencia, ni aceptará a otro país estructuralmente pobre en la OTAN. Los Demócratas calculan el impacto que podría tener un cierre más o menos victorioso en este escenario.
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