América Latina: la inserción financiera mundial “subordinada”
La financierización es un fenómeno por el cual el sector financiero tiene una influencia cada vez mayor en la economía mundial, con un evidente desacople con el sector real. Ambos rasgos son “distintivos del desarrollo capitalista desde mediados de la década de 1970”, afirman los...



La financierización es un fenómeno por el cual el sector financiero tiene una influencia cada vez mayor en la economía mundial, con un evidente desacople con el sector real. Ambos rasgos son “distintivos del desarrollo capitalista desde mediados de la década de 1970”, afirman los economistas Martín Abeles, Esteban Pérez Caldentey y Sebastián Valdecantos, editores de un reciente libro publicado por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).
A su vez, los investigadores Annina Kaltenbrunner -Escuela de Negocios de la Universidad de Leeds (Inglaterra)-, y Juan Pablo Painceira -Banco Central del Brasil-, argumentan que en las economías emergentes, las “recientes transformaciones financieras, que revelan tendencias similares a los fenómenos de financierización observados en las economías capitalistas centrales, están determinadas fundamentalmente por su integración subordinada a un sistema monetario y financiero internacional financierizado y estructurado”.
Esas mismas tendencias de financierización “refuerzan la integración financiera subordinada de las economías capitalistas emergentes y sus asimetrías con las economías capitalistas centrales”, agregan Kaltenbrunner y Painceira, en su investigación conjunta publicada como un capítulo del mismo libro, que reúne trabajos de diferentes autores, titulado “Estudios sobre financierización en América Latina”.
Los autores también resaltan la “naturaleza jerárquica” del sistema monetario internacional, en el que los Estados Unidos y el Reino Unido son “poderosos centros financieros mundiales que ocupan un lugar único dentro de la economía mundial”.
En este sentido, Kaltenbrunner y Painceira ven que lo que ocurre en los mercados financieros angloamericanos tiene “profundas ramificaciones” en el resto del mundo. “Por ejemplo, los diferentes complejos políticos e institucionales permiten que las finanzas globales proliferen mediante relaciones desiguales entre los nuevos mercados emergentes y los centros financieros mundiales bien establecidos”.
Asimismo, los modelos de acumulación financierizada en las economías capitalistas emergentes y en vías de desarrollo, se basan “en la dependencia del capital financiero (a corto plazo), las altas tasas de interés y los tipos de cambio sobrevaluados”.
Los autores también subrayan las contradicciones de esos modelos, que se caracterizan por crecientes déficits de cuenta corriente, deuda externa, desaceleración del sector productivo y, en última instancia, crisis financieras.
Economía real versus finanzas
Tradicionalmente, la integración internacional subordinada y asimétrica de las economías emergentes y subdesarrolladas, “que limita las estrategias nacionales de desarrollo y autodeterminación”, se ha analizado en el contexto de las relaciones comerciales y la inversión extranjera directa, “al centro de las cuales se encontraba la capacidad de desarrollar procesos autónomos de innovación tecnológica”, afirman los investigadores.
Este tipo de análisis se han enmarcado en tradiciones teóricas como la teoría de la dependencia y el estructuralismo latinoamericano, donde destacan exponentes como el brasilero Celso Furtado y el argentino Raúl Prebisch.
Sin embargo, estas relaciones económicas “reales” (o tangibles) han sido complementadas, o incluso superadas, por el crecimiento de los mercados financieros internacionales y la integración de las economías capitalistas emergentes en ellos.
Así lo demuestran por su parte, Abeles, Pérez y Valdecantos: en 1980 el acervo de activos financieros -incluidos los contratos derivados- apenas superaba el nivel del PIB mundial (era un 29% mayor); en 1990 casi lo triplicaba (un 291%, incluidos los derivados) y desde 2007 “lo decuplica con creces” (más de diez veces, o sea superior al 1.000% del PIB mundial).
“Esta formidable expansión de las finanzas se refleja en la tasa de crecimiento del sector financiero, que ha sido muy superior a la del resto de la economía”, agregan los editores del libro.
En el período 1980-2007, el sector financiero creció a una tasa anual promedio del 8% en los países desarrollados y del 9,5% en los países en desarrollo, mientras que el resto de los sectores de la economía lo hizo a un ritmo del 2,7% y el 3,6%, respectivamente. Y en el caso particular de América Latina “la divergencia ha sido aún mayor”.
Es en este contexto en que Kaltenbrunner y Painceira notan que, al igual que su integración en los mercados de productos, estas relaciones financieras se han caracterizado por la dependencia, la subordinación y las jerarquías.
“Las vulnerabilidades y limitaciones de las periferias son históricas, pues necesariamente cambian y evolucionan con el tiempo en sinergia con el cambio y la evolución en los centros”, explican, extendiendo el análisis de la economía real hacia el mundo de las finanzas.
Sistema monetario es jerárquico
Carlos Marx decía que el dinero mundial es un paso necesario en la evolución del dinero en el mercado capitalista mundial, ya que este “funciona como medio general de pago, como medio general de compra y como materialización social absoluta de la riqueza en general”.
Los países acumulan un medio de pago aceptable a nivel internacional (en la actualidad, el dólar) para poder participar y competir en los mercados internacionales de comercio y de capital.
En este sentido, Kaltenbrunner y Painceira destacan que el acceso a este dinero mundial, mediante operaciones comerciales o financieras, significa poder en el mercado financiero mundial.
“Cuanto más se difunde la acumulación capitalista en la economía mundial, más países necesitan acceder a las reservas de dinero mundial (o en su defecto, a reservas internacionales) y esto, a su vez, tiene repercusiones en las condiciones financieras nacionales”, afirman.
O sea que desde su punto de vista, el dinero mundial es un paso necesario para (y de) la acumulación de capital internacional; y su acumulación es a su vez una condición necesaria para participar en la economía internacional.
Por tanto, para dichos expertos, hay una relación entre el desarrollo del sistema monetario internacional (en particular, la forma del dinero mundial) y el desarrollo desigual y combinado en la acumulación capitalista mundial.
En un contexto así, los países que tienen la capacidad de definir la circulación/acumulación del dinero mundial tienen la sartén por el mango. Ejemplo de ello es que las crisis financieras de la década de 1990 en las economías capitalistas emergentes se manifestaron “como problemas de liquidez o solvencia en dinero mundial, pues estos países no podían cumplir con sus obligaciones externas pendientes”.
Y es que como no pueden emitir dinero mundial (solo EEUU puede emitir dólares), las economías capitalistas emergentes o en desarrollo asumen un papel subordinado con respecto a la finanza internacional.
Todo esto a su vez tiene “importantes repercusiones en la autonomía de la política monetaria, la vulnerabilidad externa y la estructura financiara”, en particular para las economías emergentes o en desarrollo. Lo que significa que “las condiciones monetarias en el país con la prima de liquidez más alta (el dólar) influirán en las condiciones monetarias en todo el mundo. El impacto será mayor en las divisas con menores primas de liquidez, es decir, las monedas de las economías capitalistas emergentes”.
De esta manera, afirman Kaltenbrunner y Painceira, “más que un resultado de su pasado inflacionario (como en muchas interpretaciones económicas neoclásicas), la incapacidad de las economías capitalistas emergentes de emitir deuda en su propia moneda es un resultado directo de su posición subordinada en la jerarquía monetaria internacional”.
Y todas estas características de la dinámica monetaria de las economías capitalistas emergentes “condicionan la naturaleza de su acumulación de capital y estructura financiera, que a su vez perpetúa su subordinación monetaria”.
Acumulación por desposesión
El término “acumulación por desposesión” fue ideado por el conocido geógrafo y antropólogo inglés, David Harvey, como una descripción actualizada del capitalismo contemporáneo, en el que éste, incapaz de sostenerse a sí mismo, busca privatizar bienes comunes, culturales y naturales.
Justamente, la predisposición a privatizar los servicios públicos y los sistemas de pensión o a la mercantilización de determinados derechos (otrora garantizados por el Estado) —como la salud y la educación— representan distintas variantes contemporáneas de la acumulación por desposesión.
Para Harvey, las finanzas funcionan como “ariete” de la acumulación por desposesión, en particular por la creciente facilidad para la titulización de activos, un mecanismo que no solo allanó los procesos de privatización mencionados, sino que agilizó la movilidad internacional del capital.
Abeles, Pérez y Valdecantos entienden que financierización y desposesión constituyen, desde esta perspectiva, “la cara y la contracara de una fase histórica particular del desarrollo capitalista en la que el proceso de acumulación se apoya cada vez más en la redistribución de activos”.
Avance de las finanzas
Los editores también advierten que el fuerte aumento de la rentabilidad relativa en el sector financiero, y de las operaciones financieras en general, viene induciendo a las empresas (incluidas las del sector no financiero) a orientar sus inversiones de manera creciente hacia resultados de corto plazo.
Y esta mayor rentabilidad del ámbito financiero “es una de las causas de la disminución de la tasa de inversión real en las últimas décadas. En América Latina, donde prácticamente ninguna actividad —salvo la explotación de recursos naturales o la prestación de servicios públicos en condiciones monopólicas— proporciona el margen de rentabilidad que puede obtenerse en el ámbito de las finanzas, la tasa de inversión real se redujo con el avance de las finanzas y después de 1980 nunca volvió a alcanzar el nivel registrado en las décadas de 1960 y 1970”.
Asimismo, el avance de las finanzas también trajo aparejada una mayor concentración de los ingresos, y “guarda una relación directa con las dificultades que han tenido los países de la región para superar dos de sus principales problemas históricos: la desigualdad (en sus distintas manifestaciones) y el rezago tecnoproductivo”.
Como síntesis, los expertos ven que la financierización no solo está básicamente determinada por la posición subordinada de las economías capitalistas emergentes en la economía financiera internacional, sino que el mismo fenómeno consolida dicha posición y exacerba el desarrollo desigual.
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A su vez, los investigadores Annina Kaltenbrunner -Escuela de Negocios de la Universidad de Leeds (Inglaterra)-, y Juan Pablo Painceira -Banco Central del Brasil-, argumentan que en las economías emergentes, las “recientes transformaciones financieras, que revelan tendencias similares a los fenómenos de financierización observados en las economías capitalistas centrales, están determinadas fundamentalmente por su integración subordinada a un sistema monetario y financiero internacional financierizado y estructurado”.
Esas mismas tendencias de financierización “refuerzan la integración financiera subordinada de las economías capitalistas emergentes y sus asimetrías con las economías capitalistas centrales”, agregan Kaltenbrunner y Painceira, en su investigación conjunta publicada como un capítulo del mismo libro, que reúne trabajos de diferentes autores, titulado “Estudios sobre financierización en América Latina”.
Los autores también resaltan la “naturaleza jerárquica” del sistema monetario internacional, en el que los Estados Unidos y el Reino Unido son “poderosos centros financieros mundiales que ocupan un lugar único dentro de la economía mundial”.
En este sentido, Kaltenbrunner y Painceira ven que lo que ocurre en los mercados financieros angloamericanos tiene “profundas ramificaciones” en el resto del mundo. “Por ejemplo, los diferentes complejos políticos e institucionales permiten que las finanzas globales proliferen mediante relaciones desiguales entre los nuevos mercados emergentes y los centros financieros mundiales bien establecidos”.
Asimismo, los modelos de acumulación financierizada en las economías capitalistas emergentes y en vías de desarrollo, se basan “en la dependencia del capital financiero (a corto plazo), las altas tasas de interés y los tipos de cambio sobrevaluados”.
Los autores también subrayan las contradicciones de esos modelos, que se caracterizan por crecientes déficits de cuenta corriente, deuda externa, desaceleración del sector productivo y, en última instancia, crisis financieras.
Economía real versus finanzas
Tradicionalmente, la integración internacional subordinada y asimétrica de las economías emergentes y subdesarrolladas, “que limita las estrategias nacionales de desarrollo y autodeterminación”, se ha analizado en el contexto de las relaciones comerciales y la inversión extranjera directa, “al centro de las cuales se encontraba la capacidad de desarrollar procesos autónomos de innovación tecnológica”, afirman los investigadores.
Este tipo de análisis se han enmarcado en tradiciones teóricas como la teoría de la dependencia y el estructuralismo latinoamericano, donde destacan exponentes como el brasilero Celso Furtado y el argentino Raúl Prebisch.
Sin embargo, estas relaciones económicas “reales” (o tangibles) han sido complementadas, o incluso superadas, por el crecimiento de los mercados financieros internacionales y la integración de las economías capitalistas emergentes en ellos.
Así lo demuestran por su parte, Abeles, Pérez y Valdecantos: en 1980 el acervo de activos financieros -incluidos los contratos derivados- apenas superaba el nivel del PIB mundial (era un 29% mayor); en 1990 casi lo triplicaba (un 291%, incluidos los derivados) y desde 2007 “lo decuplica con creces” (más de diez veces, o sea superior al 1.000% del PIB mundial).
“Esta formidable expansión de las finanzas se refleja en la tasa de crecimiento del sector financiero, que ha sido muy superior a la del resto de la economía”, agregan los editores del libro.
En el período 1980-2007, el sector financiero creció a una tasa anual promedio del 8% en los países desarrollados y del 9,5% en los países en desarrollo, mientras que el resto de los sectores de la economía lo hizo a un ritmo del 2,7% y el 3,6%, respectivamente. Y en el caso particular de América Latina “la divergencia ha sido aún mayor”.
Es en este contexto en que Kaltenbrunner y Painceira notan que, al igual que su integración en los mercados de productos, estas relaciones financieras se han caracterizado por la dependencia, la subordinación y las jerarquías.
“Las vulnerabilidades y limitaciones de las periferias son históricas, pues necesariamente cambian y evolucionan con el tiempo en sinergia con el cambio y la evolución en los centros”, explican, extendiendo el análisis de la economía real hacia el mundo de las finanzas.
Sistema monetario es jerárquico
Carlos Marx decía que el dinero mundial es un paso necesario en la evolución del dinero en el mercado capitalista mundial, ya que este “funciona como medio general de pago, como medio general de compra y como materialización social absoluta de la riqueza en general”.
Los países acumulan un medio de pago aceptable a nivel internacional (en la actualidad, el dólar) para poder participar y competir en los mercados internacionales de comercio y de capital.
En este sentido, Kaltenbrunner y Painceira destacan que el acceso a este dinero mundial, mediante operaciones comerciales o financieras, significa poder en el mercado financiero mundial.
“Cuanto más se difunde la acumulación capitalista en la economía mundial, más países necesitan acceder a las reservas de dinero mundial (o en su defecto, a reservas internacionales) y esto, a su vez, tiene repercusiones en las condiciones financieras nacionales”, afirman.
O sea que desde su punto de vista, el dinero mundial es un paso necesario para (y de) la acumulación de capital internacional; y su acumulación es a su vez una condición necesaria para participar en la economía internacional.
Por tanto, para dichos expertos, hay una relación entre el desarrollo del sistema monetario internacional (en particular, la forma del dinero mundial) y el desarrollo desigual y combinado en la acumulación capitalista mundial.
En un contexto así, los países que tienen la capacidad de definir la circulación/acumulación del dinero mundial tienen la sartén por el mango. Ejemplo de ello es que las crisis financieras de la década de 1990 en las economías capitalistas emergentes se manifestaron “como problemas de liquidez o solvencia en dinero mundial, pues estos países no podían cumplir con sus obligaciones externas pendientes”.
Y es que como no pueden emitir dinero mundial (solo EEUU puede emitir dólares), las economías capitalistas emergentes o en desarrollo asumen un papel subordinado con respecto a la finanza internacional.
Todo esto a su vez tiene “importantes repercusiones en la autonomía de la política monetaria, la vulnerabilidad externa y la estructura financiara”, en particular para las economías emergentes o en desarrollo. Lo que significa que “las condiciones monetarias en el país con la prima de liquidez más alta (el dólar) influirán en las condiciones monetarias en todo el mundo. El impacto será mayor en las divisas con menores primas de liquidez, es decir, las monedas de las economías capitalistas emergentes”.
De esta manera, afirman Kaltenbrunner y Painceira, “más que un resultado de su pasado inflacionario (como en muchas interpretaciones económicas neoclásicas), la incapacidad de las economías capitalistas emergentes de emitir deuda en su propia moneda es un resultado directo de su posición subordinada en la jerarquía monetaria internacional”.
Y todas estas características de la dinámica monetaria de las economías capitalistas emergentes “condicionan la naturaleza de su acumulación de capital y estructura financiera, que a su vez perpetúa su subordinación monetaria”.
Acumulación por desposesión
El término “acumulación por desposesión” fue ideado por el conocido geógrafo y antropólogo inglés, David Harvey, como una descripción actualizada del capitalismo contemporáneo, en el que éste, incapaz de sostenerse a sí mismo, busca privatizar bienes comunes, culturales y naturales.
Justamente, la predisposición a privatizar los servicios públicos y los sistemas de pensión o a la mercantilización de determinados derechos (otrora garantizados por el Estado) —como la salud y la educación— representan distintas variantes contemporáneas de la acumulación por desposesión.
Para Harvey, las finanzas funcionan como “ariete” de la acumulación por desposesión, en particular por la creciente facilidad para la titulización de activos, un mecanismo que no solo allanó los procesos de privatización mencionados, sino que agilizó la movilidad internacional del capital.
Abeles, Pérez y Valdecantos entienden que financierización y desposesión constituyen, desde esta perspectiva, “la cara y la contracara de una fase histórica particular del desarrollo capitalista en la que el proceso de acumulación se apoya cada vez más en la redistribución de activos”.
Avance de las finanzas
Los editores también advierten que el fuerte aumento de la rentabilidad relativa en el sector financiero, y de las operaciones financieras en general, viene induciendo a las empresas (incluidas las del sector no financiero) a orientar sus inversiones de manera creciente hacia resultados de corto plazo.
Y esta mayor rentabilidad del ámbito financiero “es una de las causas de la disminución de la tasa de inversión real en las últimas décadas. En América Latina, donde prácticamente ninguna actividad —salvo la explotación de recursos naturales o la prestación de servicios públicos en condiciones monopólicas— proporciona el margen de rentabilidad que puede obtenerse en el ámbito de las finanzas, la tasa de inversión real se redujo con el avance de las finanzas y después de 1980 nunca volvió a alcanzar el nivel registrado en las décadas de 1960 y 1970”.
Asimismo, el avance de las finanzas también trajo aparejada una mayor concentración de los ingresos, y “guarda una relación directa con las dificultades que han tenido los países de la región para superar dos de sus principales problemas históricos: la desigualdad (en sus distintas manifestaciones) y el rezago tecnoproductivo”.
Como síntesis, los expertos ven que la financierización no solo está básicamente determinada por la posición subordinada de las economías capitalistas emergentes en la economía financiera internacional, sino que el mismo fenómeno consolida dicha posición y exacerba el desarrollo desigual.
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