En qué quedó la Madre Tierra
En nombre del desarrollismo, Bolivia ha ido enterrando poco a poco su prioridad por “la Madre Tierra”
El 22 de abril se celebró el Día Internacional de la Madre Tierra, una efeméride oficial proclamada por las Naciones Unidas en resolución 63/278, este día se celebra oficialmente desde el año 2009 con el objetivo de concienciar a la humanidad sobre los problemas generados por la superpoblación, la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales y sí, el gobierno boliviano de aquel entonces participó del lobby que lo consagró, aunque hay antecedentes desde 1968 y el tema medioambiental, para entonces, ya era uno de los pilares de acción de la ONU, hasta que de hecho, quedó casi reducida a ello.
La nomenclatura tiene su simbolismo por lo indígena y fue uno de los conceptos matrices en la Agenda de Octubre y en todo el proceso que llevó al Movimiento Al Socialismo (MAS) al poder en 2005, sin embargo, es curioso como desde entonces el discurso se fue alejando cada vez más de la praxis de gobierno.
De entrada era complicado su encaje en un país que adoptaba una agenda nacionalizadora para explotar los recursos naturales, aunque es cierto que pusieron especial ahínco en cuidar los pasivos ambientales y que se negó en rotundo incursionar en las técnicas no convencionales y la fractura hidráulica de rocas por considerarla peligrosa para los acuíferos, una decisión que seguramente hoy lamentan al haberse mejorado las técnicas mientras fracasaban los intentos de exploración convencional.
El otro gran asunto en riesgo de colisión era el de la minería, pues aquel gobierno tenía en el sector un aliado estratégico con el que llegaron al poder y por ende, ningún cambio normativo o regulatorio estuvo destinado a proteger el impacto ambiental en ríos y cuencas para no perjudicar sus intereses. La eclosión final de la minería ilegal del oro ha acabado evidenciando aún más ese despropósito.
Minería, petróleo, carreteras, incendios y otras amenazas castigan el medio ambiente nacional
El quiebre definitivo llegó con la carretera proyectada en el corazón del Parque Nacional y Territorio Indígena Isidoro Securé (TIPNIS) para unir las capitales de Cochabamba y Beni, una ruta troncal que pretendía atravesar el corazón de esa región, donde por otro lado, se evidencian poderosos intereses económicos de la economía irregular.
Aquel empeño por llevarla adelante pisoteando todo lo construido sobre jurisdicción indígena, consultas previas y demás precipitó la ruptura de aquel gobierno con importantes sectores indígenas que apostaban por un desarrollo más equilibrado y alejado de las reglas básicas de la industrialización. Esta colisión se ha prolongado en el tiempo con otros proyectos como el de la exploración petrolera en Tariquía.
La gota que colmó el vaso llegó con las sucesivas temporadas de incendios, que si bien eran recurrentes desde los 90, han alcanzado niveles de desastre inimaginables favorecidos por la voracidad del mercado, unas leyes que toleran el cambio de uso de suelo en nombre de la ampliación de la “frontera agrícola” y las urgencias de conseguir dólares. Lo de este año puede ser terrible.
Cuidar el medio ambiente es una obligación en un país como el nuestro, que está entre los más vulnerables al cambio climático. Ojalá esa obligación vuelva a ser prioridad más allá de nombres, atuendos y rituales.