El papa Francisco

Ni la fe ni el sentido de comunidad atraviesan buenos momentos en estos tiempos de individualismo salvaje, pero Francisco ha sabido poner pie en pared apelando a la esencia de la doctrina

La salud del papa Francisco es una preocupación mundial, y no porque se trate de un hecho extraordinario para un hombre de 88 años, sino por la dimensión social y política que ha tomado su papado en medio de una deriva mundial marcada por el extremismo y el cinismo, producto seguramente de las nuevas costumbres comunicacionales que se han venido adoptando.

Francisco ha roto moldes desde que llegó al trono de San Pedro sustituyendo a un papa que no había muerto, sino que se había cansado. Hasta allí llegó tras una larga carrera en la orden jesuita en Argentina donde al parecer no había hecho demasiados amigos. Veladamente se le acusaba de colaboracionista con la dictadura como forma de descrédito, pero no tardó en quedar claro a qué se debían los recelos: Francisco hablaba un lenguaje extraordinariamente claro en los temas esenciales que se hacen difíciles de digerir.

Asumió una Iglesia agobiada por los escándalos de pederastia – o más bien por la forma de gestionarlos – y los escándalos relacionados a sus finanzas. Francisco ordenó la casa, instruyo acudir simple y llanamente a la justicia ordinaria ante la mínima sospecha e impuso cuestiones elementales de austeridad entre los altos cargos de la Iglesia, más cercanos a lo que dicen las escrituras. Nunca entró a la Residencia Papal y cortó de raíz con todos los desmanes. Obviamente no a todo el mundo le gustó.

Casi desde el principio Francisco impuso una nueva forma de comunicación. No ha sido especialmente prolífico en sus encíclicas y resto de producción literaria, pero sí ha dado numerosas entrevistas y conferencias, incluso a bordo del avión en el que viajaba con la prensa, donde ha hablado de forma muy llana sobre los problemas del mundo, incluyendo asuntos como la homosexualidad, el divorcio o el rol de la mujer en la Iglesia. Asuntos tabúes que cayeron en añicos de solo citarlos con sentido común.

Francisco ha sabido hablar claro de los conflictos de hoy y ha desdramatizado muchas discusiones que tienen que ver con el dogma

Francisco se propuso acercar la Iglesia al pueblo y hablar más claro. Aplicar la doctrina católica para interpretar los grandes problemas del mundo y el análisis en detalle de los conflictos y pulsos, y lo cierto es que le ha funcionado, aunque se haya metido en algún jardín de vez en cuando. Francisco ha sido el líder mundial que más claro ha hablado sobre la crisis ambiental, contra el genocidio en Gaza, el que más ha pedido por la paz en Ucrania y el que más claramente ha entendido que la política de los extremos, inmisericorde, haciendo del mal un instrumento, deseando el mal a otros, solo puede conducirnos a la destrucción.

Ni la fe ni el sentido de comunidad, que es pilar de la Iglesia, atraviesa buenos momentos en estos tiempos de individualismo salvaje, pero Francisco ha sabido poner pie en pared ante lo que podía haber sido un desmoronamiento traumático. La Iglesia tiene los mecanismos para seguir siendo influyente, siempre que se mantenga firme en los postulados importantes de su fe y no se pierda por las ramas.

El mundo no está para tibios, ni para desubicados arrogantes. Sin duda Francisco ha sabido llevar el papado a otro nivel que, pase lo que pase con su salud, la Iglesia deberá seguir caminando.


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