La altura de la ALDT
Aunque el diagnóstico es evidente, los políticos se toman tiempo y utilizan artimañas para evitar la pérdida de autonomía y la asunción del extravío
En pleno 2025 y con una crisis económica que bien podría convertirse en un cambio de rumbo (o modelo) en Bolivia, hay ciertos agentes que siguen resistiéndose a tomar medidas o decisiones incluso cuando los objetos están perfectamente identificados. Es más, en estos tiempos de hemerotecas y redes digitales, hay sujetos que siguen creyéndose capaces de tomarle el pelo a todo el mundo.
La Asamblea Legislativa Departamental de Tarija era la piedra angular de la autonomía. Se diseñó efectivamente a la carrera en un tiempo en el que la expectativa por el incremento de ingresos era muy importante. No se escatimó en pegas ni en funciones, había para todos y todo, pues a falta de un buen montón de asambleístas titulares y suplentes, había subgobernadores electos (ejecutivos seccionales) en cada municipio, no en cada provincia.
La importancia de viabilizar el Estatuto en aquel tiempo acabó por convertirse en trampa, y la propia Asamblea de 30 titulares y 30 suplentes no tardó en cortarle la cabeza al primer Gobernador electo de Tarija, Mario Cossío, apenas ocho meses después de ser electo.
La autonomía sigue siendo la clave para que este país enorme se desarrolle, porque solo desde el territorio se conocen las necesidades
Aún así, aquellos primeros años de vida autónoma fueron los de mayor protagonismo del ente, se discutía el poder ejecutivo, se asignaban recursos a programas sociales, se canalizaban demandas populares y se adecuaba el Estatuto de Autonomía a la Constitución. Fue el interinato más largo de la historia de la autonomía tarijeña – cuatro años asumidos por el asambleísta de Yunchará, Lino Condori, entre 2011 y 2015 -, y al principio fueron también años convulsos, aunque todo se fue “suavizando” por las ingentes cantidades de recursos que llegaban a las arcas de la Gobernación, y que sin saber muy bien qué hacer con ellos, pero consciente de que no podía parecer incapaz, ideó mecanismos perversos que acabaron dilapidando millones.
Para entonces ya había quedado claro que muchos asambleístas tenían prioridades difusas y más que legislar en favor de los ciudadanos del departamento les empezaba a interesar más el lucrativo rubro de la fiscalización, y que su aspiración esencial era, por demás, ser alcaldes.
Como por entonces había plata, pues ahí quedó la cosa, pero con la persistente caída de los ingresos, la función insípida de semejante estructura ha quedado al descubierto. Desde hace más de ocho años, la Asamblea Legislativa carece de una función definida más allá de ser cara de la autonomía. En 2015, controlada por el MAS, tuvo que recurrir al débito automático dirigido desde el Ministerio para boicotear la gestión e Adrián Oliva, y actualmente ni siquiera hay ánimos de fiscalizar, buscarla las cosquillas al gobernador y mucho menos, abordar reformas de fondo que le cambien la cara a este departamento agotado de una crisis que no provocamos.
La autonomía sigue siendo la clave para que este país enorme se desarrolle, porque solo desde el territorio se conocen las necesidades y se pueden establecer las prioridades que garanticen la eficiencia deseada, pero para eso hay que deshacerse de mucha angurria y ruindad.
De momento, el desafío de la ALDT es reducir su número de asambleístas, un asunto que seguramente tenga aprobación unánime en el departamento, pero que es resistida por quienes deben tomar la iniciativa. El boicot es evidente. Ojalá los responsables y los que tienen las llaves para que las cosas pasen tomen medidas y sepan estar a la altura