El espejo de Donald Trump

Trump ha sido elegido por los estadounidenses, prometiendo cosas para los estadounidenses, y todas sus iniciativas tienen ese fin, cueste lo que cueste y acomodando lo que haga falta

Mañana se cumple la primera semana de la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca por segunda vez en ocho años, y la velocidad imprimida a la campaña, la euforia desatada en sus círculos íntimos y las muchas palabras gruesas vertidas durante la campaña amenazan con que esos mismos sectores lo empiecen a acusar de tibio o reclamar su inacción, sobre todo porque no muchos de ellos tienen claro el programa conjunto, sino que se sumaron al efecto Trump gracias a su exitosa campaña microsegmentada en redes.

Es normal: Trump ha sido elegido por los estadounidenses, prometiendo cosas para los estadounidenses, y todas sus iniciativas tienen el fin de hacer mejor la vida para esos estadounidenses. Esto no tiene por qué ser necesariamente malo para el resto del mundo, de hecho, sería lo que cualquier gobierno debería hacer para con sus ciudadanos, sin embargo y al parecer, no todos los políticos operan de la misma manera.

Sus primeras medidas han tenido que ver con los asuntos clave de la batalla cultural: eliminar cualquier asunto sobre la diversidad sexual que cuestione la definición de géneros, y atizarle a los migrantes, que aunque tiene que ver con lo economía de esos estadounidenses que ven que su trabajo vale menos porque hay migrantes, cualificados y no cualificados, que aceptan peores sueldos o condiciones porque son mucho mejores que las de su país. Convengamos que el asunto de la “irregularidad” es maquillaje para el asunto de fondo.

En esas medidas de impacto para la galería, como abandonar la OMS, que es un mensaje claro para que cada cual haga lo que pueda con su pobreza y sus miserias, ha seguido metiendo titulares virales basados en arrogancia – “no los necesitamos” – o más amenazas, esta vez a Rusia, a quien le ha advertido con… más sanciones.

Uno de los lastres de su primer mandato fueron las muchas bravuconerías lanzadas que quedaron en nada. Al contrario, Estados Unidos siguió perdiendo papel en el mundo y a los estadounidenses no les cambió esencialmente la vida ni mucho menos. Claro que en este mandato cuenta en su bando a los magnates de las redes sociales, incluido TikTok, que seguramente se ocuparán de acomodar aquello.

En cualquier caso, la expectación real se centra en su programa económico y en cómo realmente enfrentará la batalla con China. Lleva tanto tiempo amenazando con aranceles para todos y otras medidas proteccionistas – que en otros países llamaríamos “inseguridad jurídica” –, que el simple hecho de no hacer nada sería difícil de explicar, aunque cosas más raras se han visto, como denostar la Agenda 2030 y el coche eléctrico como ejemplo y después adorar como ícono al creador de la criatura con corazón de litio.

Lo que genera un claro choque racional es seguir defendiendo posiciones liberales de mercados abiertos y “manos invisibles” mientras se aplauden los discursos y acciones de Trump, claramente intervencionista, aunque su objetivo no sea garantizar la equidad para que en la competencia en igualdad de condiciones se desarrollen las mejores ideas, sino “que ganen sus buenos”.

Seguramente Bolivia y todos los países del mundo sacaremos conclusiones muy importantes de esta nueva etapa y ojalá, algunas se puedan aplicar para este país. Nadie debe olvidar que lo de “hacer grande a América de nuevo” se refiere a Estados Unidos específicamente, y que en ese empeño no va a tener consideraciones con nadie. Y así debería ser para el resto del mundo.


Más del autor
Cerrar la puerta
Cerrar la puerta
Tema del día
Tema del día