El litio y la revisión del modelo industrializador

El próximo gobierno tendrá las manos libres para operar en un sector de interés mundial, pero debe ser la sociedad civil quien defina los lineamientos

La legislatura se acaba. El calendario no miente y la aritmética tampoco. Son al menos década y media acumulando fracasos en el proyecto de industrialización del litio, un tiempo bastante como para abrir la reflexión más allá de los corsés ideológicos y quién sabe, actualizar planteamientos.

La tecnología básica para la extracción del carbonato de litio que se expandió en el tiempo del boom del teléfono celular es la basada en la evaporación, esa rudimentariamente conocida como “la de las piscinas” por ser el objeto central de uno de los últimos escándalos que han concentrado atenciones y que de nuevo ha evidenciado una incapacidad impropia para tomar el tren a tiempo.

Hoy la tecnología “de las piscinas” es prácticamente obsoleta sobre todo por la demanda de las grandes industrias automotrices que necesitan baterías mucho más grandes. El último gobierno de Evo Morales estuvo a punto de tomar el tren de la Extracción Directa de Litio a tiempo, pero igual apuró hasta el final. Firmó un contrato con un consorcio alemán que dejaba atrás muchos de los preceptos de la “soberanización” con el que se había iniciado esta aventura en 2010, pero cometió los errores propios, quien sabe, del remordimiento: escondió el contrato y Potosí sintió el olor a estafa sin conocer detalles. Ha sido la propia órbita del evismo quienes más han señalado a los marcados intereses en el litio como las principales “fuerzas oscuras” que contribuyeron a su derrocamiento.

El “riesgo de que el litio caiga en las garras del malvado Elon Musk” debería haber hecho cerrar filas en el MAS, pero no lo ha hecho

El diagnóstico estaba ya entonces claro. El gobierno interino de Jeanine Áñez bajó el contrato alemán y en un inusitado arrebato de prudencia, decidió no mover ninguna ficha con el litio, posiblemente calculando sus frutos para su futuro gobierno electo que nunca existió. Así, Luis Arce aterrizó en la presidencia con las manos libres para orientarlo en cualquier dirección… pero ha tardado cuatro años largos en proyectar dos contratos que son políticamente inviables en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Y son políticamente inviables no tanto por el contenido – conformación de sociedades públicas mixtas con capitales rusos y chinos – o por la composición del legislativo, pues el “riesgo de que el litio caiga en las garras del malvado Elon Musk” si se acaba la legislatura con todo en el aire debería haber hecho acercar posiciones con el evismo, sino porque el calendario electoral inminente impide cualquier concesión.

El paso de los contratos por la Comisión de Hidrocarburos es un brindis al sol, pero ha permitido acceder a algunos detalles que, por supuesto, han provocado críticas en cascada que en ocasiones tienen base técnica, pero que en demasiadas ocasiones parten de una concepción crítica y pesimista sobre nuestras propias capacidades, o bien los que asumen que en verdad alguien tiene que venir a hacer nuestro trabajo a cambio de migajas. Nunca nada ha funcionado así, y en todo caso, ha funcionado al contrario.

Así, sea quien sea quién gane las próximas elecciones tendrá las manos libres para operar en un sector estratégico y de interés mundial, pero debe ser la sociedad civil, el conjunto de la nación, quien debería definir los lineamientos. Bolivia hoy está a años luz en materia tecnológica y el viejo sueño de la industrialización, desde la perspectiva clásica, quizá necesita una revisión profunda que tenga en cuenta el actual contexto salvajemente capitalista y con un mundo a punto de estallar.


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