Por un 2025 mejor

La crisis económica, la destrucción institucional, el conflicto político permanente y un mundo polarizado y entregado al pragmatismo individual exige fortaleza y optimismo para afrontar el 2025

Hoy despedimos un año para el que faltan adjetivos calificativos. Terrorífico le podría quedar bien. Destructivo también. Un año en el que ojalá usted, amable lector, haya alcanzado sus metas personales, que tienen doble mérito por el contexto en el que nos hemos movido.

En Bolivia el año ha servido para hacer explícitas muchas pasiones que venían concentrándose desde hacía años. La crisis económica no ha aparecido de la nada en este año, sino que la acumulación de alertas ha acabado por irrumpir en lo tangible: los precios de los alimentos y la escasez de combustible. Un círculo de miedo para las capas más pobres de la sociedad que después de 20 años de “socialismo” siguen siendo las más vulnerables.

La crisis política ha seguido por los mismos derroteros populistas y demagógicos que también se articulan a nivel internacional

El dólar venía escaseando desde hacía meses por motivos obvios: las ventas de gas se venían reduciendo desde 2017 y nunca hubo iniciativas alternativas para garantizar esos recursos. Esa escasez en un contexto mundial de intereses altos y mucha incertidumbre ha generado burbujas también externas, aunque como cualquier crisis, se trata de una suma de factores que desencadenan el desastre.

2024 ha sido además un año de destrucción institucional acelerada, y no es que en este país no llevemos años en franco retroceso, sino que seguramente se han cruzado demasiadas líneas rojas precisamente de la mano de quien debe velar por el texto constitucional: Los más altos magistrados asumieron funciones legislativas al llenar el vacío constitucional y auto prorrogarse al llegar al fin de su mandato sin reemplazo.

Desde entonces todas sus decisiones han estado viciadas, pero, además, con un sesgo a favor del ejecutivo: prohibición de la candidatura de Evo Morales, reasignación de la sigla del MAS, anulación de sesiones del Senado, prohibición de las interpelaciones a ministros y la cereza de la torta: suspensión parcial de las elecciones al Tribunal Constitucional en cinco de los nueve departamentos.

No ha sido mejor lo sucedido en el Legislativo, donde la incapacidad de llegar a acuerdos mediante el ejercicio de la política ha llevado a esperpénticas sesiones y el cálculo corto ha impedido la adquisición de créditos internacionales a bajo interés que hubieran aumentado divisas o puesto en riesgo proyectos como el del litio, que no avanza. Aún así, el ninguneo del ejecutivo hacia el legislativo es sintomático.

Mientras, la crisis política ha seguido por los mismos derroteros populistas y demagógicos que también se articulan a nivel internacional, donde la polarización y el extremismo marca la pauta y donde las guerras más crueles y los genocidios más atroces no mueven un pelo en la geopolítica mundial, donde lo que parece importar nada más es la plata.

Lo bueno es que el año acaba y el propio ciclo vital nos da la oportunidad de enmendar errores y asumir mejores decisiones, 2025 tiene que ser un año mejor para todos aun entendiendo que no son las fechas ni los rituales los que mágicamente definen los designios del destino, sino la férrea voluntad de un pueblo y cada una de sus familias por construir un mundo mejor. Obremos en consecuencia.

Feliz 2025


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