Tarija: Prevenir antes que lamentar
Es tiempo de empoderar a la Alcaldía y al resto de instituciones para que hagan lo que deben hacer, sin miedo a los lobbies, a los grupos de presión, a las protestas y a los berrinches
El desastre se ha cebado esta vez con la ciudad de Tarija, que el pasado domingo, en apenas 45 minutos recibió la mitad del agua que suele caer en promedio en enero. Son señales que el clima viene advirtiendo desde hace años y en casi todos los lugares del planeta, pero que suelen obtener mucha más atención cuando son precisamente las ciudades las que padecen estas descargas de agua poco corrientes.
El jueves hubo una contundente granizada que afectó a varias zonas del valle central, especialmente Obrajes pero también parte de la zona vitivinícola, lo que tendrá consecuencias. El domingo fue una descarga sobre la ciudad la que colapsó la quebrada y el embovedado de la Víbora Negra, además de otras zonas de la ciudad, dejando cuantiosos daños materiales y cortes de luz que en algunos barrios se prolongaron más de tres horas.
La ciudad de Tarija es una sucesión de quebradas y yesos que entrañan riesgos aunque “nunca pasa nada”, porque a veces sí pasa
Desde las Naciones Unidas se viene advirtiendo de los efectos del Cambio Climático y la necesidad de estar preparados. Se refiere exactamente a esto, y aunque lleve décadas advirtiéndolo, aun no ha encontrado un mecanismo que ponga lo que hay que poner para que así sea: es decir, los recursos económicos.
Aun así, los gobiernos deben empezar a trabajar de la mejor manera enfocados en dos áreas, la situación rural y la situación urbana, porque aunque hay asuntos similares, los enfoques pueden ser totalmente diferentes.
En el campo las vidas de los comunarios pueden estar más o menos garantizadas porque llevan años conviviendo con los fenómenos y han aplicado la sapiencia cultural tradicional para construir sus edificios y corrales a resguardo, aunque es cierto que estos aspectos hay que verificarlos, porque la mano del hombre ha intervenido en los bosques y cauces de los ríos y puede generar cambios. En este caso, también hay que enfocarse en las medidas que protejan la producción tanto física como económicamente. El establecimiento de un seguro agrario en condiciones debe ser asumido por las partes con todos los efectos que pueda tener en el precio final, pero no es posible que familias enteras se arruinen por los caprichos del clima.
En cuanto a la intervención urbana los problemas tienen que ver con las inundaciones y los riesgos de colapso, sobre todo en zonas densamente pobladas y donde los asentamientos no han sido planificados acorde a la norma, sino más bien, se han “naturalizado” después.
La ciudad de Tarija es una sucesión de quebradas y yesos que entrañan riesgos aunque “nunca pasa nada”, porque a veces sí pasa. En esas es importante aplicar el principio mayor de la prudencia, pues el clima está dejando momentos duros que son agravados por las condiciones de habitabilidad, por la ausencia de los adecuados servicios básicos y la debilidad de las infraestructuras en general.
La prevención cuesta mucho, pero después solo queda la ayuda de emergencia, y en nuestras condiciones económicas, actuales y pasadas, suele ser bastante precaria. Prevenir es también decir no, eliminar licencias, modificar costumbres y otros muchos gestos de naturaleza “amarga” pero que, al final, salvan vidas.
Es tiempo de empoderar a la Alcaldía y el resto de instituciones para que hagan lo que hay que hacer, sin miedo a los lobbies, a los grupos de presión, a las protestas y a los berrinches. Todos nos jugamos demasiado.